La paciencia de Bagdad
Los iraquíes se aferran al paso del tiempo en la esperanza de ver pasar el cadáver del enemigo
GEORGINA HIGUERAS, ENVIADA ESPECIAL, "Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo", dice el viejo proverbio árabe que el presidente Sadam Husein trata de aplicar a la crisis del Golfo. Esta concepción del valor del tiempo como remedio último a cualquier mal choca frontalmente con la occidental, en la que precisamente no hay mayor mal que el paso del tiempo. De ahí la dificultad de llegar a una mínima comprensión entre Bagdad y Washington.
El presidente iraquí siente que está recogiendo los primeros frutos de su milenaria cultura. La unanimidad con que el mundo condenó la invasión de Kuwait está dando paso a escisiones sobre cómo obligar a Irak a salir: la opinión pública mundial es por momentos más reacia a la guerra, y los Gobiernos de la Unión Soviética, China y Francia han expresado ya su oposición a un conflicto armado.La prensa iraquí se recrea a diario con informaciones sobre la inestabilidad social que comienza a causar en Arabia Saudí la presencia de tropas extranjeras y el éxodo de los expatriados". El "descontento" de los soldados norteamericanos por su larga estancia fuera del país o la insistencia de ciertos sectores del Gobierno, del Congreso y de la opinión pública por encontrar una solución negociada son también tema reiterativo de los periódicos.
Irak no entiende la prisa que tiene Estados Unidos por resolver el problema de Kuwait. "¿Cuál es la urgencia por salir del emirato sin haber encontrado antes una buena razón para ello?", preguntaba a EL PAÍS un funcionario iraquí. "Sentémonos a negociar y analicemos todos los problemas de Oriente Próximo para que no vuelvan a repetirse", añadía. Los motores de Washington, sin embargo, se han puesto en marcha y detenerlos es imposible porque para lo que parece que no hay tiempo es para arrancarlos de nuevo.
Sadam quiere negociar
Sadam quiere negociar y lo ha dicho de todas las formas posibles a las múltiples personalidades, extranjeras que se han entrevistado con él en estos tres meses. Pero como buen beduino acostumbrado a las inmensidades del desierto necesita espacio y tiempo -los dos elementos que le sobran- por los que culebrear antes de llegar a la meta. Para el presidente George Bush el objetivo está claro y el mejor camino, que es el que ahorra dinero y tiempo, es ir directo. La incomprensión entre Oriente y Occidente se ha puesto de relieve más que nunca en esta crisis. "Son dos trenes de distintas velocidades que obviamente no pueden caminar juntos y antes o después terminan por encontrarse", señala un diplomático europeo.
Diplomáticos, comerciantes y periodistas occidentales cuyo trabajo depende en parte de las autoridades iraquíes, experimentan en su propia carne la sensación de rebeldía que provoca la distinta concepción del tiempo.
Para Occidente, el tiempo hay que ganarlo; para Oriente, hay que gastarlo. Lo que el primero considera que pierde, el segundo siente que aprovecha. "La razón está con nosotros, si no, ¿por qué tienen tanta prisa? Si atacan, la historia les dirá que hicieron mal, porque deberían haber agotado primero las posibilidades de una solución negociada", destaca un académico iraquí.
"Nosotros luchamos porque no haya guerra, pero si en el camino estalla, es la voluntad de Alá y nuestro destino. Estamos dispuestos a afrontarlo", afirma Karim Aziz, de 42 años y director del Museo Nacional de Irak.
"Estados Unidos no puede esperar indefinidamente a que los árabes se pongan de acuerdo. La crisis del Golfo tiene que saldarla con una opción rápida que le permita acabar con el poderío militar iraquí en cuestión de días", destaca un analista británico.
El partido gobernante iraquí, Baaz, considera que cada día que pasa se hace más difícil para Estados Unidos atacar a Irak porque va calando más profundo la preocupación de las numerosas víctimas que habría. "Nosotros estamos dispuestos a morir por la causa, pero los norteamericanos no", indica uno de los ideólogos baazistas.
La historia de Estados Unidos es tan reciente que no existe un peso cultural que dificulte sus maniobras. Irak, por el contrario, está recubierto de toda la parafernalla de su ancestral pasado, y sus movimientos están mucho más limitados. Lo primero es guardar la cara, y para ello no existe límite a la negociación; de la mesa han de levantarse todos con la cabeza en alto. "Bush no entiende de eso", afirma un funcionario iraquí que sin mostrar entusiasmo por su presidente considera que hay que darle la oportunidad de salir airoso.
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