Encrucijada de caminos
Con el retorno a Argel, el 27 de septiembre, tras 15 años de prisión y 10 de exilio en Europa, del primer presidente de la Argelia independiente, todos los actores están ya presentes en la escena política argelina: los viejos jefes históricos, el cabila Ait Ahmed y el oranés Ahmed Ben Bella algunos oscuros personajes de antes, hoy bruscamente célebres, como Abbas Madani, jefe del Frente Islámico de Salvación (FIS), vencedor de las elecciones municipales y regionales del 12 de junio; los jóvenes demócratas como Said Saadi, animador de la Agrupación para la Cultura y la Democracia (RCD), y la cohorte de desconocidos, jefes de pequeños partidos, que han florecido como champiñones. En total, una treintena de formaciones va a presentarse a las elecciones legislativas previstas para la primavera de 1991. ¿Habrá una primavera de Argel como ya hubo una primavera de Praga preñada de esperanzas?La apuesta es a la vez simple y enorme: lo que se juega es el futuro político, económico, social y cultural de un país que es el pivote sobre el que gira el Magreb, pues no en vano es el único que tiene fronteras comunes con todos los Estados de la UMA. Consecuentemente, se juega también el porvenir de sus relaciones con sus vecinos magrebíes, con el oriente árabe-musulmán, con África y, last but not least, con Europa.
Nunca desde la independencia, en 1962, han sido los argelinos, como ahora, el cruce por el que pasan todos los caminos. Las opciones son: o bien forjar pacientemente una democracia, lo que implicaría una revisión crítica de los sistemas de referencia, o bien sustituir el populismo desarrollista del FLN por un populismo moralizador del FI S. La primera de las opciones abriría el camino a una posible alternancia en el poder mediante el multipartidismo; la segunda consagraría un partido dominante, excluidor de la alternancia. Al día siguiente de su triunfo electoral, los dirigentes del FIS no han dicho "ha ganado la democracia", sino "ha triunfado el islam".
Lo que está sucediendo en Argelia desde los inicios de 1990 es, sin embargo, extraordinario, y sobre todo inimaginable antes de los sangrientos acontecimientos del 5 de octubre de 1988, cuando el FLN, partido-Estado, reinaba en exclusiva. Tras un cuarto de siglo de censura y de bocas cerradas, los argelinos han recuperado la libertad de la palabra. Los periódicos florecen y circulan, los partidos multiplican los debates, surgen nuevas editoriales, el FIS ha sido reconocido como partido legal. En la actualidad, desde el Golfo hasta el Atlántico, ningún país árabe ha ido tan lejos en la democratización.
Pero muchas cosas quedan todavía por cuestionar. Prácticamente todos los partidos se dicen demócratas y reclaman la democracia, pero ninguno de ellos ha adoptado un funcionamiento democrático interno. ¿Cuál puede ser la credibilidad de muchos de sus jefes que simplemente se han autoproclamado como tales? ¿Están en contacto con la realidad de la Argelia profunda? ¿Cuál es, dejando aparte al FIS y a la RCD, su proyecto de sociedad? ¿No se están dedicando acaso a gesticular en un espectáculo que se dan a sí mismos y que no atrae la atención de los electores?
Volvamos a Ben Bella. Radiomacuto, en París, en Argelia y en Barcelona, ciudad desde la que se ha embarcado, difundía el rumor, propiciado por sus partidarios, de que el retorno iba a ser triunfal: un millón de personas, o tal vez dos, acudirían a recibir al salvador de la patria. ¿Intoxicación? ¿Autosugestión? Todo lo más ha habido 50.000. ¡Cruel realidad! Los jóvenes de menos de 20 años, el 65% de la población, no se reconocen en este hombre de 74 años demasiado tiempo ausente.
