El problema Intifada
La Intifada ha significado un cambio profundo de la situación de Palestina. El levantamiento de jóvenes en Gaza y Cisjordania representa un modo de lucha diferente a los empleados por los palestinos hasta ahora. Se caracteriza por su repetición casi cotidiana, su continuidad, la intervención de menores e incluso de niños como combatientes y por el empleo de piedras y palos como armas. Estas características y la duración, más de tres años, con intensidad creciente, hacen pensar en un cambio radical de estrategia que crea problemas.Al Estado de Israel, sin ningún género de dudas, ya que le obliga a enfrentarse con una parte de la población palestina y no con comandos militarizados. Enfrentamiento que evidencia sin vuelta de hoja ante la opinión mundial el estado de ánimo de los pobladores de esos territorios, que actúan hoy directamente y no mediados por grupos armados y entrenados en otras tierras. Alterando así la función del Ejército israelí, que pasa de defensor de fronteras ante ataques nacidos en el exterior a fuerza de represión local.
Esta nueva línea de acción difiere de la llevada a cabo en los últimos años, e incluso en muchos casos parece que tiende a obligar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a cambiar de orientación política, ya que la actuación popular en los territorios choca frontalmente con las manipulaciones diplomáticas llevadas a cabo por la dirección en torno a Arafat, llegando en algunas ocasiones a choques directos y cruentos con los militantes de la OLP, lo que plantea un grave problema a la organización. La Intifada significa, por su propia acción, el reconocimiento paladino por parte del pueblo palestino del fracaso de la estrategia y del tipo de lucha llevado a cabo por la organización encabezada por Arafat. Cuarenta años largos de terrorismo, golpes de mano e incluso guerras árabe-israelíes no han dado frutos tangibles para la población palestina, que ha acabado por tomar ella misma la iniciativa de la lucha.
En realidad, la Intifada tiene una historia que pasa por la presencia y la acción de movimientos distintos de los grupos y partidos incluidos en la OLP, que engloba desde los religiosos musulmanes tradicionales al partido comunista palestino, pasando por los laicos marxistizantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) de Habace. Existe una corriente islamista en Palestina, representada en buena parte por los Hermanos Musulmanes, que ha adquirido gran importancia, incluso con sus luchas internas y sus escisiones, paralelamente al crecimiento del integrismo musulmán.
Los activistas e integristas musulmanes aparecen como los puritanos del islam frente a los nacionalistas musulmanes occidentalizados y corrompidos que dirigen los Estados desde la descolonización. La prédica de los islamistas ha conseguido transformar en estos países un problema socioeconómico en lucha religiosa. Frente al desarrollo de tipo occidental oponen la sharía, aplicación integral del Corán a la vida social y económica. Incluso la idea de Estados musulmanes es para ellos un concepto occidental contrario a la Umma comunidad de los creyentes. De ahí que en cada país los integristas musulmanes luchen por el poder contra los dirigentes nacionalistas, con éxito.
En el ámbito palestino, la no existencia de un Estado condujo en los primeros tiempos, hace unos trece años, a los integristas palestinos a dirigir todos sus esfuerzos a la reislamización de las poblaciones, creando escuelas coránicas y grupos de reflexión sobre la religión, inhibiéndose voluntariamente de toda acción armada, dejando para una segunda etapa la guerra por la liberación de Palestina. Esta política difiere de la que lleva la OLP, que tiene como objetivo principal la creación de un Estado palestino, lo que significa la división de Palestina y la aceptación del Estado de Israel. Para los islamistas, la división del territorio es inaceptable, y lo ha demostrado prácticamente en varias ocasiones. Por ejemplo, en el momento en que la OLP realizaba un gran esfuerzo diplomático para conseguir la división del territorio, el Hamas (uno de los movimientos islamistas mejor implantados en los territorios) publicó el 18 de agosto de 1988 un documento titulado Palestina es islámica desde el mar al río (Jordán). Pero la proximidad y la realidad de la situación ha obligado a islamistas y OLP a cohabitar aunque fuese con tensiones.
