Farsa y tragedia
EL PRESIDENTE de la República Italiana, Francesco Cossiga, ha adoptado en los últimos tiempos una actitud completamente distinta a la que corresponde a su cargo y a la que había observado en los primeros años de su mandato. Sus primeras salidas de tono pudieron parecer más bien pintorescas: por ejemplo, cuando afirmó que la obsesión de la clase obrera es la sexualidad y no la lucha de clases. Pero en los últimos días y en reiteradas intervenciones en la televisión se ha lanzado a ataques a diestro y siniestro contra la clase política, los periodistas, los magistrados, tomando además posiciones públicas en problemas de gobierno que están fuera de sus competencias constitucionales.El clima de inquietud suscitado por las manifestaciones anómalas de Cossiga se agravó considerablemente cuando éste decidió defender una organización -la logia seudomasónica P-2- disuelta hace años por su labor subversiva y su participación en los preparativos de golpes reaccionarios. Cossiga recalcó que en la P-2 había "patriotas" dignos de admiración. Utilizó términos semejantes para calificar a los componentes de la red Gladio, aparato clandestino armado que funcionó, vinculado a la OTAN, con el pretexto de impedir una agresión soviética. Mientras tomaba una actitud tan complaciente con sectores acusados de atentar contra la legalidad republicana, Cossiga arremetía contra la clase política, acusándola de no ser capaz de reformar el sistema constitucional ni de gobernar de manera eficiente, y cubría de improperios a los medios de comunicación, afirmando que éstos le someten desde hace dos años a una campaña difamatoria.
En el ámbito gubernamental, Cossiga arremetió frontalmente contra el Gobierno de Andreotti, declarando que no acepta su remodelación y que prefiere una "crisis de verdad". Ha amenazado con disolver el Parlamento, decisión que no entra dentro de sus competencias. El presidente es en Italia, por definición, una persona que se coloca por encima de las luchas políticas directas y que debe ejercer, con escasos poderes efectivos, un papel de arbitraje que puede ser importante. Aún permanece vivo el recuerdo del presidente Pertini, que supo honrar ese cargo. En su primera etapa, Francesco Cossiga, que procedía de la izquierda de la Democracia Cristiana, fue un presidente más bien silencioso.
Sobre el extraño giro de su conducta corre toda clase de explicaciones. Algunos señalan trastornos mentales. Otros se inclinan más bien a pensar que persigue oscuros planes políticos, aprovechando la extendida sensación en la ciudadanía de que el sistema político vigente -que ha servido para el monopolio del poder por la Democracia Cristiana durante medio siglo- ha llegado a su agotamiento y de que son necesarias reformas institucionales de gran calado. En este clima de desconfianza hacia la política, muchos han acogido favorablemente las palabras de Cossiga por su aparente claridad.
¿A qué meta puede conducir esta conducta del presidente, que de momento sólo sirve para ahondar más la crisis del actual sistema? ¿Quizá a preparar el paso a una república de tipo presidencialista? El Partido Socialista de Bettino Craxi viene reclamando una reforma de ese tipo, lo que puede explicar el silencio de dicho partido ante los exabruptos de Cossiga. Pero la actitud de éste, elogiando a la P-2 y a Gladio, descalificando a los políticos en general y desbordando los marcos constitucionales, aparece más bien como un estímulo para las fuerzas que tienen el propósito de dificultar el funcionamiento del sistema democrático italiano.
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