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Reportaje:

Pocos y acosados

El oso ibérico, al borde de la extinción en sus dos únicos refugios de la cordillera cantábrica

En los Pirineos, los osos ya sólo son una docena de cadáveres vivientes. En la cordillera cantábrica, el escaso centenar de plantígrados que sobreviven podrían salvarse de la extinción si se erradicase urgentemente el furtivismo organizado, "cuyos núcleos son perfectamente conocidos", según denuncian expertos conservacionistas. El caso del oso El Rubio, abatido hace dos años por un cazador en Brañosera (Palencia) durante una cacería de corzos, que acaba de ser absuelto por actuar "en legítima defensa", según el juez, es un nuevo grito de alarma a favor de medidas para salvar la especie.

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Furtivos en la impunidad

La principal zona osera española se extiende hoy sobre 540.000 hectáreas a lo largo de la cordillera cantábrica, a caballo de cuatro autonomías, cinco divisiones provinciales y sólo tres territorios actualmente protegidos. Su presencia fija o esporádica se sigue detectando en 8 términos municipales de Cantabria, 8 de Palencia, 33 de León y 3 de Lugo. Pero el fuerte de sus efectivos continúa refugiándose en el Principado de Asturias, escondidos en las grandes masas forestales de los concejos de Quiros, Somiedo, Degaña y Cangas de Narcea. Desde la construcción, hace más de una década, de la autopista León-Campomanes (Oviedo), la población de osos cantábricos quedó dividida en dos núcleos sin comunicación entre sí. La parte oriental alberga unos 20 ejemplares, frente a la occidental, que conserva entre 65 y 80 ejemplares. En total, el censo no alcanza el centenar de individuos. Sólo seis osas se han reproducido con éxito, por término medio, en los cinco últimos años.

La comunidad autónoma más activa, en cuanto a la conservación del oso se refiere, es Castilla y León, que con su flamante Plan de Recuperación para la especie concibe proteger, mediante dos parques naturales (con zonificaciones internas tipo reserva integral), todo su territorio osero disperso por la franja norte de las provincias de Palencia y León. Cantabria también se plantea el establecimiento de un gran parque natural que abarque la totalidad de su zona habitada por el plantígrado.

Paradójicamente, Asturias, pionera en abordar el tema de la conservación de los territorios del oso (con la declaración de la reserva biológica de Muniellos y el parque natural de Somiedo), ha pasado a ser la más inoperante en la materia, manteniendo más del 80% de su territorio osero carente de protección adecuada. Su dejación más preocupante es el concejo de Cangas de Nareca, cuyo territorio (el segundo en densidad osera en toda la cordillera) permanece clasificado como zona libre de caza, aunque para la protección del concejo de Cangas existe el proyecto del parque natural de las Fuentes del Narcea.

Amenazas

Las amenazas sistemáticas de las bandas furtivas que controlan la zona, junto a la oposición al proyecto por parte del Ayuntamiento local, continúan impidiendo incluso la mínima ordenación cinegética de este enclave privilegiado de la naturaleza europea en 1990. La actual población superviviente de estos animales en los Pirineos puede calificarse de mísera. Según el principal experto francés en osos, Cammarra, se trata ya de cadáveres vivientes. Distribuidos en cuatro núcleos sin comunicación entre sí, se estima que no superan hoy los 12-15 ejemplares. En 1937, eran 200 los osos que existían en los Pirineos; en 1954 se habían reducido a 70; en 1978 eran apenas 30; en 1984, 20. Desde hace cuatro años ya no existen sobre territorio navarro.

En toda la Península

Tradicionalmente más querenciosos de la vertiente francesa, actualmente sólo existe un último oso estable en territorio español: en los altos valles de Ansó y Hecho, precisamente donde el Ministerio de Obras Públicas planificó la construcción del gasoducto Larcq-Serrablo.Hace unos 600 años, los osos pardos estaban presentes sobre la práctica totalidad de la península Ibérica.

También existió el gran plantígrado en los montes gaditanos de Tarifa. Y en cuanto al corazón peninsular, el oso criaba hasta en Pozuelo de Alarcón, hoy barrio periférico de Madrid capital. Felipe II cazó todavía plantígrados en El Pardo. Y hay que recordar que el escudo de Madrid es un oso y un madroño.

Hasta el siglo XVIII se tiene constancia de que hubo osos en los Montes de Toledo y en la mayoría de las sierras extremeñas.

Sin embargo, un siglo después se extinguían incluso de las montañas del País Vasco, rompiéndose así la continuidad de sus poblaciones cantábrica y pirenaica. Los últimos osos gallegos resistieron en la Sierra do Faro hasta los albores del siglo XX. También se mantuvieron en la sierra de San Mamed, en Orense; en los montes bercianos de los Aquillanos, en León; en La Cabrera y en algunas sierras zamoranas. Los movimientos erráticos de algunos de estos últimos ejemplares dieron lugar a observaciones tan sorprendentes como la de un viejo oso macho, en 1848, en busca de congéneres que ya no existían y hasta las mismas inmediaciones de Santiago de Compostela.

El profesor Franco Tassi, director del parque italiano de Abbruzzo y uno de los principales expertos europeos en materia de conservación, refería en una reciente entrevista mantenida en Roma con este periódico la siguiente anécdota. En una recepción, una señora envuelta en lujosas pieles le preguntó: "En el fondo, profesor, ¿para qué pueden servir en estos tiempos los osos en las montañas de Europa?". La respuesta fue tan sencilla como tajante: "Para nada en concreto, señora. Lo mismo que Mozart o que Beethoven".

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