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Tribuna:GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO
Tribuna
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La batalla de Israel

Tras sufrir media docena de ataques de misiles Scud lanzados por Irak con un resultado de creciente destrucción humana y material, en Tel Aviv hay algo claro: nadie puede defender a Israel de sus enemigos salvo la misma Israel. El Gobierno de Isaac Shamir había pospuesto cualquier medida de represalia militar inmediata, sacrificando su necesidad vital de mostrar un castigo ejemplar ante el mundo árabe que le es hostil en aras de su relación con los aliados, especialmente Estados Unidos, quien temía una ruptura de la coalición multinacional en guerra contra Sadam. La postura de Tel Aviv, responder cuando se estime conveniente, pero no ahora, satisfacía a todos. ¿Pero se le puede pedir a un país que no ejerza el más íntimo de sus derechos, el derecho a la autodefensa?Primeramente, el temor a la división política de la coalición se ha disipado en gran medida. Los dirigentes de Arabia Saudí, Hosni Mubarak en Egipto y Asad en Siria han afirmado que comprenderían una reacción israelí si ésta fuese proporcionada.

Es más, ahora que las operaciones siguen ofreciendo la imagen de necesitar mayores esfuerzos de los inicialmente imaginados, la contribución militar directa israelí podría suponer una gran ayuda. Las Fuerzas Armadas de Israel son las que mejor conocen la zona y aquellas que han demostrado saber cómo luchar -y ganar- contra Irak. Militarmente, de eso no hay duda, Israel sería de mucha más utilidad que muchos de los aliados árabes de la fuerza multinacional.

¿Pero puede actuar Israel? Parece Impensable que las naciones árabes cedan el uso de sus bases a la aviación de Tel Aviv, a pesar de que todos estén buscando el final más rápido de Sadam. Por ello, sólo quedarían dos opciones: o sobrevolar a lo largo de todo el perímetro de la península arábiga, repostando varias veces en tan largo vuelo, o violar el espacio aéreo jordano. Esta segunda opción conllevaría quejas diplomáticas, pero dificilmente se convertiría en casus belli.

La utilización masiva del Ejército israelí a través de Jordania significaría, aquí sí, expandir el conflicto, sentenciar la suerte de la monarquía hachemita e inflamar irremediablemente el mundo palestino. No obstante, a Te] Aviv le queda la opción de las operaciones especiales, a las que tanto nos tiene habituados.

Evidentemente, el problema de fondo con el que suele presionarse todavía a Tel Aviv es el temor a que las poblaciones de los Estados árabes se subleven y depongan a los actuales líderes moderados. ¿Pero es éste un miedo posible y sincero? Cuanto antes se acabe la guerra menores son las posibilidades de que esto llegue a suceder. Y si Israel puede contribuir a acortarla, mejor que mejor. Quizá lo que nadie quiera sea tener que deberle algo a Tel Aviv en el momento en que comience a hablarse de paz.

Rafael L. Bardají es director del Grupo de Estudios Estratégicos.

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