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Tribuna:EL 32º CONGRESO DEL P.S.O.E.
Tribuna
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El desorden está detrás del escenario

Rosa Montero

Aunque ahora hay ocho miembros más en la ejecutiva, y en el escenario, por lo tanto, han tenido que pone, más pupitres, la exquisita simetría del decorado sigue intacta. Quizá el número de ejecutivos se decida así, por mor de la estética, para que sea una cifra que se adapte a la capacidad de los módulos/ pupitre y así quepan todos sin que se descabale el tenderete. Porque está claro que aquí el tenderete no se puede descabalar, ni decorativamente ni de ningún modo. Ha triunfado el orden, o eso parece. Y es un orden tan viejo, y lo llevan tan hincado en el alma, que la cúpula siempre se sienta en rígida formación jerárquica, incluso cuando están abajo, en el patio de butacas, a la espera de que les llamen a los pupitres: Rubial en medio, González a su derecha, a la izquierda Guerra. El congreso socialista ha vuelto a proclamar el dogma de la santísima trinidad.Chaves lee los nombres de los nuevos ejecutivos junto con los votos recibidos, y los mentados van saliendo del patio de butacas y subiendo a ocupar esos pupitres tan disputados. La lista empieza por abajo, esto es, va de los vocales a los secretarios de área, terminando, claro está, con los figurones, de modo que la emoción y la jarana van a más, talmente como en el Festival de San Remo, por poner un ejemplo. Y hay momentos en los que una casi cree oír decir a Chaves eso tan sentido de: "And the winner is... " ("Y el ganador es..."). Dentro del anfiteatro todo es unidad.

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Fuera, en cambio, es otra cosa. Fuera ha quedado el enfado de Solchaga o el disgusto, cercano a las lágrimas, de Dolors Renau, a quien han echado de la ejecutiva. Otros resplandecen de júbilo, como Acosta, a quien una militante gritó en el vestíbulo: "¡Viva la unidad, viva el PSOE!", frase que él contestó, la mar de marcial, con otro "¡Viva!". Pero esto, el enardecimiento del triunfo, parece menos extendido de lo que una se hubiera imaginado: en el vestíbulo se ven bastantes rostros alicaídos. "Muchos socialistas queremos más apertura. Pero lo malo es que el sistema interno de representación y funcionamiento es muy rígido", te susurran. Recordemos que la gestión de la ejecutiva, por ejemplo, la aprueban sólo 21 personas. Será por eso por lo que Felipe González, o eso dicen, quizá se vea obligado a forzar la apertura desde el Gobierno.

Pero dentro, en el anfiteatro, se juega el juego de la unanimidad y la fortaleza. La clausura es siempre una ceremonia de catarsis, el renovar de votos, una demostración de fuerza hacia el exterior. Y, por eso, cuando le toca el tumo a Guerra, los militantes pueden soltar al fin esa ovación frenética que le tenían guardada y que no le pudieron dar el primer día, porque Felipe González (y ésta es una omisión a tener en cuenta) no le brindó esa oportunidad en su discurso. Y, así, hoy aplauden y aplauden al vicepresidente, que, de pie en su pupitre, inclina el rostro al suelo con modestia muy fina. En el anfiteatro, en fin, todo resulta consolador y terso. Pero en primera fila, como para recordarnos que existe el desorden, Nicolás Redondo se obstina en permanecer impávido y no se levanta ni ovaciona. Sólo le veo aplaudir, muy brevemente, tras la Internacional. Pero eso debe de obedecer a un impulso irrefrenable del corazón y de la memoria.

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