Es en Gaza y en Cisjordania donde los islamistas ejercen su influencia mayor. Gaza, con sus 545.000 habitantes en 1986, tenía 440.000 refugiados, de los que 242.000 viven en campos de refugiados. En ese mismo año, en Cisjordania vivían 961.000 personas, y entre ellas, 369.000 eran refugiados, pero sólo vivían en los campos 93.000. En Cisjordania, el islam oficial dependía de la Dirección Jordana de Asuntos Religiosos, mientras que en Gaza queda bajo el control administrativo del gobernador militar israelí; lo que ha favorecido en este territorio la implantación de un cuerpo de responsables religiosos integristas que escapa al control tradicional, lo que explica la mayor intensidad de las acciones de la Intifada en Gaza. Paradójicamente, la presencia militar israelí concede a los islamistas una mayor autonomía que la que encuentran en otros campos de refugiados situados en Estados musulmanes y bajo estricto control de la OLP.
La Intifada ha implicado una renovación de las élites dirigentes efectivas de los palestinos. En los territorios de Gaza y Cisjordania, las direcciones locales de la OLP eran de origen autóctono, es decir, que los refugiados de 1948 y 1967 estaban ausentes, así como los campesinos. Sólo en los comités de estudiantes se encontraban algunos refugiados. La Intifada fue desde el principio obra de hombres jóvenes de origen refugiado o campesino. Y esto se refleja en la estructura y composición de las direcciones de los movimientos islamistas. El levantamiento ha significado que el encuadramiento de las masas palestinas ha pasado de las élites institucionales de la OLP (familias locales poderosas, imames conocidos, comerciantes, profesiones liberales e intelectuales) a una masa de dirigentes locales muy jóvenes de origen refugiado y campesino.
En la situación actual, los integristas musulmanes, los islamistas palestinos, controlan prácticamente todas las acciones de la Intifada y ejercen así una presión muy fuerte sobre la dirección de la OLP. Su influencia es debida también a que buena parte de militantes y dirigentes de los grupos que integran la Organización para la Liberación de Palestina han hecho suyas las tesis de los islamistas vía el renacimiento religioso musulmán. Este control por parte de los integristas de la organización oficial palestina ha conseguido que la OLP apoye a Irak en el conflicto del Golfo. Esta decisión, que muestra la influencia creciente de los integristas en el movimiento palestino, ha tenido una consecuencia molesta: la mayoría de los Estados árabes, encabezados por las petromonarquías, han cesado su ayuda económica ala OLP. La carencia de los 100 millones de dólares mensuales que servían en parte para completar la ayuda, escasa, de Naciones Unidas a los refugiados es una amenaza terrible para la existencia de los campos. Los habitantes de éstos vivían asistidos, careciendo de autonomía laboral y económica.
Sin la ayuda árabe, los refugiados palestinos, para subsistir, tendrán, más tarde o más temprano, que integrarse y disolverse en los Estados donde residen, lo que significaría a la larga su desaparición, y con ello, una de las bases sociales más importantes de la OLP. En Palestina, esta suspensión de créditos no puede más que incrementar las tensiones existentes en los territorios, ya que lleva a la miseria a los refugiados, que pasan así de asistidos económicamente a parados sin la menor ayuda. Esto lleva a un aumento de la influencia de los islamistas, radicalizando necesariamente las posiciones de los palestinos en lucha y alterando aún más profundamente el equilibrio entre los grupos y movimientos que constituyen la OLP.
La Intifada, militarmente hablando es un paso importantísimo para la creación de un Estado palestino, pero, por el contenido radical político-religioso que la impulsa, el integrismo, es también políticamente un obstáculo grave a la creación de un Estado palestino coexistiendo con el de Israel. La política de los islamistas implica necesariamente la no división de Palestina en dos Estados, lo que complica la situación de la zona. La Intifada tiene el mérito de poner de relieve lo complejo del problema palestino y lo difícil de su solución, diciéndonos que lo importante en este caso seá lo que decidan los habitantes de los territorios, más que una conferencia internacional, sin duda necesaria, pero por el momento, y en función de lo que sucede en Palestina, de incierta eficacia. El obstaculo al plan Bush, o cualquier otro, no esta ni en Shamir ni en Arafat.
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