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Una defensa para Europa JACQUES DELORS

La guerra del Golfo ha mostrado las limitaciones de la Comunidad Europea. Hasta que la estrategia de las Naciones Unidas estuvo centrada en el embargo -esto es, en un instrumento económico-, la Comunidad dio una prueba convincente de cohesión. Todo cambió cuando se pasó de las palabras a las armas.La cuestión siempre ha estado planteada, pero hoy es ineludible: ¿es necesaria una política de defensa europea?, ¿cómo abordarla? Hay un escenario en el cual las respuestas definitivas deberán ser definidas.

Están ahora en curso dos conferencias intergubernamentales -en Francia se las llamaría constituyentes, porque deben reformar el tratado constitutivo de la Comunidad Europea- y una de ellas tiene como objetivo específico la creación de una Unión Europea, y, dentro de ella, la definición progresiva de una política común de las relaciones externas y de seguridad. Es aquí donde los países miembros de la CE deben afrontar con coraje el problema de la defensa europea.

Es necesaria una premisa Hablar de una defensa europea significa reflexionar sobre la identidad política de la Comunidad. El mercado único de 1993 no es suficiente. Es necesaria en nuestros países una consciencia de que nuestros intereses son comunes y que para protegerlos con eficacia hay que ejercitar en común las soberanías nacionales. Por este motivo, los procesos hacia la unión económica y monetaria deben de ser paralelos a aquel que conduce hacia la unión política europea, esto es, hacia una unión dotada de instituciones responsables, eficaces y sometidas a un control democrático.

En este marco, las cuestiones relativas a la defensa europea se presentan como una parte de la aspiración general de dotar a la CE de una política exterior y de seguridad comunes. El Consejo Europeo celebrado el pasado diciembre en Roma, en la clausura de la presidencia italiana, estableció que la revisión del tratado debe desembocar en la puesta en marcha de tal política.

Los trabajos de la conferencia intergubernamental están en marcha. Entramos en la fase crucial en la que deberá decidirse el contorno de esta futura Europa con plena personalidad política en la escena internacional.

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El mundo atraviesa grandes cambios al hilo de la interdependencia. Más que nunca es fundamental establecer la primacía del derecho en los asuntos internacionales y fijar en consecuencia las reglas que favorezcan la seguridad y el desarrollo y actuar para la solución pacífica de los conflictos. Pero nuestra seguridad depende también de nuestra capacidad de organizar coherentemente nuestras sociedades. La relación entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y la colectividad, son los objetos de las políticas de protección del medio ambiente y de la regulación de los flujos migratorios. Estos muestran la fortaleza de los lazos entre nuestro esfuerzo por un nuevo orden internacional y la necesidad de construir un modelo ejemplar de sociedad en el interior de cada país. Este es el reto de Europa si queremos participar en la construcción de un mundo más seguro.

La guerra del Golfo ha demostrado que la Comunidad Europea no dispone de las vías y poderes necesarios en una situación de crisis grave. Es necesario, por tanto, intervenir en el plano de las instituciones y de las competencias. La Comisión de las Comunidades Europeas propone, por este motivo, que al lado del organismo que delibera y organiza las actuaciones opere un centro único de impulso político.

Creo que sería competencia del Consejo Europeo, formado por los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros, responsables democráticos de cara a sus ciudadanos, definir consensuadamente los intereses esenciales que tienen en común nuestros países y que intentan defender juntos.

En este marco, diseñado unánimemente, intervendrían los ministros de Exteriores, que, en primer lugar, emprenderían un análisis y después una acción común. En este caso, una decisión mayoritaria sería un incentivo muy valioso. Estoy convencido de que este instrumento se utilizaría con moderación y sagacidad. Dentro de este dispositivo, la Comisión que represento vería reconocida su capacidad de iniciativa.

Si la progresividad es la regla de oro para toda política exterior, esta regla es aún más valiosa para la política común de defensa. Pienso que esta política encaja en el principio de que la agresión a uno de los miembros es una agresión sobre todos los demás. Este principio está expresado ya en el Tratado de la Unión Europea Occidental (UEO) y debería aparecer en el nuevo tratado de la unión política.

Pero una política defensiva se compone más de principios que de instrumentos. Creo que sería adecuado partir de los existentes, esto es, la UEO. Si sobre esta elección hay un amplio consenso, no lo hay sobre el papel que ha de tener esta institución: ¿debe de ser un centro para cooperación entre los países europeos y un puente hacia la Alianza Atlántica, o el crisol de una defensa europea inscrita en la CE y capaz de ser el segundo pilar de la OTAN? Sin duda, elijo la segunda hipótesis.

Se trata de encarar un proceso que permita la integración progresiva de la UEO en la CE, no sólo de la UEO tal como hoy existe, sino también con los avances que en ella podrán ser introducidos para crear, en particular, una fuerza multinacional y única de intervención, dos expresiones de la unidad europea.

Unanimidad

La política de defensa. a diferencia de la política exterior, estaría definida no sólo por la unanimidad en su definición, sino también en la de sus acciones. Esto fortalece la prudencia y gradualidad del proceso.

El Consejo Europeo celebrado en Roma ha indicado los sectores comunes susceptibles de tener una política común de defensa. Subrayo la importancia de haber indicado como tales las exportaciones y la proliferación de armamento. No sólo estos sectores son importantes a la luz de la posguerra en el Golfo y del nuevo clima en las relaciones intraeuropeas. También la supresión de las fronteras internas en el mercado único y la necesidad de disponer de industrias de alta tecnología hacen urgente que la CE desarrolle una política común al respecto y en materia de producción e investigación de armamento.

Estados Unidos han manifestado su inquietud por el avance de estas propuestas. Quizás no nos hayamos explicado bien, quizás sean poco conocidos los detalles. La Europa europea quiere confirmar su empeño absoluto a favor de la OTAN y de su finalidad. Pretende, es más, asumir una parte mayor de la responsabilidad. Es exactamente lo que Estados Unidos ha pedido.

La creación de un pilar europeo en la Alianza Atlántica siempre ha sido un objetivo de Estados Unidos. Es justo lo que la Comunidad pretende hacer. ¿Habrá un bloque europeo en el interior de la Alianza? Sí, pero, ¿por qué se ve con preocupación que el objetivo declarado por el presidente George Bush sea que Europa haga su unidad política y llegue a ser un socio de Estados Unidos en un liderazgo común?

La Alianza Atlántica debe adaptarse a la nueva situación europea. Reforzar el polo europeo significa reforzar la Alianza entera. Una vez confirmado este paralelismo, nada excluye que la CE decida una acción propia en áreas geográficas exteriores a las que cubre la OTAN, tras las consultas oportunas dentro de ésta. Las estructuras de dirección de la OTAN deben mantenerse. Cada acción militar necesita una infraestructura eficiente en comunicación, información, planificación y control. Las de la OTAN han demostrado su calidad, y la UEO deberá apoyarse en ellas.

Todo cuanto he expresado presupone una respuesta afirmativa a una pregunta fundamental que he dejado para el final: ¿tiene Europa la ambición de responder, con la aceleración de su proceso de integración, a la aceleración de la historia?, ¿tiene Europa la ambición de lisponer de su destino y de participar en el modelado del nuevo orden mundial?

Jacques Delors es presidente de la Comisión de las Comunidades Furopeas,

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