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Las empresas y su responsabilidad ante el medio ambiente

Una de las muchas consecuencias que ha traído consigo la evolución de los países del Este en este último año ha sido, sin duda, aportar nuevos datos sobre el grave problema de deterioro medioambiental.Hasta ahora, en el mundo desarrollado la conciencia de la gravedad de la situación era grande, pero en el fondo los hábitos, los intereses particulares o las incertidumbres sobre la capacidad de la tecnología para resolver ciertos problemas específicos llevaban a una cierta inercia en el planteamiento de las soluciones posibles.

Así, por citar un ejemplo, todos éramos conscientes del riesgo de la destrucción de la capa de ozono o del efecto invernadero y la responsabilidad de los países industriales, debido al modelo de desarrollo que se ha venido aplicando. Junto a esto, y con un enfoque más global, se miraba a la selva amazónica y africana, subrayando la necesidad de su conservación como pulmón para el planeta.

Sin embargo, se confiaba en la capacidad técnica y financiera de ese mundo desarrollado para controlar la situación sin grandes sacrificios ni cambios.

De Berlín al Pacífico

Ahora bien, los recientes acontecimientos políticos del este de Europa han puesto de manifiesto algo cuya dimensión hasta ahora no se conocía: la gravísima situación de deterioro medioambiental que existe desde Berlín a las costas del Pacífico. Así, empiezan ahora a conocerse datos ignorados hasta el presente sobre emisión de contaminantes a la atmósfera y deterioro de aguas y suelo, con el agravante de que la capacidad de cambiar esto a corto plazo es algo muy complicado, dada la insuficiencia de recursos y el bajo nivel tecnológico que todos estos países tienen. En este clima de preocupación que, no es aventurado señalar, va a ser creciente, es lógico que la primera mirada de culpabilidad se dirija, en principio, hacia muchas empresas. El ciudadano mira las chimeneas de algunas fábricas, las aguas de algunos ríos, etcétera, y tiende a exigir la responsabilidad a la industria. Sin embargo, podemos preguntar: ¿es la empresa la única responsable?, y en cualquier caso, ¿qué papel debe jugar en la puesta en práctica de soluciones eficaces?

En materia de medio ambiente, el mundo empresarial puede ser visto desde dos enfoques distintos: como agente contaminante o por su acción contra la contaminación.

Las empresas, en términos generales, son agentes contaminantes del medio ambiente, como lo son el resto de los agentes económicos, dependiendo, por supuesto, el grado de esa acción del sector que se trate o del tipo de proceso tecnológico que tenga la empresa. Es evidente que las reglas del mercado por sí solas no garantizan el grado de protección medioambiental que los ciudadanos, con toda seguridad, quisieran tener. Las externalidades, en términos ecenómicos, que se generan exigen un tratamiento complementario a las simples reglas del mercado.

Ahora bien, también las empresas son un factor importantísimo en la preservación del medio ambiente, dado que la innovación tecnológica y su aplicación es lo que puede resolver una gran parte del problema. Es evidente que existen aún, como señalábamos, algunas incertidumbres sobre la capacidad técnica para resolver ciertos problemas específicos, pero la única vía para despejar las dudas es potenciar el esfuerzo investigador. En cualquier caso, es necesario decir que a la hora de hablar de responsabilidad todos deberíamos incluirnos, ya que los ciudadanos jugamos también un papel negativo muy importante en todo el proceso de deterioro medioambiental.

Búsqueda de soluciones

Es sencillo culpar a ciertas empresas o incluso al Estado. Pero, con independencia de la culpa que estos agentes puedan tener, también es claro que, desde el presidente de la empresa hasta el último trabajador, y desde el presidente del Gobierno hasta cualquier ciudadano, todos somos consumidores con ciertos hábitos de comportamiento, y sobre nosotros descansa en buena medida la responsabilidad de contribuir a la búsqueda de soluciones.

En efecto, muchas veces un producto no es malo en sí, sino que lo malo es el uso que hacemos de ese producto. No es necesario citar el estado de nuestras playas o bosques, la eliminación de residuos domésticos en los núcleos urbanos o el índice de ruido en las ciudades, pues sobre esto ya se ha escrito mucho y todos coincidimos en el lamento. La educación en materia ambiental, que genere hábitos de comportamiento y eleve los niveles de exigencia, es algo necesario si realmente queremos enfrentarnos con éxito al problema.

La Administración pública, por su parte, tiene la responsabilidad que le corresponde, que en algunos casos, como la elminación de residuos y depuración de aguas, es una responsabílidad muy directa; en otros, como los ya citados de educación ambiental y fomento a la innovación, su papel también es clave. En definitiva, nos encontramos ante una situación muy preocupante a nivel mundial y donde la única forma de tomar medidas efectivas está en la participación activa de todos los agentes al mismo tiempo: empresas, Estado y ciudadanos.

Ésta ha sido precisamente una de las conclusiones del Congreso Internacional sobre Medio Ambiente que los días 1 y 2 de octubre ha tenido lugar en Estrasburgo, organizado por las asociaciones empresariales privadas no patronales. El hecho es destacable porque es la primera vez que tiene lugar un congreso internacional sobre medio ambiente convocado no por instituciones gubernamentales o públicas, sino por empresas. Más de 250 dirigentes de empresas de varios países del mundo han analizado todas estas cuestiones y han llegado a una serie de conclusiones entre las que se destaca la antes mencionada. La importancia que supone que el mundo de la empresa discuta en un foro abierto estas cuestiones a ese nivel es grande. Es obvio que está en el interés de todos ser algo más verdes o ecológicos, tanto los consumidores como demandantes exigentes, como las empresas oferentes de bienes y servicios, ya que sólo así éstas seguirán en el mercado.

Nivel nacional

El problema es cada vez más grave, pero en el caso español, a la gravedad general hay que unir la urgencia. Nuestro desfase en protección medioambiental respecto a los países europeos desarrollados es elevado y, sin embargo, parece obvio que en los próximos años el esfuerzo en afrontar estos problemas en todo el mundo va a ser afortunadamente mayor, con mayores exigencias e incluso aportaciones financieras. Se habla incluso de impuestos verdes.

En este contexto, y si queremos vivir en un país que sea habitable para nuestros hijos y que nuestra economía siga siendo además competitiva, es necesario establecer ya una estrategia a nivel nacional. Solamente con una estrategia en cuyo, diseño participen los Gobiernos, las empresas y los ciudadanos podremos hacer frente con eficacia y responsabilidad a un problema que, de otro modo, dentro de unos años acabará siendo insostenible.

Fernando Ballestero Díaz es secretario general del Círculo de Empresarios.

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