Ait Ahmed, su enemigo de siempre pese a una alianza táctica montada durante su exilio europeo, congregó unas 300.000 personas cuando volvió en diciembre de 1989. Sin embargo, su audiencia ha ido reduciéndose poco a poco a su bastión cabila, de la misma manera que la de Ben Bella puede quedar reducida a su feudo de Orán. ¡Lejos queda lo de un nuevo destino nacional!
Cabía la posibilidad de una alianza entre Ben Bella y el FIS en la que el exiliado sería la figura principal, pero la amplia victoria de los islamistas y la estatura adquirida después por Abbas Madani han reducido considerablemente su posible realización. Aprovechando la crisis del Golfo, Ben Bella parece querer reclutar a los decepcionados del FLN y a los electores moderados del FIS, asustados por el radicalismo islámico, haciendo vibrar su fiebre patriótica. Significativo resulta que su esposa, a la hora del retorno, haya renunciado al velo islámico, que ostensiblemente paseaba por Europa, y que él haya convocado al pueblo para apoyar a Sadam Husein, como en otros tiempos sostuvo a Nasser.
De momento, el FIS es el partido mejor estructurado. Los argelinos dicen a modo de chiste que es la única formación que realiza mítines cinco veces al día, los cinco momentos de la plegaria cotidiana previstos en el Corán, y que organiza un congreso semanal, el momento de la gran plegaria de los viernes. Cierto es que el FIS está descubriendo que no es fácil administrar los ayuntamientos, y no le faltan ya los electores desilusionados. En contacto con la realidad del poder, sus dirigentes han dulcificado sus discursos, pero sus militantes siguen siendo dinámicos y están muy próximos a la población. Es una carta de triunfo nada despreciable.
Por contra, los partidos que alaban la democracia y que proponen un programa coherente no han conseguido constituir todavía un frente sólido y creible. Además, los intelectuales que los apoyan -escritores, artistas, profesores, investigadores, altos funcionarios, etcétera- salen muy poco de su torre de marfil y son considerados, con razón o sin ella, como privilegiados occidentalizados. En fin, corren el riesgo de servir a la dispersión de votos que Han a parar a algunos grupúsculos oportunistas sin audiencia nacional.
En este contexto habrá que contar con el presidente Benyedid y con el Gobierno actuante de Mouloud Hamrotiche. Hay quienes prestan al jefe de Estado la intención de retirarse después de las elecciones con la aureola de haber sido el restaurador de la democracia y de la economía de mercado. Pero también podría suceder que se mantuviera en su puesto asumiendo la función de árbitro. De hecho, la ley electoral que prepara el Gobierno está concebida de tal modo que ningún partido podrá obtener la mayoría absoluta.
Las incógnitas, como bien se ve, son numerosas. Una de las más importantes se encuentra, sin embargo, fuera de Argelia: la crisis del Golfo y sus consecuencias. Todos los conflictos importantes que han jalonado la historia de Oriente Próximo desde la II Guerra Mundial -guerra árabe-israelí de 1948, expedición franco-anglo-israelí contra Suez en 1958, guerra de los seis días en 1967, guerra de octubre de 1973, guerra Irak-Irán de 1980 a 1988-, sin hablar del conflicto libanés, han producido ondas de choque durables en el conjunto del mundo árabe, es decir, en el mundo musulmán.
Ahora bien, la crisis del Golfo es la más grave por su dimensión internacional. Sus consecuencias, evidentemente, no serán las mismas si el conflicto se resuelve por la vía diplomática o si da lugar a un enfrentamiento armado susceptible de degenerar en guerra mundial, No obstante, sea cual fuere la salida, sus repercusiones serán profundas en una zona que nunca ha estado tan dividida desde la creación de la Liga Árabe, en 1945. Y lo cierto es que el destino de Argelia está tan unido al del mundo árabe como al de Europa. También ahi Argelia se encuentra exactamente en la encrucijada de los caminos.
Paul Balta es director del Centro de Estudios Contemporáneos de Oriente de la Universidad de la Sorbona.
Traducción: José Manuel Revuelta.
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