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Cartas de Yoli

La familia de Yolanda Ming, condenada en Tailandia por tráfico de droga, prefiere que su hija esté recluida en Bangkok antes que en Barcelona

"Ahora os tengo que dejar porque acaba de llegar el viejecito de la bici y debo darle la carta para que la recibáis pronto. Yoli". Hace más de 15 meses que Yolanda Ming, de 22 años, despide así las misivas que escribe desde Tailandia a sus hermanos Robert y Joel de ocho y seis años. Durante este tiempo, en un humilde piso de Badalona, los niños han aguardado a diario las noticias de Yoli. El lunes supieron que el cartero mágico ya no volverá. Lo liquidaron unos mayores del colegio cuando les espetaron: "Vuestra hermana está en la cárcel por traficar con drogas; lo han dicho por la tele".

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Pájaros enjaulados en Bangkok

A Yolanda la detuvo la policía tailandesa el 27 de junio de 1989 en el aeropuerto de Bangkok cuando intentaba sacar del país 2,200 kilos de heroína. Viajaba con su compañero, Agustín López Meroño, de 34 años, con el que convivía desde hacía tres. 14 meses después, ambos fueron juzgados; a lajoven le cayó cadena perpetua y a él, pena de muerte.Victoriano López, padre de Agustín López Meroño, se muestra contundente. Para él está claro que la responsable de esta situación es Yolanda. Su hijo es in capaz de traficar con droga, por una razón sencilla: "Agustín no está bien de la cabeza". "No es una persona normal; está hablando de una cosa y, de repente, se le olvida y te cuenta otra completamente distinta". Agustín que padece esquizofreniw paranoide, cobraba el subsidio de invalidez total de la Seguridad Social. Los padres de Agustín, que tratan de que se revise la condena a muerte a través de un bufete de abogados tailandés, temen que su hijo se suicide en un momento de depresión, según manifestaron a Diario 16.

Serenidad

La situación es muy distinta en casa de Yolanda, donde las cosas se han tomado con mayor serenidad. Los padres de la chica reconocen que su hija era drogode pendiente y prefieren no hablar de responsabilidades. Desde que se enteraron de lo ocurrido empezaron a reunir dinero para ir a Tailandia; el padre, taxistaí pidió prestado a sus ocho hermanos y cinco meses después, llegó a Bangkok. Cuando, por fin, consiguió ver a Yolanda, no lo podía creer. "Mi Yoli volvía a ser la de antes, tan guapa como siempre; estaba desintoxicada por completo y había engordado". En este punto, Maruja Villaescusa, la madre, se suma a la conversación; coge un portarretratos del aparador y muestra orgullosa la última fotografia de su hija en la cárcel de Bangkok. Mientras la observa, asiente con la cabeza: "Pobrecilla, estaba tan acabadita cuando se marchó...". En la actualidad, Yolanda pesa 25 kilos más que en el momento de la detención.

Francisco Ming dice estar satisfecho del trato que recibe su hija en la prisión tailandesa. "Yo que, por mi trabajo, tengo que entrar a menudo en Wad-Ras [cárcel de mujeres de Bárcelona] y sé lo que es aquello, prefiero que Yofl se quede donde está, sí no la podemos tener en casa".

Francisco y Maruja recuerdan que Yolanda, la segunda de sus cuatro hijos, era una buena estudiante y muy apreciada en su trabajo -como dependienta en una joyería, primero, y, más tarde, como relaciones públicas en una sociedad especializada en regalos de empresa- La vida familiar, sin embargo, se truncó cuando Yolanda cumplió los 18 años y se marchó de casa. Los padres de Yolanda están convencidos de que su hija está arrepentida de lo que hizo. "Sólo ansiamos", solloza Ming, "que le den una oportunidad para que pueda rehacer su vida".

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