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Localizados en El Aaiún los tres saharauis que pidieron asilo político en Rabat

Los tres saharauis que el pasado mes de octubre pidieron asilo político en la Embajada española en Rabat han sido localizados por EL PAÍS en El Aaiún. Los jóvenes afirman encontrarse en libertad y haber resuelto prácticamente todos los problemas que les impulsaron a refugiarse en la delegación diplomática. A lo largo de la entrevista recalcaron que su acción carecía de móviles políticos y que fue realizada "por razones personales". Así lo animaron tras acudir puntualmente a la cita Kaziza Alí, de 31 años; Hammad Hmad, de 30, y Azergui Mustafá, también de 30.

Los tres se han sentado juntos, en el mismo sofá donde instantes antes se habían aposentado funcionarios del Ministerio del Interior, parientes y periodistas. Todos juntos, como si se tratase de una gran familia. El secretario del gobernador del Sáhara, un hombre locuaz, hospitalario, meticuloso y servicial, había preparado este encuentro hasta el último detalle. Todo en un tiempo récord.Los tres jóvenes, pertenecientes a la tribu de los izeruein, han explicado minuciosamente esta singular y enigmática peripecia que se inició a las doce de la mañana del pasado 9 de octubre, cuando franquearon la puerta de la Embajada española en Rabat anunciando que eran saharauis y reclamando asilo político. La respuesta fue brutal. El conserje anunció tajante que si no se iban llamaría a la policía.

Se sucedieron 36 horas de tensas negociaciones que finalizaron el 11 de octubre, cuando un representante del Ministerio del Interior marroquí les ofreció garantías de que no habría represalias y de que sus problemas serían atendidos. Los tres saharauis abandonaron el edificio de la delegación española con una carta en el bolsillo, firmada por el embajador Joaquín Ortega, en la que el diplomático aseguraba haber recibido por parte de las autoridades marroquíes el compromiso de que no serían represaliados. La carta añade que el vicepresidente del consejo comunal de El Aaiún o los dos administradores de los bienes públicos españoles en el Sáhara velarán por el acuerdo.

Hammad Hmad ha doblado meticulosamente la carta y se la ha vuelto a meter en el bolsillo. Luego ha proseguido con su relato. Es el más alto y fornido del grupo. Asume inconscientemente el papel de líder, sin olvidar que su hermano, que se sienta al otro lado del sofá, es funcionario del Ministerio del Interior y hasta hace relativamente poco tiempo militante del Frente Polisario.

Sin trabajo y sin dinero

"No teníamos otra salida. Todos arrastrábamos problemas. Yo no tenía trabajo, Kaziza lo buscaba desde hacía mucho tiempo y Mustafá, que es enfermero, no cobraba su salario desde hacía dos años. Los tres necesitamos, además, una casa. Por eso se nos ocurrió lo de la embajada. Queríamos que nos escucharan y que se resolviera nuestro problema".Desde el fondo del sofá, con aspecto cansado, Hmad asegura que si en un primer momento reclamaron asilo político lo hicieron para poder franquear la puerta de la embajada con facilidad. Pero añade que su gesto carece de intencionalidad política y que se trata de un problema personal y económico. Todos asienten.

"Luego regresamos aquí, a ,El Aaiún. El Ministerio del Interior nos pagó el vuelo de regreso. Ahora todos hemos encontrado trabajo. Yo estoy empleado en la compañía de aguas potables; Kaziza, en las obras públicas; Mustafá, de nuevo como enfermero. La casa aún no nos la han entregado, pero nos han asegurado que nos la darán", añade Hmad.

Los tres insisten en que siempre han estado localizables. Recalcan que cuatro días después de llegar a Rabat recibieron la visita del administrador de los bienes públicos españoles en El Aaiún. Recuerdan con minuciosidad que en la semana pasada volvieron a repetirse otras dos visitas del funcionario español.

La entrevista se ha convertido en una conversación familiar. Las enormes bandejas llenas de pastas han quedado prácticamente intactas. Los vasos de té se han llenado y vaciado sin cesar. No ha habido ni un gesto ni una mueca de desaprobación.

Ha empezado a atardecer sobre el Sáhara. Las calles de El Aaiún aún están engalanadas con banderas y crespones. Son los vestigios de la fiesta de¡ pasado 6 de noviembre, cuando se celebró el 152 aniversario de la marcha verde. Más de 15.000 personas desfilaron por el estadio municipal. Las gradas se llenaron de retratos del monarca. Ahora, una leve brisa barre la ciudad y mece las banderas. Familiares, funcionarios y periodistas abandonan la casa. "Todo está solucionado", exclama alguien.

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