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Espías huidos y espías detenidos,

Bernard Grossmann, el que fuera último jefe de los servicios de inteligencia de la República Democrática Alemana y sucesor del mítico Markus Misha Wolf, fue detenido a las pocas horas de consumarse la unidad alemana, en la madrugada del miércoles, en un lugar desconocido, probablemente su propia casa, cuya localización se había convertido en un auténtico secreto de Estado, tanto que ni siquiera la fiscalía de Bonn, al hacer pública, la noticia de su detención, ha querido revelar. Alexander von Stahl, el fiscal general de la República, de quien partió la orden de detención, indicó que Wolf había conseguido escapar a tiempo, probablemente dirigiéndose a la Unión Soviética. Fuentes conectadas en el pasado con la policía política del régimen comunista aseguraban ayer que Wolf, uno de los superespías que llevaron de cabeza a los servicios de información de Occidente durante la guerra fría, deseaba fervientemente quedarse en su tierra, y que incluso había intentado negociar un arreglo, pero que finalmente optó por desaparecer al ser avisado de su inminente detención.Pero si la fuga de Wolf puede haber contrariado a los servicios de inteligencia de Bonn, más aún lo ha hecho la desaparición de Hans-Joachim Tiedge, el topo que llegó a dirigir los servicios secretos de la RFA y que escapó hace cinco años, poco antes de ser descubierto. Se calcula que el daño que hizo Tiedge a las redes de espionaje y contraespionaje occidentales se cifra en la caída de unos 160 agentes.

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Tampoco se conoce el paradero de Ganter Guillaume, el que fuera secretario personal de Billy Brandt, cuando el político socialdemócrata ocupaba la cancillería y que provocó su caída al ser descubierta su condición de agente de la RDA. Guillaume, que vivía en los últimos tiempos en una casa en los alrededores de Berlín, fue detenido, juzgado y condenado a prisión, y salió en libertad hace unos años, después de un intercambio de espías entre las dos Alemanias.

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