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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El pesimismo alemán

"UN DESASTRE". Con estas palabras ha evaluado la integración monetaria alemana el presidente del Bundesbank ante el Comité de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. Estas declaraciones de Karl Otto Pöhl han de ser entendidas como expresión de las adversas condiciones por las que atraviesa la absorción de la extinta RDA más que como premonición de las dificultades para consensuar el ritmo y los contenidos de las próximas fases de la unión monetaria europea y el grado de cohesión de las economías comunitarias en esa transición.El colapso en que está sumida la industria de la parte oriental de Alemania es el resultado más visible de su incapacidad para sobrevivir en condiciones de competencia frente al resto de la industria alemana. La falta de preparación de la unión, sin posibilidad para el ajuste, y la adopción de una relación de conversión poco realista entre ambas monedas han sido las causas de ese desastre.

En 1991, el crecimiento de la economía de lo que era la RDA caerá en un 15% similar al de 1990. Y la producción de la industria pesada apenas alcanzará un tercio de la de hace dos años. El desempleo, que hoy afecta a un tercio de la población activa, crecerá por lo menos hasta bien entrado 1992. Antes de que eso ocurra, los precios de los bienes básicos se habrán igualado en ambas zonas, pero los salarlos orientales seguirán siendo la mitad de los occidentales. Las tensiones sociales que genera esa situación son de una intensidad peligrosamente próxima a la que contribuyó a la desaparición del régimen comunista. A dichas tensiones se les suman las derivadas de la absorción por los ciudadanos occidentales de los costes generados por los subsidios a los parados y a las industrias. ¿Cómo se financiarán esos costes? Probablemente se traducirán en incrementos impositivos adicionales.

Estas dificultades eran previsibles, y voces de la oposición socialdemócrata y de la intelectualidad las previeron antes de la unificación. Pero la dinámica integradora que exigía el proceso democratizador de la antigua RDA el pasado verano y los intereses electorales de la coalición gobernante aparcaron momentáneamente estos augurios.

¿Pueden extraerse lecciones de la unificación alemana que sean válidas para su eventual aplicación al proceso de unidad económica europea? Las situaciones son distintas: son distintos los puntos de partida, son diferentes las prioridades y son también diversas las dificultades a que han de enfrentarse los países económicamente más divergentes del núcleo central de la Comunidad Europea. Por ello, la advertencia técnica lanzada por el presidente del Bundesbank ante los parlamentarios europeos debe considerarse más bien como un reproche a sus autoridades nacionales -justificado, pero fuera de lugar- y, en consecuencia, escasamente válido como intento de extrapolación de esa experiencia al ámbito comunitario.

Las cautelas que las autoridades económicas alemanas -y, de forma destacada, el Bundesbank han mostrado acerca del proceso de unión monetaria europea tendrán base, en todo caso, por sí mismas. Las autoridades alemanas han subrayado el riesgo que entraña ceder precipitadamente la soberanía monetaria a la institución que finalmente debe ser el banco europeo a partir de 1994. Frente a ello, la comisión trata de forzar el calendario, como es su deber institucional.

Pero hay que situar cada fenómeno en su justo lugar. Los alemanes utilizan el pesimismo de su propia experiencia para justificar ritmos más laxos y distintas velocidades en la construcción de la Europa económica y monetaria, utilización que resulta a todas luces exorbitante. Sin embargo, esta actitud del país que constituye la locomotora comunitaria se convierte, por ser quien es, en un dato político de primera magnitud. Porque, al cabo, difícilmente se podrá avanzar en el proceso de construcción comunitaria si paralelamente Alemania no digiere con rapidez el impacto de la absorción de la antigua RDA, que sigue siendo la principal fuente generadora de incertidumbre en la región.

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