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Reportaje:

La guerra fría acabó entre Mexico y EE UU

Clima de realismo y pragmatismo en la cumbre entre George Bush y Carlos Salinas

Antonio Caño

Desde que Franklin Delano Roosevelt visitó Monterrey en 1943 para entrevistarse con el entonces presidente de México, Manuel ÁviIa Camacho, hasta la cumbre celebrada en esa misma ciudad por los presidentes Carlos Salinas y George Bush, muchas horas de sorda hostilidad, de guerra fría regional, han pasado en las relaciones entre México y Estados Unidos. Ahora que la gran guerra fría ha sido superada y que el mundo conoce un nuevo auge de las relaciones comerciales, un clima de mayor realismo y pragmatismo ha permitido que la segunda cumbre de Monterrey eleve las relaciones entre México y EE UU al mejor nivel de su historia.

Ambos países tuvieron que hacer un esfuerzo por abandonar su tradicional arrogancia bilateral en beneficio de un entendimiento necesario para ambos. Salinas rompió con la demagogia acostumbrada de, al menos, tres administraciones anteriores para defender ante sus compatriotas que la prosperidad de México pasa irremisiblemente por una nueva relación comercial, más amplia y más correlativa, con Estados Unidos. A ese fin ha volcado el 80% de su política exterior. El Gobierno mexicano entierra formalmente en Monterrey aquella famosa frase de Profirio Díaz, presidente desde 1876 hasta 1911: "¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!".En el Norte, se ha producido también un cambio, hasta llegar a la frase pronunciada por Bush en Monterrey: "Ningún país es más importante para Estados Unidos que México. EE UU lleva la huella de su cultura, su nación es nuestro tercer socio comercial, 12 millones de estadounidenses llaman a México su país natal, cultural, y hemos enfrentado muchos retos en forma conjunta".

Libre comercio

El principal instrumento de esta nuev a era es el Acuerdo de Libre Comercio, que Bush y Salinas se comprometieron a impulsar en el comunicado conjunto Firmado el martes. El compromiso va a encontrar serios obstáculos en el Congreso de EE UU, donde muchos; parlamentarios, cuando leen libre movimiento en la frontera entre los dos países, se imaginan su ciudad llena de familias de trabajadores mexicanos reproduciéndose como conejos.Bush se ha comprometido a "trabajar duro" para sacar adelante el acuerdo y ha prometido años de "prosperidad sin precedentes" en América del Norte con la esperanza, además, de que Canadá se sume rápidamente a esta iniciativa y se conviertan entre los tres en el mercado más grande del mundo. Como muestra de esa buena voluntad, Bush ha dejado en Monterrey la garantía de un crédito de 1.500 millones de dólares para mejorar las instalaciones petroleras mexicanas, de donde debe salir el crudo que sustituya al petróleo árabe en caso de guerra en el Golfo.

Este giro en los lazos entre México y Estados Unidos tiene influencia también en la relación de la Administración norteamericana con toda América Latina. No es casual que este avance hacia la firma de un acuerdo de libre comercio se haya producido en Monterrey una semana antes de que el presidente Bush inicie una gira por siete países suramericanos para Impulsar su Iniciativa de las Americas, que podría ser una versión ampliada del tratado que se pretende firmar con México.

Las circunstancias de ambos son, sin embargo, muy distintas. Otros países latinoamericanos no tienen, como México, una frontera común de 3000 kilómetros con Estados Unidos que se ha convertido en los últimos cinco años en un atracción de las principales industrias y comercios del país.

Pero esa frontera -el más descarnado testimonio de las diferencias entre el primero y el tercer mundo- es también foco permanente de violencia. Bush y Salinas se han comprometido también a superar el pasado en este aspecto y han decidido crear un mecanismo bilateral que se dedique "específicamente" a solucionar los casos de violencia racista contra emigrantes mexicanos y a crear conciencia para prevenirlos.

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