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Un nuevo sistema de seguridad para el Mediterráneo

El autor propone un sistema colectivo de seguridad que se base en la esterilización de toda capacidad ofensiva, a fin de limitar sus efectos en la zona mediterránea a la simple defensa mientras la ONU prepara una fuerza disuasiva multilareral.

La apuesta por el discurso de la seguridad compartida supone, tanto para Europa como para la zona mediterránea, empezar a edificar un nuevo sistema colectivo de seguridad que sea aceptable para todos los países de la región. Esta seguridad ha de ser mutua y global, de forma que ningún país se sienta militarmente amenazado por otro. La seguridad propia no ha de provocar inseguridad a un tercero.Evidentemente, el motor de esta seguridad regional nunca podrá ser el armamentismo y la disuasión militar, sino el desarrollo de las relaciones de cooperación y la utilización de los medios políticos y diplomáticos para resolver los conflictos. De ahí la importancia de que las políticas exteriores vayan creando medidas de confianza entre los países ribereños, al estilo de las desarrolla das en el Viejo Continente a través de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).

Esta seguridad regional, sin embargo, sólo se alcanzará si la doctrina y la capacidad militar de cada país se orienta hacia lo defensivo, no ofensivo y no provocativo, con niveles mínimos de armamento que hagan imposible un ataque por sorpresa (incapacidad estructural para lanzar un ataque) y se reduzcan al máximo las percepciones de amenaza.

La creación de una seguridad regional supone también implicarse en un proceso que, a largo plazo, permita reducir a mínimos las capacidades militares nacionales, potenciando a cambio una fuerza disuasiva dependiente de las Naciones Unidas. Por ello, las políticas nacionales de defensa han de reestructurarse de forma que concedan cada vez mayores competencias y medios a la ONU.

La principal amenaza de la humanidad y de la región mediterránea continúa siendo el foso que separa los países ricos y pobres. La lucha contra el subdesarrollo y la miseria ha de constituir el eje central de todo esfuerzo.

Los grandes problemas ecológicos constituyen igualmente una seria amenaza para el conjunto del planeta, por lo que los esfuerzos para preservar el ecosistema común han de constituir un segundo eje de la seguridad mediterránea. Es lo que llamamos "ecoseguridad".

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La incomunicación, la falta de diálogo y la incomprensión entre las diferentes culturas y religiones que cohabitan en la zona mediterránea es otra fuente permanente de conflictos. Una buena política de seguridad ha de intentar reducir al máximo estas distancias, particularmente con el Magreb.

La propia dinámica del rearme y las inercias o adicciones del viejo modelo de seguridad obstaculizarán el desarrollo de estos nuevos planteamientos. Las resistencias al cambio por parte de algunos burócratas, científicos y sectores industriales sólo podrán superarse si existe una firme voluntad política para superar estas limitaciones, y una opinión pública informada y exigente.

Como ha puesto en evidencia la crisis del Golfo, el comercio de armamentos y la proliferación nuclear, química y de misiles balísticos es otra fuente segura de inestabilidad e inseguridad. Este problema se da también en el Mediterráneo, y sólo puede resolverse mediante un estricto control de las exportaciones y transferencias de algunos productos.

Tanto las conversaciones de Viena para reducir los armamentos convencionales (CFE o CAFE), como las encaminadas a crear medidas de confianza en Europa (CSBM), constituyen una oportunidad histórica para desarrollar un nuevo esquema de seguridad en- el continente europeo, y son excelentes referencias para iniciar un proceso de desarme en la región mediterránea.

Algunas de las medidas que podrían desarrollarse a medio plazo, tanto en Europa como en el Mediterráneo, son las siguientes:

Medidas a medio plazo

1. Hay que tender a la eliminación de las capacidades ofensivas de cada país, de forma que las capacidades defensivas nacionales y globales sean siempre superiores a las ofensivas. En el Mediterráneo, las reducciones en las capacidades ofensivas podrían iniciarse en los potenciales marítimos y aéreos, que son los que permiten una mayor proyección al exterior de los aparatos militares. Un objetivo a medio plazo sería, así, crear en el Mediterráneo una zona libre de armas ofensivas.

2. Evidentemente, esto supone avanzar en la desnuclearización del Mediterráneo y su declaración final como zona libre de armas nucleares. La URSS ya ha mostrado su disposición a ello.

3. La disminución de los aparatos militares y su orientación no ofensiva permitiría una reducción importante de los presupuestos militares. El objetivo final sería situarlos a unos niveles no superiores al 1% del PIB.

4. Otra medida imprescindible es la de limitar el personal militar existente en todos los países mediterráneos, situándolo a un nivel cercano al 0,2% de la población. En cualquier caso, ningún ejército debería tener más de 100.000 hombres en activo.

5. Este nuevo marco de seguridad compartida es incompatible con la presencia de bases y tropas extranjeras en la zona, que habrían de ser retiradas progresivamente.

6. Construir esta seguridad regional implica comprometerse en la conversión de la industria de armamentos, mediante una planificación multilateral que ayude a las empresas y a los trabajadores afectados.

Es imprescindible, además, un mayor control y reducción de las exportaciones de armamento desde y para la zona mediterránea. Se trata, en definitiva, de desmilitarizar en lo posible el concepto de "seguridad mediterránea", reforzando el componente político, económico y cultural de esta seguridad en un marco de, abierta cooperación entre los países ribereños.

es investigador sobre desarme del Centro Unesco de Cataluña y miembro del CIP.

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