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Reportaje:POETA EN MANILA

Retrato de Gil de Biedma en 1956

Lumen edita la versión completa del 'diario' del poeta, que ya publicó, parcialmente en 1974

En enero de 1956, Jaime Gil de Biedm tenía 26 años, empezaba a ejercer de abogado sin excesivo interés y no renunciaba a una fime vocación de poeta. De sus años de estudiante de Derecho -entre 1946 -y 1952- conservaba sólidas amistades en Barcelona -Barral, Castellet, los Goytisolo y Gabriel Ferraler, entre otros-, con quienes compartía largas tertulias literarias e incontables botellas de ginebra. Cediendo a presiones familiares, Gil de Biedma había empezado a trabajar para la Compañía de Tabacos de Filipinas y, en enero de 1956, emprendió un viaje de cinco meses a Manila para redactar un informe sobre las actividades de la compañía en el citado país. Coincidiendo con el inicio del año, Gil de Biedma decidió, "para adiestrarme a escribir en prosa " y con cierta nostalgia de un orden que sentía ausente, iniciar un diario que concluiría el último día del año. Es el Retrato del artista en 1956, que el poeta dejó escrito que se publicara después de su muerte.Tres son las partes en las que se divide el diario de Gil de Biedma. La primera, Las islas de Circe, comprende los cinco meses de estancia del poeta en Filipinas, país con el que se identificaría sentimentalmente. Sigue un Informe sobre la administración general en Filipianas y concluye con De regreso en Itaca, centrada en Barcelona y la Nava de la Asunción. Esta ultima parte, con escasos retoques, es la que ya publicó, en 1974, Lumen, la misma editorial que publica ahora la versión completa del diario.

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De la curiosidad al deseo

Instrumento de control

¿Por qué decide Gil de Biedma escribir un diario en prosa? El, que siempre se supo poeta, hasta el punto, de escribir: "Mi vida ha estado y está determinada desde los 19 años por la idea fija de que yo era, de que yo he de ser poeta". El mismo se interroga sobre el por qué del diario y esboza una respuesta al Final de Las islas de Circe: en lo confuso de los motivos que impulsan a llevar un diario y a perseverar en él. No sé si alguien alguna vez se habrá propuesto desnudarse sobre el papel enteramente y para sí, aunque lo dudo. Yo empecé con este cuaderno para adiestrarme a escribir prosa, pero muy pronto descubrí en él -y no creo ser ni, mucho menos un caso insólito- un instrumento de control de mí mismo, un modo de ponerme un poco en orden y también de moverme hacia actitudes que por imperativos de orden intelectual o moral creo que debo adoptar".

Las tres partes del diario están claramente diferenciadas. En la primera, el descubrimiento de Filipinas y la homosexualidad sin disimulo afloran como tema repetido; en la segunda, domina el tono oficial propio de los informes, aunque no está ausente la prosa elaborada del poeta; y en la tercera, la enfermedad, y la consiguiente reclusión en la Nava de la Asunción, pasan a un primer plano.

En la primera parte, Las islas de Circe, Jaime Gil de Biedma habla en especial de sus amantes, de la búsqueda del sexo y "del vertiginoso tobogán erótico en el que estoy subido y no sé a donde me llevará a caer, aunque sospecho que no en blando". "No esconde su homosexualidad, aunque quiere dejar claro que "antes que homosexual soy rabiosamente homosentimental".

Los líos de amantes del poeta, y el trasnochar y beber en exceso alternan en el diario con firmes declaraciones sobre su clara voluntad de ser poeta y, en algún caso, sobre las dudas acerca de su capacidad, "Durante años he aspirado a ser un gran poeta", escribe. "¿Por qué no? Inteligencia, experiencia, sensibilidad, don verbal, curiosidad y pasión por el oficio... todo eso tengo y, sobre todo, el súbito don de contemplación de un ser o (le una cosa, de penetración en un sentido que me sobrecoge igual que una emoción. Ahora sospecho que no pasaré de aficionado distinguido -si es que llego-, autor de unas pocas piezas incidentales por las que algún pequeño grupo de lectores se interesa amistosamente. Hay un resorte en mi que no funciona y siempre lo he sabido. No la voluntad, sino la fuerza de convicción que mueve a la voluntad".

En Filipinas

La redacción del diario coincide con la conclusión del libro de poemas Las Afueras. Anota Gil de Biedma al terminarlo: "Me siento libre y vacío". Escribe también sobre la trabajosa elaboración de los poemas, de sus lecturas y de lo poco que le gusta Henry Miller en El coloso de Marusi (que opta finalmente por no traducir).

Desde la llegada a Filipinas, Jaime Gil de Biedma no se siente a gusto con su clase, con la sociedad cosmopolita de Manila, a la que describe así: "Gente en su mayoría de quinto orden, conversaciones de tercera mano". Prefiere sumergirse en barrios de miseria, a la búsqueda de binibaes (mariquitas en tagalo), en barrios donde flota cierta sensación de peligro.'Escribir no salva, como creían Proust et alia y como desearíamos todos", anota, en un momento determinado, "pero sí que alivia". Y sentencia: "En cuanto a mi, jamás me he arrepentido de otra cosa que de mis omisiones".

Desde Filipinas, Gil de Biedma permanece atento a lo que pasa en España y emite juicios atrevidos, excesivamente optimistas. "Quizá la lejanía me lleve a discurrir con el deseo, pero sospecho que el régimen del Invicto ha entrado en su fase de disolución final". Ciertamente, en 1956, aún faltaban algunos años para el fin del régimen de Franco.

Las ideas comunistas de Gil de Biedma, que llegó a militar en el partido, se formulan abiertamente en el diario. "Ignoro si alguna vez seré comunista", anota, "pero soy decididamente un compañero de viaje y ahora con más vehemencia que nunca. Ignoro si el comunismo será bueno en el poder, pero es bueno que exista. Mientras no esté en el poder, estaré a su lado; después ya se verá. Lo importante es acabar con lo de ahora".

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