La 'cantabrización' del PP
Advierte Duverger al comienzo de su obra Los partidos políticos, que, a la hora de trazar una teoría general de los partidos, "todos coinciden en tratar de introducir objetividad en un dominio en el que la pasión y la mala fe reinan generalmente".Puede que en España, a raíz de la restauración de la democracia, los partidos adquirieran un protagonismo desmesurado, que no se correspondía con la percepción que los ciudadanos tienen de su funcionamiento. No parece desmesurado diagnosticar que la valoración social de aquéllos se mueve entre la desconfianza y un cierto rechazo. A pesar de ello, sobre la base del papel que la Constitución les asigna, no se aprecian actitudes deslegitimadoras generalizadas.
Sí hay un peligro cierto: que los partidos no cumplan con el mandato constitucional de ajustar su funcionamiento a los principios de la democracia interna. No todos los partidos políticos se han comportado de igual manera a la hora de ejercer su papel de conformadores de la voluntad popular e instrumento para la participación política.
Dejaremos a un lado fenómenos como el de la UCD y el sarpullido de partidos políticos minúsculos surgidos al comienzo de la etapa democrática. El primero de los fenómenos es ya historia. El segundo parece haber modificado su ámbito de actuación. Han desaparecido los minipartidos de ámbito estatal, pero siguen proliferando los de ámbito regional e, incluso, provincial.
El PSOE, desde los comienzos de la etapa democrática, definió claramente su estrategia. Para ello contaba con la ayuda de una valiosa tradición histórica. También el sólido liderazgo de que ha hecho gala el PSOE contribuyó a esa precisión estratégica. Se apostó por la unidad organizativa. En el capítulo de las alianzas, se utilizó el mecanismo de las absorciones. La evolución del PSOE y sus resultados en los procesos electorales habidos son el mejor aval de la estrategia adoptada.
Alianza Popular multiplicó por 10 sus diputados en las elecciones generales de 1982 convirtiéndose en el partido mayoritario de la oposición. Era el momento para una estrategia organizativa y de alianzas. Razones de muy diversa índole frustraron una apuesta por la unidad organizativa y por una política de alianzas que no pusiera en peligro tal unidad. Los problemas de liderazgo no fueron los menores a la hora de entorpecer tal propósito.
Hipotecas del partido
A raíz de la refundación del Partido Popular, con el nuevo liderazgo de Aznar, se presentó la ocasión para una estrategia no encorsetada en el corto plazo, superadora de los "personalismos" y liberada de las alianzas que hipotecan el partido.
El Partido Popular parece condenado a no aprender las lecciones que se derivan de su propia historia y experiencia. El fenómeno de los señores Hormaechea, Morano y Peña ha tenido notoria repercusión en la opinión pública y ha sido una permanente asignatura pendiente del PP en Cantabria, León y Burgos.
En los tres supuestos han concurrido similares circunstancias. Aprovechando el renombre adquirido en la etapa de UCD, encabezaron plataformas independientes con el objetivo de mantener las alcaldías de Santander, León y Burgos tras las debacle de aquél. La corriente de votos que afluyó de UCD a AP desde 1982 quedó distorsionada en los comicios electorales municipales de las mencionadas ciudades. Los señores Hormaechea, Morano y Peña se constituyeron en depositarios, legítimos, de esos votos y, dado que provenían del espectro político conectado con AP, ello les permitía negociar en condiciones ventajosas con el partido.
La estrategia de Hormaechea, Morano y Peña se ha venido sustentando en la indefinición orgánica respecto al PP. Unas veces concurren a las elecciones encabezando las listas del partido, con inclusión en ellas de personas de su confianza; otras comparecen con listas independientes y gobiernan después con el apoyo del PP; en ocasiones se incorporan al partido y llegan a ocupar cargos orgánicos.
Tras el conocimiento público de unas lamentables manifestaciones del señor Hormaechea, la dirección nacional del PP rompe con él, en una decisión que aparece amparada por la lógica. El coste político para el PP será sin duda alto a corto plazo.
Aunque con origen y en circunstancias muy diferentes, algo similar está ocurriendo en el PP leonés. Desde hace unos meses los órganos de gobierno del PP leonés no funcionan a causa del enfrentamiento de carácter político y personal entre los señores Pérez Víllar y Morano, presidente y secretario del partido en León respectivamente. Ante una tal situación, el Comité Ejecutivo Nacional del PP elude actuar por la vía disciplinaria y convoca un congreso provincial que proceda a la elección de una nueva dirección.
Se inician los primeros escarceos de cara a la presentación de candidaturas y de manera sorprendente los señores Pérez Villar, vicepresidente de la Junta de Castilla y León y consejero de Economía y Hacienda, y Morano, alcalde de León y diputado al Congreso, deciden que aquí no ha pasado nada, que el congreso no es necesario y que pondrán toda la carne en el asador para que el mismo no tenga lugar.
Han transcurrido cuatro meses desde la convocatoria y la dirección nacional del PP se muestra incapaz de conseguir simplemente que uno de los acuerdos de los órganos de gobierno sea puesto en ejecución por la dirección del PP leonés.
Razones alegadas
Las razones alegadas por la dirección del PP leonés para no celebrar el congreso son incompatibles con el funcionamiento constitucional y estatutario del PP y de cualquier partido democrático; vienen a decir que un congreso es ocasión para la disputa y la confrontación y que esto no se puede consentir de cara a las elecciones de mayo-1991. A lo que aspiran los señores Pérez Villar y Morano es a la exclusiva para la confección de las listas municipales y autonómicas de mayo-1991.
Una situación tan flagrante no puede ser amparada por la dirección del PP. ¿Qué hace que la tolere? Algo muy sencillo y grave al mismo tiempo; que el señor Morano amenaza con irse del PP y crear un partido de carácter provincial si el congreso se llega a celebrar en los términos acordados por los órganos superiores de gobierno del PP.
En el caso de Cantabria se actuó con decisión ante la existencia de calificativos malsonantes para miembros de la dirección nacional. El señor Morano podrá seguir chantajeando impunemente al PP en tanto no tenga debilidades etílicas y controle su vocabulario. Me resisto a creer que la honra de miles de militantes del PP leonés que tienen derecho a expresar libremente su voluntad y a elegir a sus dirigentes en un congreso, no tenga la menor importancia para la dirección nacional del PP.
Y esto no es lo peor para el PP y, en general, para el sistema de partidos y el juego democrático. Lo peor es que un alto porcentaje de militantes del PP, en este caso leoneses, aspirantes a figurar en listas electorales, llegarán a la meridiana conclusión de que lo importante es contar con el beneplácito del señor Morano; y para ello importa servirle "lealmente".
Si el PP no define claramente su estrategia organizativa y de alianzas, sobre la base de valores democráticos y principios constitucionales referidos al funcionamiento de los partidos políticos, difícilmente podrá ahormar una alternativa razonable de gobierno. Sus líderes seguirán hipotecados, cuando no chantajeados, por las brabuconadas escisiones de señores de la provincia que parecen añorar el derecho de pernada.
Más difícil resulta explicar a qué puede obedecer el fenómeno de los "independientes" del PP con tanto poder, cuál es su caldo de cultivo y qué intereses, de todo orden, entran en juego. Al final de todo sospecho que son maestros consumados en el papel de hombres de paja.
El señor Aznar tiene una buena ocasión para erradicar del PP comportamientos insolidarios que lo hipotecan a la larga; rechazar con la máxima contundencia, por principio ético y de estrategia, todo atisbo de chantaje y contribuir a un razonable saneamiento de la vida política, mejorando la percepción que de sus protagonistas tienen los ciudadanos.
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