Las buenas intenciones
En una película relativamente reciente, Mamá, hay un hombre blanco en tu cama, Coline Serreau ilustraba, a partir del reciclaje sentimental de un ejecutivo de una multinacional láctea por obra y gracia de una colosal limpiadora negra, el tan cacareado fin de la lucha de clases, haciendo que un epílogo con familias mostrase la perfecta, celestial entente de todos con todas: la ex exposa con su nuevo marido -y antiguo amante clandestino-, los hijos blancos del ejecutivo arrepentido en fraternal comunión con los cinco hijos negros de la ya ex limpiadora, y la nueva pareja formada por ésta y su antiguo empleador ilusionada con el avanzado embarazo de la chica.. La lección, pristina, se imponía hasta a los más obtusos: el amor salta por encima de todas las barreras -de clases, de razas- y termina siendo el cemento que construirá una sociedad nueva.No se puede afirmar, en puridad, que Josefina Molína se sitúe muy lejos de esta línea. Tras contar en Esquilache -si dejamos de lado su inteligente visión televisiva de Teresa de Ávila, su mejor película, a pesar de, o tal vez por, la aviesa lectura justificativa de los administradores contemporáneos del poder que se desprende de su contenido- los irremediables excesos a que puede llevar una visión estrecha, cerril del mundo, Josefina Molina pretende con su nuevo filme ahondar más en el tema y, con protagonistas y vivencias de hoy mismo, construye una parábola sobre el amor y el entendimiento orquestado en seis piezas que, precedidas por carteles introductorios que parecen tomados en préstamo de un filme de Bergman , se ordenan a partir de una mujer madura (Charo López) que, tras romper con su pareja, debe imprimir un nuevo rumbo a una vida hasta entonces confortable, con marido e hijos.
Bazas
Las bazas con que cuenta Lo mas natural son claras: el binomio López-Miguel Bosé -que funciona bien como gancho, y que se aguanta muy bien en la paritalla, a pesar de la endeblez de sus personajes-, un tema actual -la degradación ecológica de] entorno-, un justo punto reivindicativo -los derechos de una mujer madura a orientar su vida en la dirección que crea más conveniente; un toque de alarma sobre la destrucción del planeta-, un aire de complicidad entre las mujeres que se debe agradecer a la cineasta, comprometida de antiguo en proponer una visión de la mujer en la pantalla lejos de clichés y firmemente consciente de su propia individualidad.Con lo que no puede Molina, decididamente, es con un guión tosco, construido no sobre la descripción verosímil, coherente de los personajes -y sus debilidades, que son de agradecer: como en la vida, nadie es de una pieza en esta película-, sino sobre pequeñas bromitas que no siempre funcionan; que no sabe encontrar nunca el tono, a pesar de las declaraciones de la cineasta en el sentido de que se trata de una suerte de comedia involuntaria; que ostenta -dudoso récord- algunos de los diálogos peor escritos en mucho tiempo. Todo esto, y un final cándidamente esperanzador y forzado -la comprensión de todos y todas, una suerte de comunión de los espiritus- y atropellado -véase la secuencia del aeropuerto: ¡qué lejos estamos del modelo que se pretende emular, el de los enredos propios de la comedia clásica americana!-, malogran un Filme que, desafortunadamente, se queda sólo en sus buenas intenciones.
Babelia
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