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EL NUEVO MAPA POLÍTICO DEL PAÍS VASCO

Ardanza: de presidente circunstancial a símbolo

José Antonio Ardanza se ha convertido, a sus 50 años, en la clave del complicado arco político vasco. De gobernante de circunstancias, dominado por sentimientos contradictorios de fidelidad a su partido y de complejo por su acceso sin refrendo popular a la presidencia del Gobierno, en enero de 1985, ha pasado a ser el motor y el símbolo de la recuperación del PNV.El lehendakari sufrió en los dos primeros años de presidencia. Nunca lo ha ocultado y ahora, confiado en el futuro y seguro de sí mismo, no ahorra reproches más o menos cariñosos a quienes entonces destacaron su falta de carisma personal y de entrenamiento político frente al brillo de su antecesor, Carlos Garaikoetxea.

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Las circunstancias desafortunadas que le llevaron al poder han ido cambiando con el tiempo hasta conjurarse a su favor.

Ardanza es hoy para la mayoría de los vascos el hombre que encarna el pacto de Ajuria Enea, el acuerdo que hizo posible la cristalización y la expresión abierta en el País Vasco de la mayoría contraria a la violencia.

La imagen de la pacificación

El PNV y el equipo personal del lehendakari han cultivado con extremo cuidado esta faceta. La imagen de Ardanza ofreciendo conferencias de prensa en torno al acuerdo por la pacificación, rodeado del asentimiento mudo de todos los demás dirigentes políticos, ha acabado por otorgarle un papel de liderazgo social traducido en un caudal creciente de votos conseguidos por su actuación personal en este terreno, al que tan sensible es la opinión vasca.

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Ardanza ha sabido combinar este privilegiado papel con la inyección de una dosis de moderación política y de realismo económico a la escena vasca.

Sus, batallas por proyectos como el tren de alta velocidad se han saldado hasta ahora con resultados dudosos o casi meramente verbales, pero han marcado la dirección inevitable a los demás partidos.

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