Kadare se va, Stalin se queda
La clasura de la conferencia balcánica coincidió con la peor noticia que les podía llegar a las autoridades albanesas. el novelista Ismaíl Kadare, el escritor nacional albanés por excelencia, ha solicitado asilo político en Francia, adonde había viajado para presentar la traducción al francés de su última obra.Kadare, de 54 años, es un héroe nacional que en los últimos años había intentado animar al régimen para que se refórmase, siempre sin enfreñtarse abiertamente con él. Su decisión es para muchos albaneses la confirmación de su propia falta de fe en las intenciones reformistas del Ramiz Alia.
No lejos del Palacio de Congresos donde el ministro de Asuntos Exteriores, Raiz Malile, comprometía ayer a Albania en el respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión, a la libertad religiosa y los derechos de las minorías, una gran estatua de Stalin sigue presidiendo las charlas de los universitarios y las carantoñas de las parejas.
Los estudiantes están convencidos de que algún día no muy lejano correrá la misma suerte que todas las estatuas de dictadores comunistas caídas recientemente en Europa oriental. Sin embargo, están impacientes y no otorgan credibilidad a las promesas que el régimen hizo sobre el papel en la bien vigilada reunión ministerial.
Kadare, la conciencia nacional albanesa, se ha ido y Stalin sigue en su pedestal. No es ésta la única contradicción histórica en este otoño albanés. Más de un centenar de periodistas han conseguido el visado para acudir a la conferencia balcánica. Pero el miedo a la información cala hondo en el aparato comunista y ayer todos ellos fueron "invitados" a abandonar el país.
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