Última noche en tierra
La última noche de los marineros de las corbetas Infanta Elena y Vencedora en Cartagena no fue como los periodistas desplazados a esa ciudad esperaban. La premura de tiempo con que fue conocida la noticia de la partida les impido organizar fiestas de despedida. Los marineros de las corbetas tuvieron, como cada día, un permiso hasta las once de la noche, prolongado por una hora más en algunos casos, informa Francesc Bayarri.El escaso tiempo disponible cambió las previsibles borracheras por las colas ante el teléfono para hablar "por última vez" con la novia o con los padres. Otros aprovecharon para comprar algunos productos. "He comprado crema de afeitar porque no sé si allí [por la zona en conflicto] venden", manifestó un marinero de la Infanta Elena.
Muchos familiares comenzaron a llegar en las primeras horas de la noche a las puertas del Arsenal Militar de Cartagena.
La marcha de la 'Victoria'
"¿Miedo? Qué va, nada, que no se amargue Sadam Husein cuando llegue la Victoria", decía David Núñez, de 19 años, de la localidad madrileña de Colmenar Viejo, al que apostillaba Pedro Tarín, un joven cordobés destinado en las máquinas de la fragata, que ayer zarpó de Rota rumbo a Creta. Esta frase, en medio de la euforia provocada por el alcohol, y quizá también por el deseo de superar la rabia de tener que partir hacia el Golfo, sintetizaba el ambiente de un numeroso grupo de marineros de la Victoria en la última noche francos de servicio previa a su partida a la zona de conflicto, informa Juan Méndez.
Los marineros bebían cervezas y cubatas, hacían acopio de tabaco y chucherías y realizaban las últimas llamadas telefónicas a sus familiares en medio de una improvisada fiesta, muy particular y únicamente masculina, en la cervecería Alfil, junto a la playa de la Costilla, en Rota. Unos se mantenían en silencio, otros se desahogaban de esa rabia latente exhibiendo una pegatina de las muchas que se han repartido estos días contra la guerra, y el resto se expresaba con disimulada alegría, esto último tal vez alimentado por las cañas de cervezas y los cubatas.
La localidad gaditana, que goza de su máximo esplendor en la época veraniega, parecía deshabitada hacia la medianoche del lunes. Ni siquiera la discoteca Oasis, donde meses atrás pasaron su última noche los tripulantes de la fragata Numancia, permanecía abierta. Sólo los gritos de los marineros, que desentonaban cantando la salve marinera, alteraban el silencio reinante en la noche roteña.
Los 60 miembros de la marinería de reemplazo, que partieron ayer desde la base de Rota a bordo de la Victoria rumbo a Creta, se enteraron de la noticia por la radio y la televisión. "Menos mal que ustedes han dado la noticia; que si no nos enteramos de camino", comentaba Carlos García Pereiro, radarista de la fragata y natural de Lugo.
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