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Grietas en la casa, unión en la cocina

La crisis ha mostrado públicamente las fisuras abiertas en el PSOE

Álex Grijelmo

El anuncio del nuevo Gobierno zanjará cinco meses de luchas y presiones en el seno del PSOE, el partido que siempre ha pretendido comparecer ante la opinión pública como una organización homogénea y coherente. Los pasillos, las cenas, las visitas a la Moncloa y, sobre todo, las páginas de la prensa han sido escenario en estos meses de las tensiones desatadas entre los socialistas, desde el congreso celebrado en noviembre. Esta estructura que aspira a formar la casa común de la izquierda se enfrenta ahora, paradójicamente, a la necesidad de poner yeso a sus propias grietas.

El PSOE fue uno y grande en la oposición, incluso con la presencia testimonial de la corriente minoritaria Izquierda Socialista. El primer Gobierno de Felipe González acogió a un tecnócrata elegante llamado Miguel Boyer que se convirtió en uno de los políticos más famosos del país y que impuso medidas económicas y fiscales no precisamente electoralistas. En la primera crisis de Gobierno, en 1985, Boyer aspiró a una vicepresidencia; y Alfonso Guerra no permitió compartir su segundo escalón en el podio. Salió Boyer, pero dejó como heredero a Carlos Solchaga.Poco a poco, se fueron agrandando las distancias entre los dos sectores: los guerristas, autosituados en la izquierda; y los solchaguistas, enfrentados con UGT y tachados de caminar hacia la derecha. Antes del 320 congreso, celebrado el pasado noviembre, surgió una tercera vía: se les llamó el clan de Chamartín, y no estaban de acuerdo ni con la "socialdemocracia" de Solchaga ni con el estilo de Guerra. Sus cabezas visibles eran Joaquín Almunia, José Barrionuevo, Javier Solana, Joaquín Leguina.

Todos ellos fueron barridos, porque las bases del partido fomaron una pina con Guerra. Ahí empezó la crisis de Gobierno.

González estaba convencido de que necesitaba renovar su equipo, que ya no era un grupo de amigos. Pero se topó primero con su desentendimiento con Guerra para esa tarea; y después, con las incompatibilidades personales entre el vicepresidente y algunos aspirantes a continuar la labor de gobierno socialista. A ello se sumaron además los sospechosos negocios del hermano del número dos socialista. Y todo junto causó su dimisión.

Primero en solitario

Felipe González había dicho en la clausura del congreso socialista que los delegados decidieron la ejecutiva, pero que él haría el Gobierno. Así, Guerra ganó el congreso pero perdió la crisis.González se enfrentaba a su primer reajuste del Gobierno en solitario. Esta vez no contaría con el respaldo, el consejo y la in fluencia del vicesecretario general. El presidente se ha apoyado, en su ausencia, en varios ministros: fundamentalmente, los que han vivido con él las intensas horas de la guerra en el Golfo: Narcís Serra, Francisco Fernández Ordóñez y, curiosamente, Rosa Conde. La portavoz ha pasado en poco tiempo de directora general del Centro de Investigaciones Sociológicas a ministra de sólida situación, aunque sólo lleve cinco meses afiliada al PSOE Ella y sus compañeros del minigabinete de crisis han disfrutado de un contacto privilegiado con el jefe del Gobierno.

Al margen de este grupo de ministros con trato muy directo el resto de las corrientes se han abierto paso a duras penas. Y, en síntesis, han conseguido mostrar los siguientes propósitos.

Guerristas. En la formación del Gobierno, han dado la batalla frontal para evitar que Solchaga ascienda a vicepresidente Propugnaron para su recambio a Francisco Fernández Ordóñez, como hombre de transición y no beligerante hacia el sector guerrista. También han defendido la entrada de Txiki Benegas, secretario de Organización, para responsabilizarse de la coordinación política con el Parlamento. Igualmente, han defendido la presencia de Virgilio Zapatero como coordinador político. También han sido muy claros en sus deseos de despidos: Almunia, Barrionuevo, Jorge Semprún: quienes les amargaron la preparación del congreso y apoyaron a Joaquín Leguina en su lucha madrileña frente al guerrista José Acosta. Menos empeño, en cambio, mostraron contra Javier Solana, muy unido a Felipe González. Uno de los problemas del sector del aparato ha residido en la ruptura de su privilegiada comunicación con el presidente. La vía directa de Guerra para hablar con Felipe González quedó rebajada a la menos habitual de Txiki Benegas.

Solchaguistas. Los altos cargos del área económica son quienes principalmente apoyan a Solchaga, respaldado además por los poderes económicos y Financieros. Los solchaguistas mantuvieron en primer lugar la batalla contra Guerra, que objetivamente ganaron en el terreno del Gobierno. Después, han reclamado el ascenso del ministro navarro a una vicepresidencia. Perdido este lance, insistieron en una primacía política de Solchaga mediante el nombramiento de personas afines a él en los ministerios de ese área. Apenas han trabajado, en cambio, el apoyo a su amigo Semprún, por sus escasa. posibilidades de éxito.

Chamartín. Un miembro del sector, Joaquín Almunia, fue propuesto como coordinador político del Gobierno; y otro, Javier Solana, para la vicepresidencia. El clan de Chamartín no ve con malos ojos, sin embargo, la ascendente figura de Narcís Serra. La prudencia extrema ha guiado los pasos de los ministros que apoyaron a Leguina en el acto del hotel Chamartín. Sus declaraciones en la prensa han sido escasísimas; han centrado su acción en el contacto directo con el presidente. Almunia, siempre crítico con la organización del entorno más próximo a González, fue llamado a consultas sobre la reorganización administrativa para reducir el número de departamentos y fusionar algunos, y durante estas semanas se ha considerado fluido su trato con el presidente. Se le pronosticó superministro de Administraciones Públicas, Relaciones con las Cortes y Presidencia. Pero algún problema se ha cruzado en el camino, tal vez esa reorganización de la Presidencia.

Proximidad física

La lucha, pues, se ha centrado en controlar el entorno más inmediato de Felipe González: la vicepresidencia (también llamada "el delfinato", en descripción sucesoria) y los centros de poder del complejo de la Moncloa.Finalmente, la vicepresidencia parece otorgada a una persona que no era propuesta directamente por ninguna de las corrientes del Gobierno. Narcís Serra, actual ministro de Defensa, es apoyado por el Partit deis Socialistes de Catalunya, pero, sobre todo, cuenta con la confianza de Felipe González, máxime después de su trabajo durante la crisis del Golfo.

Las familias socialistas han movido los cimientos de la casa, pero sus argumentaciones luchan contra un poder muy amplio: el que da la proximidad fisica y el trato cotidiano en la cocina de la Moncloa.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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