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Marío Buracchia

"El milítar pacifista del Golfo"

Juan Arias

Al vicealmirante Mario Buracchia, capitán responsable del contingente naval italiano presente en el Golfo, que ha dimitido tras haber declarado que esta guerra "se podía haber evitado con un poco más de sabiduría", se le ha bautizado ya como "el militar pacifista del Golfo", aunque él sigue afirmando que sus palabras han sido mal interpretadas.La revista católica italiana Familia Cristiana, acusada al principio de haber manipulado la entrevista, entregó la cinta a la radio, que retransmitió a todo el país las palabras literales del vicealmirante Buracchia. A la pregunta sobre su estado de ánimo cuando estalló la guerra, el vicealmirante responde: "He pensado en muchas cosas, también en mi familia. Y me he preguntado si de algún modo no nos habrán tomado a todos el pelo, si no nos habrán metido en un juego más grande que nosotros". -

Buracchia, hijo natal de Rímini, la ciudad de Federico Fellini, donde se está celebrando estos días el histórico XX y último congreso del Partido Comunista Italiano, cumplió sus 50 años de edad el viernes pasado en la nave Zafiro, en el Golfo. Casado con Marina Rivetti y padre de una hija de 19 años, todos le conocen como un militar "gentil y reservadísimo". Posee baúles de condecoraciones. Es uno de los mayores expertos del golfo Pérsico, donde estuvo desde agosto de 1988 hasta enero de 1989 y a donde había vuelto el 6 de noviembre pasado. Allí había dirigido durante un mes las actividades de todos los contingentes de las marinas de la Unión Europea Occidental (UEO). Es un militar "culto, eficiente, discreto y humano", afirman quienes lo han conocido de cerca y quizás por ello sus superiores lo habían incluso introducido en la carrera diplomática como consejero militar en la Embajada de Yugoslavia desde 1977 a 1980. Pero el gusanillo del mar y de los buques fue más fuerte que él, y pidió volver a la vida activa. Es un experto en la guerra de minas.

Su reacción al bombardeo de los políticos, a las burlas que le han llovido por haber recordado a su familia al saber que había comenzado la guerra y a las iras del Gobierno, ha sido, como él, discreta, firme. y sin dramatizaciones. No ha esperado a que lo echasen. Aun reconociendo que sus críticas iban encaminadas sobre todo al comportamiento cerrado de Irak, consideró que su imagen se había ofuscado y que no podía continuar dirigiendo a sus marineros en guerra.

Los pacifistas han hecho ya de él un símbolo y un mártir. Los partidarios de la guerra lo han excomulgado para siempre afirmando que ha llenado de bochorno a la nación. Los expertos en derecho se han dividido en la polémica que se ha levantado sobre si un militar puede o no revelar sus "sentimientos personales" sin que ello afecte a su fidelidad y obediencia al cargo. Y, como suele pasar, el mochuelo se lo está cargando ahora la prensa, acusada de haber "arrancado" al capitán Buracchia "lo que quizá no hubiese querido decir", y se habla ya de prohibir, de ahora en adelante, a los informadores acudir a los buques presentes en el Golfo para evitar todo contacto directo con los militares.

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