A remojo
Que Dios tenga el gusto de poner a remojo a los aficionados taurinos no está demostrado, y, menos aún, que los castigue tirándoles trombas de agua, por el feo asunto ese de los puyazos traseros. Y, sin embargo, es cierto que los aficionados taurinos salen a remojón por feria, para su mal y para bien de tintoreros, que reciben luego con encargo de limpieza, plancha y recomposición general los arruinados vestidos de señora, ternos de caballero y restantes prendas de domingo y otras galas. Es decir, algo ocurre en la fiesta (o contra la fiesta) cuando tanta tromba de agua le cae encima.La que cayó en Valencia fue al arrastrar el segundo toro y no paró. Se veía venir, pues unos minutos antes del paseíllo ya se estaban asomando nubes renegridas por sobre los tejadillos, cruzaron el coso bandadas de estorninos que volaban veloces en busca de más enjutos parajes, y todo el mundo estaba de acuerdo en que la corrida no se daría completa. Nunca hubo tanta unanimidad en la fiesta. Morenito prendió, entre dos cuarteos, un excelente par al quiebro, y con la muleta no, pudo torear, pues el toro se convirtió en un marmolillo.
Molero / Morenito, Rincón, Soro
Tres toros de Molero hermanos, con trapío, flojos, nobles, y 29, de Moro hermanos, discreto de presencia, inválido, noble. Morenito de Maracay: pinchazo y media atravesada descordando (silencio); pinchazo, otro hondo atravesado y cuatro descabellos (vuelta). César Rincón: estocada corta trasera tendida (oreja). Soro II: bajonazo (oreja). La corrida se suspendió tras el cuarto toro, a causa de la lluvia. Plaza de Valencia, 7 de octubre. Segunda corrida de feria. Un tercio de entrada.
Pena de marmolillo que, por estampa, era una joya. Con trapío, serio y astifino, lucía limpiacapa alba modificada por las variantes que se apuntan: se trataba, sí, de un toro ensabano, pero capuchino, lucero, gargantillo; o, dicho en cristiano, todo blanco, excepto cuello y cabeza, donde el pelaje le crecía negro, a salvo una franjita blanca a manera de collarín y un manchón estrellado en la frente.
Después hubo toros negros girones, todos nobles. César Rincón toreó al suyo relajado y reunido, con recursos de experimentado muletero, a lo largo de una ajustada faena donde no faltaron pintureros ayudados y cambios de mano por delante, y por detrás también. A esa faena no le faltó de nada.
Tronaba y caía agua a mantas durante la faena de muleta de Soro II, que construyó decorte clásico, particularmente templada al instrumentar los naturales. El ruedo estaba inundado y procedía la suspensión, pero Morenito de Maracay quiso seguir adelante y salió el cuarto toro, que pegaba tremendos patinazos. El peligro no estaba en la fiereza del toro sino en que arrollara al torero a causa de los resbalones. Banderilleó Morenito con mucho mérito, cuarteando y quebrando sobre el barrizal, e hizo una armoniosa faena, que si no se recompensó con trofeo peludo fue por matar mal.
La corrida se suspendió entonces porque torear no se podía, y menos embestir, según comprobación feaciente. Tampoco se podía presenciar, con lo que caía. La gente abandonó el coso medio descompuesta, calada hasta las interioridades íntimas y seguramente constipada también, como si la hubiera castigado Dios. Quizá si los picadores dejaran de pegar puyazos traseros, no ocurrían estas desgracias... Quién sabe; sería cuestión de comprobarlo. Ocurren en la fiesta de los toros cosas muy contradictorias y misteriosas. Por ejemplo, cuando llueve, los. toros suelen ser boyantes, y si nieva, se hacen de miel. Las embestidas más pastueñas que uno haya visto fueron cierta tarde que nevó. Y, después de esas, las de los toros de ayer, mientras tétricos nubarrones zaínos ponían a remojo aficionados, coletudos, astados y un ramillete de individuos tocados de castoreño, que a lo mejor son los verdaderos culpables de todo.
Babelia
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