Guerra santa a la rebelión del volante
El ministro del Interior saudí y los clérigos, contra las mujeres conductoras
ENVIADO ESPECIALApenas han pasado dos semanas desde que varias docenas de mujeres salieran en manifestación por las calles de Riad al volante de sus automóviles cuando el Gobierno, las instituciones religiosas y todo el aparato de propaganda saudí se han lanzado a una auténtica guerra santa contra esta rebelión. El ministro del Interior afirmó el pasado jueves en La Meca que la protesta era "un acto estúpido" y que no se consentirán movimientos de este tipo.
La mujer, en Arabia Saudí, es un ciudadano de segunda categoría. No tiene apenas derechos, y sí el sagrado deber de cuidar y educar a los hijos. No puede participar en los actos sociales de los hombres, ni ir a la Universidad, ni trabajar en locales públicos; le está absolutamente prohibido conducir, está a merced de las decisiones de los maridos y no le queda más remedio que moverse por las calles bajo un tenebroso velo negro que le cubre de pies a cabeza. Así lo decidieron hace muchos años los hombres que gobiernan en este reino, escudándose en la tradición, las buenas costumbres y la doctrina islámica.Por eso, cuando cerca de 50 mujeres saudíes se lanzaron una mañana de noviembre a las calles de Riad a bordo de 12 automóviles que conducían ellas mismas y entregaron al príncipe Salman (gobernador de Riad y hermano del rey Fahd) una petición de libertad para conducir, muchos saudíes (hombres y mujeres) se rasgaron las vestiduras. Ellos, por miedo a que esta rebelión pudiera acabar con sus tradiciones y sus privilegios. Ellas, posiblemente porque pensaron que era el principio de una revolución y sintieron el temor a las represalias de sus gobernantes. En un reino donde hay rey y príncipe, pero no reina ni princesa; donde el hombre hace y deshace a su antojo y la mujer aguanta, en un país así, cualquier movimiento feminista, por muy pequeño que sea, es capaz de remover muchos cimientos. Nadie se extrañó, por tanto, de que una semana después de la rebelión de las mujeres conductoras en Riad todos los periódicos del país (incluidos los tres de habla inglesa) recogieran en su primera página un recuadro amenazador contra ese movimiento. Las mujeres no deben conducir, El reino prohíbe terminantemente la conducción de mujeres, titulaban los periódicos, recogiendo una nota distribuida por el Ministerio del Interior. "La conducción de mujeres", decía textualmente el comunicado, "contradice las tradiciones islámicas que siguen los ciudadanos saudíes, y quien viole esta norma será castigado por la ley".
Primera amenaza
La primera amenaza estaba en el aire, con el apoyo de las grandes instituciones religiosas. De hecho, la nota oficial citaba a los grandes estudiosos del islam al justificar esa prohibición. Dos de los tres párrafos del comunicado eran una lista de jeques, ulemas y altos dignatarios religiosos saudíes que corroboraban que las mujeres no debían conducir vehículos de motor porque la shariah (ley islámica no escrita) "instruye que las cosas que degradan o hieren la dignidad de la mujer deben ser prohibidas".
Pocos días después, cuando la prensa occidental se estaba haciendo eco de ese incipiente movimiento de mujeres en Arabia Saudí y se preparaban algunas otras manifestaciones de este tipo en Riad y Yedda, el propio ministro del Interior lanzó la segunda y más dura amenaza. El príncipe Naif, uno de los seis hermanos de doble vínculo del rey Fahd y uno de los ministros con más peso en el Gobierno saudí, arremetía el jueves pasado en La Meca contra las mujeres conductoras y calificaba su manifestación como "un acto estúpido".
En una reunión celebrada en el club literario de La Meca, ante un auditorio universitario y masculino, el príncipe Naif dijo que "cualquier manifestación o movimiento unitario, aunque sea por una causa justa, está prohibido, porque las puertas de la Administración están siempre abiertas". El ministro quiso restar importancia al hecho., diciendo que eran solamente 47 mujeres, que habían conducido 12 automóviles durante escasos kilómetros y que la mayoría de ellas vivían habitualmente fuera del país, lejos de las costumbres y la enseñanza islámica.
Mensaje a los maridos
No quiso terminar, sin embargo, sin lanzar un mensaje a los maridos de las rebeldes (como diciendo que ellas no tienen derecho ni a oír sus palabras), sobre los que dijo que "lamento que los esposos de estas mujeres puedan perdonar su acción".
Aunque el príncipe Naif quisiera minimizar la trascendencia de la manifestación de Riad y se empeñara en desvincular la protesta femenina de la crisis del Golfo, es un hecho que la llegada a Arabia Saudí de varios cientos de miles de ciudadanos kuwaitíes, otros tantos soldados (hombres y mujeres) y cerca de un millar de periodistas occidentales está afectando a la vida y las costumbres saudíes. Las autoridades de este país intentan mantener aislados a los kuwititíes (cuyas costumbres son algo más liberales) y a los occidentales, por que saben que su influencia sobre los ciudadanos del reino puede hacer que algunas o muchas cosas cambien.
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