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Historia de una crisis

El jefe del Gobierno explicó en sus consultas que necesitaba mantener el equilibrio del equipo

El presidente Felipe González ha necesitado tres días para resolver el demorado reajuste, y 24 horas más para zanjar el fleco de Cultura. La despedida del Consejo de Ministros del viernes fue el pistoletazo de salida para una prolongada serie de entrevistas telefónicas y personales. La charla con Enrique Múgica fue la más tensa. Con José María Maravall y Txiki Benegas, que rechazaron ser ministros, mantuvo probablemente las conversaciones más frustrantes. A otros llegó a explicarles que se veía obligado a relevarles para lograr un equilibrio entre las "sensibilidades" socialistas.

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Estas distintas corrientes de poder han mostrado sus posiciones ante Felipe González. Por un lado, el aparato del partido, que ha tenido como primeros representantes a Alfonso Guerra, Txiki Benegas y Virgilio Zapatero Por otro, el clan de Chamartín, con Joaquín Almunia, Javier Solana, José Barrionuevo y, fuera del Gobierno, José María Maravall. También, los solchaguistas que apoyaron las tesis de los ministros Carlos Solchaga y Claudio Aranzadi. Finalmente, un cuarto contrapoder ha sido formado por los ministros que más cerca han trabajado de González durante la guerra del Golfo: Narcís Serra, Francisco Fernández Ordóñez y Rosa Conde.En síntesis, los intríngulis del cambio y su relato cronológico, obtenidos mediante el contraste con distintas fuentes implicadas en la crisis, son los siguientes.

Miércoles día 6

Narcís Serra pasa toda la tarde del miércoles con Felipe González. Desde el día 4 Serra sabía ya con seguridad que sería único vicepresidente del nuevo Gobierno que preparaba Felipe González. Ya había sido, dos meses antes, el único ministro que conoció la dimisión de Guerra, por boca de González, con una semana de antelación.Entre las hipótesis que circulaban, aparecía la de Serra al frente de Exteriores si Francisco Fernández Ordóñez optaba por retirarse del Ejecutivo. También se manejó la posibilidad de que Serra acabara al frente del área económica si Solchaga no aceptaba el reparto de poder decidido por el presidente y optaba por abandonar el Gobierno.

Jueves día 7

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Narcís Serra, por segundo día consecutivo, pasa la tarde en el despacho de González. Con posterioridad, rara ha sido la entrevista del presidente con algún nuevo ministro o con uno saliente que no haya sido precedida o seguida de charlas con Serra, bien personales o bien telefónicas. De facto, Serra ya se ha estrenado como vicepresidente en el propio desarrollo del reajuste.Felipe González habla por la noche con Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda (antes de una cena entre ambos y el economista John Kenneth Galbraith, en la Moncloa). El presidente le anuncia que ya ha decidido quién será el nuevo vicepresidente del Gobierno: Narcís Serra. Sabedor del deseo de Solchaga de acceder a una vicepresidencia económica, González explica al ministro navarro que podrá elegir los ministros de su área, fundamentalmente los que forman la Comisión Delegada para Asuntos Económicos: además de Economía, los de Industria y Comercio, Obras Públicas y Transportes -que se fusionan en una sola cartera-, Agricultura, Sanidad y Trabajo.

Solchaga aporta entonces los nombres de Claudio Aranzadi, para continuar como ministro de Industria, y de José Borrell como ministro de Obras Públicas y Transportes, lo que se ha venido denominando como cartera de Infraestructuras. El presidente sitúa sobre la mesa varios nombres en los que había pensado para el resto de los departamentos económicos, y finalmente opta por Pedro Solbes para Agricultura y Julián García Valverde para Sanidad. Los dos han trabajado cerca de Solchaga: Solbes formaba parte, como secretario de Estado para las Comunidades Europeas, de la Comisión Delegada; y García Valverde era el presidente de Renfe. Solchaga plantea además la propuesta de unir la sección de Seguridad Social (hasta ahora en Trabajo) con Asuntos Sociales. Felipe González le explica que es probable que continúen en el Gabinete los titulares de ambos ministerios, y que por tanto resulta difícil presentar una reducción o fusión de esos departamentos. No obstante, esta posibilidad de fusión quedaría viva hasta el último momento.

José Luis Corcuera, ministro del Interior, sabe ya desde hace tiempo que seguirá en su cargo, y no entra en el juego de estos días. Incluso, en la Comisión de Interior del Congreso sufre un lapsus al hablar de sus planes para los próximos meses.

