Cogida de El Inclusero cuando bordaba el toreo a la verónica
Impresionante cogida. El Inclusero sufrió una cogida que pudo ser muy seria después de instrumentar -más bien bordar- dos verónicas monumentales. La afición había coreado esas dos verónicas con los olés profundos que se reserva para el toreo bueno, y ya se crecía El Inclusero, ganándole terreno al toro hacia los medios, cuando se le torció un tobillo y cayó a la arena. El Inclusero salvó la furiosa embestida del toro reconduciéndola, medio incorporado, con una larga cambiada, y ya no pudo librar la siguiente, pues volvió a perder el equilibrio, el animal se revolvió rápido y le corneó por donde mejor le guiaba su salvaje instinto.Los quites de las cuadrillas llegaron en cuanto fue posible, pero ya se había producido el percance. La temporada madrileña se estrenaba así con unos apuntes de gloria y otros de tragedia, plasmados en aquellas verónicas monumentales que coreo la afición con olés profundos y en esa cogida impresionante -por fortuna, no grave-, que dejó en la plaza un largo murmullo de consternación. Luego la corrida transcurriría anodina, porque anodinos resultaron los toros, y estuvo a punto de acabar en escándalo a causa de un presidente que tuvo la ocurrencia de ponerse el reglamento por montera.
Pasquau / Inclusero, Seseña, Martín
Tres toros de Juan Pablo Jiménez Pasquau, bien presentados, inválidos; 4º sobrero -en sustitución de un toro titular inválido-, de Benítez Cubero, con trapío, manso; resto de José Vázquez, con trapío, 5º poderoso y noble, 6º inválido. El Inclusero: cogido de pronóstico reservado al lancear al primero. José Luis Seseña: dos pinchazos bajos y bajonazo (silencio); bajonazo descarado y dos descabellos (silencio); media ladeada, rueda de peones -aviso-, dos pinchazos y tres descabellos (silencio). Pepe Luis Martín: bajonazo (silencio); dos pinchazos, rueda de peones -aviso con retraso- y dos descabellos (silencio); pinchazo, otro hondo tendido y descabello (palmas). Plaza de Las Ventas, 3 de marzo. Inauguración de la temporada. Más de media entrada.
El último toro estaba inválido. No hacía falta ser experto en toros -por ejemplo, veterinario, o zoólogo, o vaca- para percatarse de la invalidez. Sólo hacía falta mirar al ruedo y ver que, antes de sufrir la agresión del puyazo, se caía de hocicos a cada paso, y después de sufrirla, se desplomaba. Es decir que, sin necesidad de asesoramiento veterinario, zootécnico o vacuno, el funcionario que ocupaba la presidencia -llamado el señor Espadas, don Luis- tenía delante la evidencia de la invalidez del toro, y si también hubiera tenido delante el reglamento -en lugar de utilizarlo para cubrirse la bolda cabellera- lo habría devuelto al corral con toda premura y sin ningún miramiento.
Bronca sonora
El funcionario-presidente, en cambio, no devolvió el toro al corral y disgustó al público, que, con toda razón, le dedicó una bronca sonora, amenizada con la inclusión en sus airados parlamentos de algunos de los más desgarrados epítetos que contiene la lengua castellana. No todos los aficionados gritaban, sin embargo. Algunos preferían sufrir en silencio, mientras otros se dedicaban a comentar que los reglamentos de nada sirven si no se cumplen, así digan misa. Y eso es lo que ha venido ocurriendo con el reglamento actual en sus casi 30 años de vigencia: que no se ha cumplido jamás. Y no se ha cumplido, precisamente por la dejadez de funciones -a veces incluso por la incuria- de presidentes parecidos al que con el añejo texto articulado se cubría la blonda cabellera. Ahora están preparando un reglamento nuevo y ya podrá decir misa, pues si se cumple como el actual -que también la decía, además en latín-, mejor le hubiera valido al legislador dedicar su tiempo al placentero consumo del percebe.Todos los toros estaban inválidos en realidad -no tan escandalosamente como ese sexto de la tarde- y llegaban al último tercio con medias arrancadas. José Luis Seseña y Pepe Luis Martín muletearon muy pundonorosos a sus respectivos lotes (incrementados con el del compañero herido), aunque sin posibilidad de redondear faenas, dadas las circunstancias. Unicamente un toro, el quinto, tuvo embestida larga y noble por el pitón izquierdo, y Seseña la aprovechó para sacarlo guapamente al centro del redondel y ligar allí animosas tandas de naturales. Llega a cargar la suerte en esos naturales animosos, y habría obtenido el triunfo de clamor que tanta falta le están haciendo a él mismo y a la fiesta. Pero no llegó a cargarla -más bien la descargaba totalmente- y sólo se le agradeció la voluntad.
Pepe Luis Martín estuvo valeroso en sus intervenciones, que por añadidura tuvieron buen corte torero, y hasta intentó faena en el pelma inválido toro del escándalo. También le agradecieron la voluntad. El público de toros es atentísimo y sabe dar las gracias a quien la merece, aunque otros le hayan puesto de malas. Y ayer abandonó de malas la plaza. Por el lamentable percance de El Inclusero, por el presidente y porque -¡qué demonio!- hacía frío.
Pronóstico reservado
Gregorio Tébar El Inclusero, cogido al lancear de capa al primer toro de la tarde, fue atendido en la enfermería de la plaza por el doctor Máximo García Padrós y su equipo, de contusión en el hemitórax izquierdo, con fracturas costales y enfisema subcutáneo. El pronóstico es reservado, según el parte facultativo firmado por el doctor García Padrós, pendiente de estudio radiológico.
Babelia
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