De las alarmas nocturnas
Día 4 de abril de 1991. Nueve años antes del 2000. Uno antes del año (Olimpiadas, Expo, capitalidad europea de la cultura, etcétera). Madrid. Distrito de Chamartín. Noche cerrada.Un ciudadano que paga todos sus impuestos, tras una jornada laboral de 12 horas, incluyendo ida y vuelta en el excitante puente aéreo, descansa en su hogar. Suena la alarma de un establecimiento de su calle. Deja de descansar y la sufre resignadamente durante una primera hora. Llama al 091, informa y solicita ayuda. Respuesta: "No se preocupe". Una hora más tarde sigue sonando la misma alarma. Nueva llamada al 091. Nuevo ruego de intervención. Respuesta: "Ya hemos ido y no podemos hacer nada. Para hacerlo es necesario que un vecino denuncie el hecho personalmente en comisaría a fin de conseguir un mandamiento judicial que autorice a los bomberos a desactivar la alarma".
El ciudadano vuelve al lecho y se tapa con la almohada. Ahora está doblemente alarmado. Afortunadamente, al cabo de pocas horas ya se tiene que volver a levantar para acudir a su tarea diaria. Con los gravámenes sobre su trabajo financiará todos los servicios públicos que están a su entera y permanente disposición.
Algo somnoliento, reflexiona: "Cuánto darían muchos kurdos por pasar una noche así".
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