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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Bush busca el respaldo del Congreso a la guerra

El presidente George Bush se reúne hoy con los líderes del Congreso de EE UU para discutir la crisis del Golfo y la posibilidad de convocar una reunión extraordinaria de las dos cámaras legislativas que debata una resolución autorizando al Ejecutivo el uso de la fuerza contra Irak, en la misma línea que la preparada por el Consejo de Seguridad de la ONU. La Casa Blanca, que todavía la pasada semana mantenía la teoría de que la convocatoria era innecesaria, parece haber dado un giro de 180 grados en los tres últimos días como consecuencia de las presiones de influyentes senadores republicanos, que consideran que Bush necesita el apoyo del Legislativo para iniciar una acción militar contra Irak.

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El senador Richard Lugar, el republicano más Influyente en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara alta, manifestó el miércoles, después de entrevistarse con Bush, que "el presidente está considerando los pros y los contras de la convocatoria".En términos parecidos se manifestó el jefe de la minoría republicana, senador Robert Dole, también presente en la entrevista con Bush, quien manifestó que "la posibilidad de que el presidente George Bush convoque una sesión extraordinaria del Congreso es del 50%".

El Legislativo se encuentra de vacaciones parlamentarias y la 102a Sesión del Congreso no tiene previsto reunirse reglamentariamente hasta el 3 de enero, fecha en que prestarán juramento los nuevos diputados y senadores elegidos en los comicios del 6 de noviembre.

Sorpresa

La posibilidad de esta convocatoria ha tomado por sorpresa a la cúpula parlamentaria del Partido Demócrata, que desde hace días no se cansaba de recordar al presidente George Bush que, de acuerdo con la Constitución norteamericana y con la Ley de Poderes de Guerra aprobada en 1973 sólo el Congreso está facultado para declarar la guerra.

El speaker (presidente) de la Cámara de Representantes, el demócrata Thomas Foley, que asistirá a la reunión de hoy en la Casa Blanca, manifestó que no tenía conocimiento de que fuera a ser convocada una sesión extraordinaria conjunta del Congreso.

Sin embargo, Foley admitió que, a pesar del poco entusiasmo que el posible uso de la fuerza despierta en las filas demócratas, "sería muy difícil oponerse a una resolución en ese sentido si el presidente Bush invoca el interés nacional, sobre todo después de que las Naciones. Unidas legitimen una intervención".

Un funcionario de la Casa Blanca manifestó que la convocatoria de una sesión extraordinaria dependería de lo que Bush escuchara en la reunión del viernes".

Los líderes parlamentarios demócratas, cuyo partido goza de mavoría en las dos cámaras del Congreso, se inclinan a dar más tiempo a las sanciones económicas y han criticado duramente la decisión de George Bush de doblar hasta un total de 430.000 hombres las fuerzas militares norteamericanas en la región del Golfo.

El jefe de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, Richard Gephart, que con toda seguridad intentará en 1992 volver a conseguir la candidatura presidencial de su partido, como ya hizo en 1988, se pronunció el martes totalmente contrario al uso de la fuerza contra Irak en los momentos actuales. "La mejor política en este momento es dar tiempo a las sanciones. Estoy en contra del uso de la fuerza ahora", dijo.

En el mismo sentido se pronunció el senador demócrata Sam Nunn, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado y otro posible presidenciable, cuyo comité inició el lunes una sesión pública para debatir la política de la Casa Blanca con relación al golfo Pérsico. Sam Nunn expresó sus dudas de que desencadenar una guerra contra Irak "fuera aconsejable para Estados Unidos en este momento".

Las dudas demócratas fueron compartidas el miércoles por dos respetados militares, el general de la fuerza aérea David Jones y el almirante William Crowe, que desempeñaron la jefatura del Estado Mayor Conjunto norteamericano durante las presidencias de Jimmy Carter y Ronald Reagan, respectivamente.

En comparencias separadas ante el Comité de Servicios Armados, ambos militares se pronunciaron a favor de dar el tiempo suficiente a las sanciones económicas para forzar la retirada de Sadam de Kuwait.

Lucha prematura

"Mi mayor preocupación", dijo el general Jones, "no es que decidamos luchar, sino que al reforzar el despliegue militar nos veamos obligados a luchar prematura e innecesariamente. No deberíamos haber aumentado el número [de tropas] hasta ver si las sanciones funcionaban", añadió.

Y, por su parte, el almirante Crowe expresó públicamente sus temores de que un conflicto armado podría dañar seriamente las relaciones futuras de Estados Unidos con los países árabes moderados. "Nuestro interés primordial en Oriente Próximo debe ser colocarnos en una posición que nos permita conseguir la estabilidad en la zona a largo plazo. No estamos considerando la crisis desde esa perspectiva y me parece que nuestro desagrado hacia Sadam nos impide analizar otras consideraciones", dijo.

Por su parte, el ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, expresó una opinión contraria y declaró que Estados Unidos no podía permitirse el lujo de esperar un año para ver si las sanciones funcionaban, porque una presencia militar prolongada de Estados Unidos "desestabilizaría" a Arabia Saudí y a otros países de la zona.

"La cuestión que se plantea en Arabia Saudí", dijo el ex secretario de Estado norteamericano, "no es la permanencia militar norteamericana, sino la estabilidad doméstica del país anfitrión".

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