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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Festín de 'swing'

Frank Lacy

Frank Lacy (trombón y fliscorno), Malik Yaqub (saxo tenor), Cherna Saiz (guitarra), Miguel Angel Chastang (contrabajo) y Carlos Carli (batería). Suplemento por actuación: 250 pesetas. Café Populart. Madrid, 18 y 19 de diciembre.

Pocos instrumentos en la historia del jazz han tenido una existencia tan azarosa como el trombón. Empezó utilizándose en tareas secundarias, siempre en segundo plano, subordinado a la compleja trama melódica que cornetas y clarinetes tejían en el estilo de Nueva Orleans, y pronto se vio relegado, en los desfiles, a la parte trasera de los carros, debido al generoso espacio que precisaba para no molestar a los demás músicos.

Se recurría al trombón siempre que hacía falta dar color con algún efecto espectacular, a menudo cómico, como imitar rugidos de fieras o silbatos de trenes, aunque poco después recobró parte del protagonismo que merecía en la concepción dulce, melancólica y a veces algo sensiblera de los jefes de orquestas blancas, como Tommy Dorsey.

Por todo ello se le puede considerar con justicia un instrumento con las funciones del payaso tonto que lo mismo arranca carcajadas que hace asomar tiernos lagrimones. En ese difícil equilibrio se movían los trombonistas, de la orquesta de Ellington, pero, de nuevo, el bop colocó al trombón ante la encrucijada de permanecer fiel al carácter que tanto le había costado forjarse o intentar seguir a los ágiles y rápidos saxofones y trompetas del nuevo estilo.

Algunos lo intentaron con éxito pero lo cierto es que a la mayoría de los estudiantes les intimidaban las sinuosas líneas del jazz desafiante que se les venía encima.

Frank Lacy, a sus 31 años, parece haberse zampado de un gigantesco bocado todas las vicisitudes históricas del trombón. Utiliza sin reparos los bramidos y exabruptos del free jazz, pero también tiene la fluidez del ligado de los boppers. Su sonido es grande y poderoso y, aunque sin llegar a alcanzar las cotas expresionistas de otro de los baluartes del trombón moderno, como por ejemplo Ray Anderson, su discurso es siempre revelador y vehemente. Para él, la fiesta del jazz es lo que cuenta, contagia vitalidad y en sus conciertos madrileños del Populart se sirven festines de swing arrollador.

Ecléctico

Sobre un ecléctico repertorio basado en estándares modernos de compositores como Miles Davis, Woody Shaw y Wayne Shorter con algunos clásicos como Softly in a morning sunrise, Invitation o Yesterdays, en el que incluso cantó e hizo scat con gorgoritos a lo Leon Thomas, Lacy empujó a los demás a una frenética carrera en persecución del buen jazz, tanto con su instrumento principal como con el fliscorno, que también maneja con soltura en una línea menos agresiva y casi lírica.

Entre sus músicos acompañantes, Miguel Ángel Chastang ronroneó de placer desde su siempre soberbio contrabajo, Carlos Carli se fajó como los mejores y Cherna Saiz ofreció una estupenda muestra de versatilidad. Malik Yaqub, que parece haber traspuesto directamente a Coleman Hawkins al free jazz

pasar por el bop más que de soslayo, también encontró el ambiente adecuado para sus delirantes solos.

Una reconfortante sesión que, para que no faltara de nada, también incluyó el oportuno aderezo de una espontánea jam session.

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