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GENTE

Inmaculada RodriuezgCasielles

Enfermera a la que filmaba el doctor cuando se desvestía

A sus 22 años, Inmaculada Rodríguez-Casielles continúa bajo el impacto de lo que ella considera un ultraje contra su persona y con la sensación de impotencia que experimenta al haber acudido a la policía y a la justicia creyendo que se castigaría lo que ha vivido como una agresión a su dignidad. Cuando trataron de disuadirla de su intento, "porque nada podrás hacer tú contra un hombre importante", le dijeron, ella insistió en denunciar al odontólogo que le había grabado a escondidas imágenes íntimas. Ahora, en cambio, tras archivar una juez su denuncia. Inmaculada se siente decepcionada.Hermana menor de una famlia con cuatro hijos, Inmaculada abandonó sus estudios de formación profesional para ser administrativa y se pasó a auxiliar de clínica. Cuando empezó a ayudar a un odontólogo a pasar consulta apenas tenía 19 años, y las 45.000 pesetas mensuales que recibía significaban un alivio. Reconoce que el doctor era con ella amable y educado, pero se sentía molesta con las bromas sobre su novio o con insinuaciones de mal gusto.

"Un día me dijo que a ver si me compraba un biquini y lo-lucía para él en una pasarela". recuerda Inmaculada. "Otras veces me decía que me sentaba mejor la minifalda que el uniforme o que por qué lo llevaba tan largo, que parecía una monjita. ,Para qué lo quería más corto, para trabajar, y con el frío que hacía en aquel caserón?". Pero la primera sorpresa se la llevó cuando un día vio, en la habitación donde se cambiaba, el objetivo de una cámara funcionando automáticamente, colocada sobre una mesa y tapada con un trapo.

"Me quedé pálida y no me paré a coger la cinta ni nada. Era el último día antes de las vacaciones de verano y me fui rápida, aunque muy nerviosa", relata. En septiembre de 1989 volvió a su trabajo, "porque lo necesitaba", precisa, pero ya permaneció alerta. Un día, en febrero de 1990, "estaba terminando de cambiarme cuando oí un ruido como si me estuvieran haciendo fotos". "Me asusté", relata Inmaculada, "cuando vi a través del espejo el objetivo de la cámara metido en tina bolsa de basura, recubierta entre un montón de revistas. Me quedé de piedra. En ese momento llamaron al timbre y tuve que abrir. Cuando volví ya no estaba la cámara, pero finalmente la encontré detrás de un sillón. Acerté a quitarle la película y me la guardé. No me fui en aquel momento porque aquella tarde iba a ir mi madre a la consulta y no quería preocuparla. Pero cuando me fui aquella noche, ya no regresé".

A partir de entonces, Inmaculada adelgazó mucho y se encontró muy mal. "Pero yo quería que le castigaran, porque creía que aquello que había hecho conmigo estaba muy mal". Una abogada le aconsejó que denunciara el caso a la policía, de donde el asunto pasó al juzgado. "Me llamaron allí, pero yo nunca vi a la juez ni me tomó declaración", recuerda Inmaculada. Tras archivarse el caso, hizo un poder a un abogado laboralista y firmó el finiquito, "para poderme acoger al paro". En ese documento, Inmaculada renunció al ejercicio cíe las acciones civiles, irrenunciables según la ley. Ahórá no sabe qué hacer. Quien recuperar la cinta, "para que no ruede por ahí, pero no me la dan" dice, y sigue queriendo que el poderoso doctor lo pague. "Yo no quiero dinero", asegura, "pero sí que se reconozca públicamente que se ha aprovechado de mí".

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