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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caen las estrellas

EN SURÁFRICA, hasta ahora, el color de la piel era testigo de la raza. Ese distintivo hacía a los negros culpables ante la ley. La pigmentación en este país equivalía a la estrella amarilla que en la Alemania nazi había servido para distinguir a los judíos. Una y otra hacían a todos objeto de la vejación más burda: les impedía compartir con los blancos, o con los arios, el banco de un parque, el agua de una piscina, el espacio en un cine. Esa vergonzosa práctica se acaba.En efecto, paralelamente a la dinámica política puesta en marcha por el presidente De Klerk al liberar a Nelson Mandela y firmar con él un histórico acuerdo de colaboración pacífica, en junio pasado el Parlamento surafricano derogó la Ley de Reserva de Lugares de Esparcimiento Separados. Fue el primer paso del desmantelamiento del sistema jurídico del apartheid. Desde el lunes 15 de octubre quedaron integrados los espacios anteriormente reservados para blancos: municipios, clubes, transportes públicos y centros docentes, entre otros. Se da por supuesto que la oposición a la ley será enconada. Son rémoras de un sistema que está condenado a muerte. Lamentablemente, el tiempo que tarde en desaparecer determinará el nivel de dificultad de las soluciones que deban darse a las tremendas tensiones sociales y económicas que se están produciendo en Suráfrica y de las que es demasiado simplista responsabilizar exclusivamente a las etnias negras.

La ley derogada, cuyo título habla por sí mismo, era uno de los ejemplos más escandalosos de la segregación. Quedan otros tres cuya abolición será difícil: la ley de segregación de viviendas (blancos y negros no pueden compartir ni casa ni barrio), la que reserva la propiedad del 87% de la tierra para los blancos, y la más horrible de todas, la que clasifica a los surafricanos por grupos raciales, impidiendo la convivencia entre ellos. Son otras tantas estrellas amarillas que acabarán desapareciendo inexorablemente.

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