Viernes día 8

Rosa Conde, en un despiste similar al de Corcuera el día anterior, anuncia que acaba de concluir la última reunión de ese Gobierno y se despide al terminar la conferencia de prensa con esta frase "Hasta la semana que viene".En la reunión del Consejo de Ministros, Felipe González anuncia que está preparando el reajuste y reconoce que "esto no es fácil". Agrega que, si por él fuera, seguiría con los mismo miembros del Gabinete, pero añade que la crisis será amplia.

Tras el Consejo, el presidente invita públicamente a Javier Solana a que se quede a comer allí con él.

El almuerzo comienza tarde porque antes recibe a Julián García Vargas. González le comunica en primer lugar que Narcís Se rra será el nuevo vicepresidente y que piensa nombrarle a él para cubrir la vacante que queda en Defensa. García Vargas ya sabía que Narcís Serra le había pro puesto como sucesor. De hecho, también se aportó su nombre cuando, tras la huelga general del 14 de diciembre de 1989, Felipe González se planteó dimitir para dejar paso a Narcís Serra como presidente.

El siguiente en entrar en el despacho es Luis Martínez Noval, ministro de Trabajo. Felipe González le asegura que va a contar con él, dándole a entender que seguirá en el mismo ministerio. Le explica que, por tanto, se despida de la posibilidad de presentarse en Asturias como candidato a la presidencia del Gobierno del Principado. El presidente no le descarta del todo que pueda ir a Sanidad.

Solana, que había defendido inicialmente que no hacía falta nombrar vicepresidente, comprende las explicaciones que le da González durante el almuerzo, que le exigen un cierto sacrificio personal -de alguna fonna sería el pago por su presencia en el acto de Chamartín- y admite seguir en Educación, como si nada hubiera pasado.

El ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, visita también ese día el despacho del presidente. Hablan poco de la crisis, porque Fernández Ordóñez está bien informado por el presidente. La conversación se dedica sobre todo a estudiar el inminente viaje del ministro a El Cairo y Jerusalén.

Felipe González recibe por la tarde en la Moncloa al todavía ministro de Transportes y Comunicaciones, José Barrionuevo. Ambos mantienen una larga conversación amistosa, durante la cual el presidente le dice que no va a contar con él para el nuevo Gobierno. Dentro del clima cálido y de confianza por el que discurrió la conversación, Felipe González garantiza a Barrionuevo todo su apoyo moral y político para los delicados momentos que tendrá que vivir como consecuencia de los procesos judiciales contra los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación).

El secretario de Organización del PSOE, Txiki Benegas, es recibido también el viernes por la tarde. El presidente le propone dirigir un macroministerio en el que se fusionen Administraciones Públicas, Relaciones con las Cortes y algunas competencias de Presidencia. Es la idea de reorganización administrativa que había planteado Joaquín Almunia, pero el caramelo se le ofrece a un hombre del aparato, Benegas se muestra, sin embar~ go, reticente, porque prefiere seguir trabajando en el partido.

Ese mismo viernes, Felipe González llama telefónicamente a Alfonso Guerra, que se encuentra en Australia asistiendo a una reunión de la Internacional Socialista. Ambos conversan sobre la crisis. También lo habían hecho el jueves de la semana anterior, 28 de febrero, en el transcurso de iina cena en la casa de Guerra, en Las Rozas.

Sábado día 9

Carlos Solchaga habla telefónicamente el sábado con Felipe González, quien le informa de las presiones que recibe del partido en contra de algunas de sus propuestas.El presidente avisa a Virgilio Zapatero de que le verá al día siguiente, domingo.

Asimismo, ese día el presidente entra en contacto ya con José María Maravall, para proponerle Cultura. Maravall se niega, pero quedan en volver a hablar al día siguiente.

A las 19.30, recibe a Jorge Semprún, ministro de Cultura. Semprún, cuya cabeza pedía el aparato del partido por sus críticas, está convencido de su cese, y se anticipa a decir que no piensa plantear ningún problema. La charla es muy amistosa. González le agradece las opiniones que Semprún ha expresado en la prensa, y le explica que algunas de ellas, sobre la guerra del Golfo, han influido muy favorablemente en el apoyo de los españoles al Gobierno. A continuación, le reconoce que su cese se debe a la necesidad de procurar el mantenimiento de los equilibrios internos en el partido. También le pide que siga viviendo en España.

