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Los japoneses, pendientes de los reportajes en directo de su periodista cosmonauta

Toyohiro Akiyama, de 48 años, el primer periodista enviado al espacio, está cumpliendo a la perfección la misión que le había sido confiada. Desde su partida del centro espacial de Baikanur (URSS) el pasado día 2, el redactor de la cadena de radiotelevisión japonesa TBS ha encandilado a sus conciudadanos con sus candorosos relatos.

"La tierra es azul", fue una de sus primeras observaciones, al igual que los 200 cosmonautas que le precedieron en el viaje al espacio desde Yuri Gagarin en 1961, para descubrir inmediatamente que también él estaba afectado por el mal del espacio."Debo descansar después de cada 30 minutos de ejercicio porque mi cerebro se hincha y me siento fácilmente presa del vértigo", explicaba poco después de su transbordo a la estación espacial Mir, añadiendo para los profanos: "Siento un vacío en el estómago, aunque cuando dejo de prestarle atención consigo olvidarme de todo".

El jueves pasado expresó repetidas veces su admiración ante la belleza del monte Fuji, que los telespectadores japoneses han podido ver al mismo tiempo que él gracias a tres toneladas de equipo técnico y 20 cámaras situadas a bordo de la estación espacial.

Comentando las imágenes, Akiyama observó que las aguas que rodean a Japón están "bastante más agitadas" que las del mar del Caribe y que Tokio "parece cubierto de una espesa crema de chocolate".

Filosófico

Otro día, el periodista se sintió repentinamente filosófico tras haber escuchado el Himno a la alegría, de Beethoven, retransmitido en directo desde Berlín. "La vida humana sobre la Tierra parece ser bien poca cosa", comentó al sobrevolar Europa, "más verde que África".Felizmente, su mal del espacio se atenuó bastante, pero la vida en ingravidez no se le ha hecho más fácil. Encuentra siempre dificultades a la hora de ir al cuarto de baño, un desplazamiento minuciosamente programado todas las mañanas. La hora de acostarse varía, entre las ocho de la tarde y las once de la noche.

El simple hecho de beber es toda una proeza: el agua, conducida a través de un pequeño tubo, no siempre cae en la dirección adecuada, como todos los telespectadores han podido constatar en una demostración hecha. por Akiyama.

Entre tanto, hay todo un cometido científico encomendado al periodista convertido en cosmonauta: la observación de seis ranas japonesas -tres machos y tres hembras- que se debaten mal que bien en la ingravidez en el transcurso de un experimento aparentemente irrelevante. Akiyama, que ha renunciado a beber y fumar -antes fumaba cuatro paquetes de cigarrillos diarios-, ha aceptado también servir de conejillo de Indias en un experimento sobre la respiración en situación de ingravidez y unas pruebas de equilibrio, lo que le supone tener colocados unos electrodos durante el sueño y tener que dibujar cuadrados con los ojos cerrados todas las tardes antes de dormir.

Para este reportaje, inédito en el espacio, la cadena TBS no ha escatimado medios humanos -un equipo compuesto por un total de 120 personas se ha desplazado a Baikanur- ni económicos: 30 millones de dólares, de los que 12 han sido pagados directamente a los soviéticos y 2,2 millones por la poliza de seguros del periodista.

El índice de audiencia de la TBS subió espectacularmente el domingo pasado día de la partida, pero descendió el resto de la semana.

Hoy está previsto el regreso de la nave espacial con Tokiyama a la Tierra.

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