El Cuarteto Borodin, intérprete de Shostakóvich
El Cuarteto Borodin de Moscú viene a paliar, por unos días, la mayor carencia que sufre la vida musical madrileña: la de la música de cámara. Y lo hace a través del ciclo completo de cuartetos de Dmitri Shostakóvich, que en su totalidad no se ha dado nunca en la capital española. El programa general incluye un casi libro de José Luis Pérez de Arteaga, tan rico en información como obediente a rectos criterios.Para mí lo son aquellos que no desprecian ni tiran por la borda una creación como la del compositor soviético, tan vapuleado por quienes realmente la desconocían. Escasa y muy parcial noticia había y hay entre nosotros de la parcela camerística de Shostakóvich y, sin embargo, se trata de la aportación cuartetística que, con la de Bartók, se mantiene más viva en el repertorio, pues otros cultivadores del género -Milhaud y Villalobos, por ejemplo-, a pesar de sus méritos innegables, no circulan en los programas con la naturalidad y frecuencia del músico soviético y el húngaro.
Ciclo de Cámara y Polifonía de la ONCE
Los cuartetos de Shostakóvich.Intérprete: Cuarteto Borodin de Moscú. Auditorio Nacional. Madrid. Del 26 de febrero al 7 de marzo.
Sin soslayarla, porque forma parte de la aventura personal del compositor, no pueden apoyarse juicios algunos sobre los cuartetos de Shostakóvich sobre la peripecia política de su autor. Siempre he sostenido que la obra de Shostakóvich, si hubiera sido creada en entera libertad, sería sustancialmente la misma que nos ha legado: lírica, irónica, bien construida, radicalmente rusa, sin complacerse en citas folclóricas, enralzada en la gran tradición y, a la vez, original y moderna. Que modernismos hay muchos y será actitud tramposa la de apuntarse a uno solo, cualquiera que éste sea.
Universalidad
Para empezar, hemos de anotar que en toda la larga producción de Shostakóvich se nos dan raros ejemplos del realismo socialista, pese a los constantes sermones recibidos por el músico de los doctrinarios de turno. Para seguir, subrayemos la universalidad de una música que ingresó inmediatamente en los ambientes de política más contraria a la imperante en la Unión Soviética durante muchos años. Que Estados Unidos y el Reino Unido hayan sido, tras la URSS, los grandes consumidores de música de Shostakóvich supone todo un dato.El ciclo iniciado en el Auditorio Nacional el martes se abrió con los cuartetos segundo y tercero, y las versiones del Cuarteto Borodin alcanzaron cuantas perfecciones y ejemplaridades puedan desearse. Los cuatro instrumentistas -Mijail Kopleman, Andréi Abramenkov, Dmitri Shebalin y Valentín Berlinsky son solistas consumados, lo que no empece para que se logre la totalidad cuartetística desde un perfecto equilibrio y una admirable flexibilidad de metro, ritmo, matiz, cantabilidad, y dinámica.
Shostakóvich nos muestra en estos dos cuartetos de 1944 y 1946 su impulso lírico y dramático. Pero, en igual grado, su feliz ironía, como en el primer tiempo del Cuarteto número 3, que reverdece el espíritu de la ópera La nariz, sobre Gogol. En los adagios recibimos siempre al gran lírico que fue Shostakóvich, sí bien se cuida de evitar exageraciones patéticas exteriores para intensificar la fuerza de un mensaje emocional muy íntimo. Como construcción, cada cuarteto supone un hallazgo, un hacer del lenguaje no envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo, tal y como decía Unamuno. El público aplaudió con entusiasmo.
Babelia
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