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POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

EE UU se sitúa al margen de las revueltas en Irak

Estados Unidos, artífice de la victoria militar conseguida por la coalición internacional antiiraquí en la guerra del Golfo, sigue atentamente el desarrollo de la revuelta popular contra el régimen del presidente Sadam Husein, pero por el momento no tiene intención de intervenir, a pesar del llamamiento hecho por el presidente George Bush al "Ejército y pueblo de Irak" en pleno conflicto bélico para derrocar a Sadam.

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La actitud oficial de la Casa Blanca, definida la pasada semana por el portavoz presidencial, Marlin Fitzwater, en el primer comentario sobre los disturbios en Irak de la Administración norteamericana, fue de un claro desentendimiento. Los disturbios, vino a decir Fitzwater, son un asunto interno de Irak, y "no queremos inmiscuirnos en sus asuntos internos".La constitución de una heterogénea plataforma anti-Sadam, formada por comunistas, liberales, shiíes y kurdos, no ha hecho variar hasta ahora la posición inicial de la Casa Blanca, a pesar de la petición de apoyo a la revuelta formulada a Bush por un grupo integrista, el Consejo Supremo de la Revolución Islámica, que pretende coordinar las actividades de los sublevados en el sur del país.

La cautela de Bush a comprometer el apoyo público norteamericano a la revuelta anti-Sadam se atribuye en Washington a dos causas principalmente. En primer lugar, según los analistas norteamericanos, la Administración estadounidense abriga serias dudas por el momento de que los disturbios puedan por sí mismos provocar la caída de la dictadura baazista. En segundo, incluso si el derrocamiento de Sadam se produjera, Washington no está nada seguro de que la situación posterior fuera más favorable a sus intereses que el mantenimiento en el poder de un Sadam considerablemente debilitado política y militarmente tras su derrota reciente en el campo de batalla.

Washington no sabe a ciencia cierta si el remedio -la caída de Sadam, verdadera némesis de Bush- sería mejor que la enfermedad ante la ausencia de alternativas reales de poder en Bagdad. Estados Unidos no desea un vacío de poder en Irak, y mucho menos el desmembramiento del país, una posibilidad real si los actuales disturbios, considerados hasta ahora en Washington como revueltas callejeras, derivaran en una larga guerra civil. A pesar de las afirmaciones hechas en Beirut por los portavoces de la plataforma anti-Sadam de que su único objetivo es el derrocamiento del hombre fuerte de Bagdad, Washington no está nada seguro de que una guerra civil en Irak no pudiera resultar en una fragmentación de la actual nación iraquí en tres subpaíses, uno en el sur, bajo control shií apoyado por Irán; otro en el centro en torno a Bagdad, en manos de los suníes, apoyado por Arabia Saudí, y un tercero en el norte, controlado por la resistencia kurda con la anuencia y el apoyo turco y sirio.

La situación en Irak fue descrita el martes por portavoces norteamericanos como "fluida".

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[Radio Teherán informó ayer que se han producido varias muertes en Bagdad durante la represión de manifestaciones].

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