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Hace 5.000 años

Cinco muchachos de Torrelodones descubren unas pinturas rupestres

Isaac Velasco Carrero, de siete años; su hermano Raúl; Juan Alonso Gallego, de 12; Ramón Cajal González y Borja Robredo Botella, de 11, descubrieron hace un año ocho pinturas rupestres en las paredes de una covacha natural formada por rocas conocida como Canto de la Cueva. Esta cueva y al menos otras cinco "sirvieron de refugio a la gente del pueblo durante la última contienda civil", según vecinos de Torrelodones.

Tres de las ocho figuras halladas se encuentran en una misma roca, a poca distancia entre sí, y representan a un hombre que, armado con un utensilio, aparenta defenderse de un cuadrúpedo astado. En la parte superior de dichos dibujos se encuentra otro que bien podría ser una cabra. En otro lugar de la cueva, aparecen tres cuadrúpedos: uno de ellos es un jabalí. En otro lugar se encuentran dos figuras (también cuadrúpedos). Las pinturas están elaboradas en color rojo y son de 15 a 20 centímetros de longitud.Según la revista Nosotros, que edita la parroquia de San Ignacio de Loyola, adonde los chicos acuden al colegio, dos expertos en pintura rupestre, entre ellos Rosario Lucas Pellicer, profesora de la Autónoma de Madrid, determinaron que las pinturas son "pospaleolíticas, de unos 3.000 años antes de Cristo".

Lucas añade que en la región existen unas diez estaciones rupestres, y no descarta que en la zona del Canto de El Pico, en Torrelodones, existan otros restos de esta época.

En la misma publicación, Lucas sugiere al Ayuntamiento que vele y defienda el paraje y no permita "obra o remoción que ponga en peligro sus valores históricos", ya que se trata de un bien cultural que forma parte del patrimonio histórico español. El ecosistema de la zona, en la base del monte conocido como El Canto de El Pico, se encuentra en condiciones muy precarias debido a la proliferación urbana que ha sufrido el municipio en los últimos años.

En la cúspide del monte se encuentra el palacio del mismo nombre, que perteneció a Francisco Franco y que se está rehabilitando como hotel de lujo. Hace escasos meses, el Ayuntamiento aprobó la urbanización de la zona ante las protestas de la asociación de vecinos de Torrelodones. Los vecinos argumentaban entonces que la decisión municipal debía de aplazarse debido a que el palacete y su entorno están considerados monumento histórico-artístico. Lucas dice que, al estar declarado el lugar como "bien cultural", la zona está protegida y se han tomado las medidas oportunas para su conservación.

Los cinco del Canto

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Aunque los cinco chicos comunicaron por primera vez el hallazgo de las pinturas a su profesor Antonio Cantalejo durante el curso pasado, hasta ahora no se ha hecho público el descubrimiento, debido al temor de que la cueva fuera desvalijada o que sufriera daños irreparables. Los responsables del colegio se sienten orgullosos del descubrimiento de esta parte de la historia de la humanidad y de que el hallazgo haya sido posible gracias a sus alumnos. También destacan la responsabilidad de los alumnos, que han sabido mantenerlo en secreto hasta que no se han tomado las medidas oportunas para evitar el deterioro de las pinturas y de su entorno, así como de su autenticidad.Dos años antes, el más pequeño del grupo, Isaac, mientras se encontraba con su hermano Raúl visitando la cueva, distinguió "una cosa roja que no sabía qué era", dice el pequeño, y se lo dijo a su hermano. A Raúl, las manchas rojas le parecieron sospechosas, y pudo comprobar que eran las figuras descritas en el primer grupo, en el que se representa la lucha entre un hombre y un cuadrúpedo junto con otro animal. Poco después, Raúl descubrió otras dos figuras. Los chicos no dieron importancia al hallazgo hasta que, durante el curso pasado, mientras estudiaban la pintura rupestre, pudieron ver en unas diapositivas dibujos de las cuevas de Altamira y preguntaron a su profesor si en Torrelodones era posible la existencia de estos dibujos. Cantalejo respondió negativamente.

Raúl comentó entonces a sus compañeros Juan, Ramón y Borja la existencia de los dibujos, y juntos fueron a explorar de nuevo la cueva. Allí descubrieron otras tres figuras. Borja se encargó de fotografiar las pinturas y llevarlas al colegio para que Cantalejo las examinara.

Para acceder a la cueva, que ahora está precintada para que no sufra posibles deterioros, "hay que ir reptando hacia abajo unos cinco metros", dice el director del centro. Borja añade que ellos no tienen dificultad para penetrar en ella, pero que un adulto las tendría "dependiendo de su dimensión", especifica.

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