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FERIA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA

Un derrote salvaje

El sexto de la tarde, hierro Joaquín Núñez Benjumea, era un toro de impresionante trapío. Un toro alto de agujas, enmorrillado, largo y muy serio, con una tremenda cornamenta vuelta, cuyas buidas astas apuntaban a las nubes. Pero todo eso fue visto y no visto. En cuanto abrieron el chiquero, irrumpió veloz el toro a la arena, se arrancó como un rayo a un capote que flameaba lejano, ya lo iba a alcanzar cuando el peón flameador escamoteó el capote metiéndolo en un burladero, y el toro tiró su derrote Salvaje contra las tablas. Un salvaje derrote, sí, un derrote en cuya descomunal potencia iba toda la ancestral furia, toda la casta brava que durante siglos ha ido acumulando esta insólita raza animal conocida por toro de lidia.El derrote arrancó, enteros, dos paños de tablas, que fueron a parar violentamente al fondo del callejón y el toro rebotó, para desplomarse un metro atrás en el redondel. Allí se agitaba convulso y muy bravo tenía que ser cuando, unos minutos más tarde, se incorporó trabajosamente, y pese a que llevaba partida por la mitad una de aquellas astas que apuntaban a las nubes e iba cojitranco -acaso ya parapléjico- seguía embistiendo con incansable codicia cuanto se le pusiera delante.

Concurso/ Soro, Ponce, Blázquez

Corrida concurso de ganaderías. Toros de Francisco Galache, con trapío, sospechoso de pitones, que cumplió, flojo y noble; Antonia Julia de Marca, terciado, sospechoso de pitones, mansete, manejable; Salvador Gavira, terciado, con trapío, bravo; Justo Nieto, chico, bravucón; Peralta, bien presentado, manso declarado; 6, sobrero de Lamamié de Clairac, con trapío, flojo y noble, en sustitución de otro de Joaquín Núñez, de gran trapío, inutilizado al estrellarse contra la barrera. El Soro: estocada trasera caída (oreja); pinchazo y cuatro descabellos (algunos pitos). Enrique Ponce: pinchazo perdiendo la muleta y estocada (aplausos y salida al tercio); pinchazo, otro hondo caído, rueda de peones y descabello (vuelta). Victor Manuel Blázquez, que tomó la alternativa: estocada corta baja (vuelta por su cuenta); estocada corta baja y cinco descabellos (oreja). Plaza de Valencia, 9 de octubre. Cuarta y última corrida de feria. Dos tercios de entrada.

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Desierto el premio al toro más bravo

Daba lástima el toro inválido, protestó el público y la presidencia decidió sustituirlo por el sobrero. Fue una decisión absolutamente antirreglamentaria, pues los toros inutilizados durante la lidia no se sustituyen. Al público, en cambio, le complació el regalo, y a Víctor Manuel Blázquez, ayer toricantano (santa palabra de la jerga taurina, tomo lirismos y otros inventos), pues también, porque pudo cortar esa oreja que necesitaba en su crucial tarde toricantana, o misacantana, o como se quiera llamar a la alta ocasión de su biografía torera que llaman ceremonia de alternativa.

Se trataba, además, de corrida concurso de ganaderías y no hubo toros bravos. Quizá el de Salvador Gavira, que embistió fijo al caballo y se crecía al catigo. No el berrendito lucero y calcetero de Justo Nieto, a pesar de que lo aclamó el público. El berrendito de Justo Nieto hizo cuatro arrancadas espectaculares desde el centro del ruedo, al sentir el hierro huía despavorido, y miles de emocionados espectadores aplaudían, incluso daban gritos de júbilo, puestos en pie. Les castigó Dios, por aplaudir toros mansos, y se puso a llover. Primero poco, luego mucho, y cuando lo del derrote salvaje, la lluvia caía a mantas sobre quienes aplauden toros. mansos y sobre el resto del personal. Es decir, que pagaban justos por pecadores.

Empezó bien la fiesta

O sea, que se aguó la fiesta y fue una pena porque había empezado muy bien, con el cielo medio despejado, solecito alegre, vistoso desfile de falleras, como es natural, y banda de música de zaga, interpretando el pasodoble Valencia, que aún es más natural. En el ruedo había dos grandes senyeras, que, en su momento, fueron retiradas. Luego salieron las cuadrillas a los compases de Pan y toros... Víctor Manuel Blázquez estuvo regular con capote, mal con banderillas -apenas consiguió clavar, pese a sus muchos intentos- y, tras los solemnes actos de la alternativa, voluntarioso frente a un toro gazapón de corta embestida.Al de Marca, muy noble, El Soro le toreó de forma sorprendente; es decir, por redondos y naturales interpretados con gustosa templanza, y si al final se puso a pegar frenéticos rodillazos, sería por mantener en alto la enseña sorista. Al cuarto, en cambio, le trasteó sin decisión. También banderilleó, fácil y seguro. En su segundo toro cedió los palos a su banderillero Montoliú, y este se lució prendiendo el mejor par de la tarde.

Enrique Ponce no pudo coger el ritmo al toro de Gavira, que se quedaba corto, mientras al manso de Peralta le instrumentó cinco espléndidas tandas de redondos, con la verdad y la majeza propias de un torero cabal. Por la izquierda no toreó, e hizo bien, pues al embarcar por ese lado el pase de pecho, recibió un guadañazo de tal naturaleza, que de poco le parte en dos.

Llovía torrencialmente en el sexto -el sobrero, de Lamamié- y Blázquez lo toreó pundonoroso y valiente, sin aderezar la faena con las calidades artísticas que la nobleza del toro admitía. Pegó muchos pases, que el público coreó con olés estruendosos, pues emocionaba aquel trasteo bajo el aguacero.

Cortó Blázquez la oreja , que era su propósito, y lo que de verdad deseaban sus muchos partidarios, y todo el mundo se marchó contento. Empapado, pero contento. Bueno, no todo el mundo: un ganadero con solera había visto cómo se le desgraciaba un toro bravo, quizá el más hermoso ejemplar de su ganadería, y los aficionados auténticos le acompañaban en el sentimiento. Criar un torazo bravo y que se inutilice, siempre supone un gran trauma. Claro que el toro tenía otro, quizá más grave. Pues lisiado y con un cuerno partido, se pasa fatal. Cualquiera que haya atravesado esta delicada situación podría atestiguarlo.

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