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Afuera de su sombra

La trasnochada polémica sobre los 500 años del descubrimiento de América, último peldaño de los debates ideológicos de la posguerra, nos devuelve al ámbito del reduccionismo histórico: siendo que hace 500.años una potencia de la época llegó a una tierra desconocida para ella y todas las otras potencias que en el mismo tiempo intentaban lo mismo en las partes más o menos ignoradas del planeta, deberíamos repudiar esos cinco siglos de civilización dado el espúreo acto imperialista con el que comenzaron. Algo así como declararlos nulos por un vicio en el consentimiento, si empleáramos el lenguaje de los civilistas.De todo esto se ha asumido oficialmente, sin embargo, la idea de_que la palabra descubrimiento debe usarse con pudor, y en lo posible emplear la expresión "encuentro de culturas", que suena más edulcorada, menos irritatíva.

Da la casualidad que, según el diccionario, descubrimiento es justamente el "hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto". De modo que el descubrimiento es de por sí un encuentro. A lo que también el diccionario nos agrega que es, "por antonomasia, encuentro, invención o hallazgo de una tierra o mar ignorado".

De eso se trata entonces. Y de un colosal descubrimiento, más que ninguno otro, en múltiples expresiones.

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La primera dimensión es la obvia del descubrimiento para Europa de la existencia de estas Indias, herederas del viejo mito platónico de la Atlántida. Desde que ya que esto fue una sorpresa, pues creyendo llegarse propiamente a las Indias se encontró este continente.

La segunda dimensión es la de los propios indios, que descubren la existencia ignorada de esos pueblos de tez blanca que llegaban navegando. Algunas de sus civilizaciones habían alcanzado ya estadios importantes de cultura y organización, conquistando a otros pueblos de menor potencia, y de pronto se topaban con esta presencia más poderosa.

La tercera dimensión del descubrimiento es la de América por ella misma. Ninguno de sus habitantes tenía idea de vivir en un continente. Mucho menos de que había allí una cierta afinidad étnica, producto de los sucesivos poblamientos que a lo largo de los siglos -hace 40.000 años- habían comenzado a ocuparlo. Por más que algunos contactos existían, puede decirse que, en general, un gran aislamiento distanciaba los diversos pueblos, tanto que se hablaban más de 1.000 lenguas y ninguno conocía la del otro.

La cuarta dimensión es la ocupación del mundo por él mismo, el reconocimiento generalizado de su espacio. El mundo dejará de ser mediterráneo ~ adquirirá una dimensión atlántica primero y universal luego. Las teorías sobre la redondez de la Tierra, asumidas ya por los científicos, dejan de ser un conocimiento exclusivo de sabios y navegantes, rechazado por el vulgo, para comenzar a ser ahora una evidencia empírica. Como dice Pierre Chaunu, comienza un "despegue planetario" que abre así el orbe a un nuevo tiempo, hoy llamado moderno por ser el origen reconocible de las actuales civilizaciones.

A partir de aquel instante quedan de manifiesto muchos fenómenos ignorados, gente, espacio, tiempo, culturas. Y comienzan procesos civilizatorios de singular gravitación. Ni Europa quedará la misma, ni América será la misma, ni Africa y Asia se relacionarán como antes.

Realmente pocas veces en la historia puede hablarse de un acto de descubrimiento que llenara tanto el concepto. No parece científico, ni siquiera sensato, eludirlo para no caer en las polémicas esquemáticas que igual nos asaltan con sus eslóganes y caricaturas. Desgraciadamente hay quienes todavía discuten su propia raíz. No están de acuerdo con su familia. Para terminar no sabiendo quiénes son ellos mismos.

Como dice el viejo proverbio: "Nadie puede saltar afuera de su sombra".

Julio María Sanguinetti fue presidente de Uruguay.

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