El presidente recibe también el sábado a Carlos Romero y Joaquín Almunia, para comunicarles el cese. Y es imaginable que también a Javier Sáenz Cosculluela, pero ninguna de las numerosísimas fuentes consultadas sabía cuándo habló el presidente con el ministro cesante de Obras Públicas. Ni siquiera si llegó a hablar. El más sorprendido por la destitución fue Almunia. El había propuesto y defendido una reforma administrativa que el presidente había aceptado. Pero González pensaba en Benegas para encabezarla como ministro. El presidente explicó al titular de Administiraciones Públicas que deseaba cambiar el Gobierno y no sólo reformarlo, y que por ello debía prescindir de algunos antiguos ministros.

Esa misma noche, se reúnen a cenar en el restaurante madrileño Los Porches los ahora ex ministros Almunia, Barrionuevo, Romero, el confirmado Solana y el propuesto Maravall. El objetivo de era convencer a éste de que acepte. Pero no lo consiguen.

Domingo día 10

El presidente ya tiene la lista elaborada el domingo, a falta de confirmar a Maravall en Cultura y de comunicar el resto de los nombramientos.La entrevista con Enrique Múgica fue el peor trago para Felipe González. Incluso el presidente comentó a alguno de sus interlocutores previos que temía que llegase ese momento. Se trata de la entrevista más tensa. El encuentro en el palacio de la Moncloa se produjo poco después de las diez y media de la mañana del pasado domingo. González inició la charla en tono amable y le explicó a Múgica que le agradecía sus esfuerzos al frente de Justicia, pero que se iniciaba una nueva etapa y que había decidido prescindir de él. Seguramente, hasta ese mismo instante esperaba Múgica que González le ofreciera otra cartera en el Gabinete, y sólo en ese momento, según personas cercanas al ya ex ministro, se percató de que no era así y de que ya no asistiría a los consejos de ministros. Su gesto, comentan, fue de incredulidad mezclada con rabia. Acto seguido, y con palabras poco seguras, intentó pedir explicaciones a la vez que se preguntaba en voz alta qué sería de su posición futura -tanto política como familiar- y cómo transmitiría lo que acababa de ocurrir a sus más próximos. González debió pasar un mal trago y sentirse azorado. Sus ya viejas relaciones con Múgica evitaron seguramente que el jefe del Ejecutivo reaccionara con dureza y optó por zanjar con rapidez la conversación. Sin embargo, el ex ministro no acudió ayer a la reunión ele la ejecutiva del PSOE.

Virgilio Zapatero habla con el presidente por la mañana. González, quien ya tiene confirmada la negativa de Txiki Benegas a ser superministro, e da a elegir entre Relaciones con las Cortes y Justicia. Zapatero le contesta que él no iba a elegir y que aceptaría lo que el presidente decidiera. González le dijo que prefería que siguiese en el ámbito de La Moncloa y que mantenía todas sus funciones. Zapatero respiró, ya que la opción del presidente coincidía con sus deseos.

A partir de las seis de la tarde entró en el despacho de Moncloa Juan Manuel Eguiagaray, nombrado en Administraciónes Públicas. Al entrar, se cruza con Julián García Valverde, nuevo ministro de Sanidad. También el domingo llegan la guerrista Matilde Fernández y Claudio Aranzadi, quien era conocedor de la situación mer ed a su con tacto con Carlos Solchaga. Hasta poco antes, el Ministerio de Asuntos Sociales estaba previsto para Carlos Romero; pero finalmente González prefiere mantener a Matilde Fernández, con lo que no se reduce la representación femenina.

González telefonea a Tomás de la Quadra-Salcedo, para avisarle asimismo de que al día siguiente desearía conversar con él. El ex ministro de Administración Territorial se llevó una in mensa sorpresa cuando supo que podía ser ministro.

Lunes día 11

De la Quadra es recibido en la Moncloa el lunes por la mañana, y acepta la cartera de Justicia. Su llamada no es una casualidad, porque González ha pensado en rescatar a ministros del primer Gobierno. Es el caso, frustrado, de Maravall; y tambien estuvo en sus planes en algún momento Ernest Lluch para Cultura.José Borrell es llamado a la Moncloa el lunes por la mañana, aunque, evidentemente, conoce su nombramiento al menos desde el sábado, a través de Solchaga. Borrell aporta la coincidencia histórica de la presencia de un catalán en lo que en su día fue el Ministerio de Fomento, al frente del cual estuvo en 1918 Francesc Cambó.

Pedro Solbes, que también conoce los planes del presidente respecto a él, es ratificado como nuevo ministro de Agricultura. González sólo tiene y a un hueco: Cultura. Sus últimos intentos con Maravall son infructuosos. Finalmente, habla con Jordi Solé Tura -ex dirigente comunista y actualmente diputado del PSOE-, y completa así todas las sillas de la mesa oval del nuevo Gobierno.

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