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La ampliación de las medidas de racionamiento en Cuba aumenta el peligro de agitación social

Antonio Caño

Las últimas medidas de racionamiento impuestas por el Gobierno cubano dejan a ese país en una economía de subsistencia y aumentan los peligros de inestabilidad política y agitación social en la isla. En Cuba, cualquier objeto de consumo común para otro ciudadano del mundo resulta una especie difícil de encontrar. No se trata sólo de los alimentos, sino también de electrodomésticos, productos destinados al aseo o simplemente vestimenta.

Muchos de los productos en cuestión ya estaban racionados desde el comienzo del triunfo revolucionario y otros han sido incluidos en las cartillas esta semana -porque el Gobierno cubano tiene que importar la mitad de lo que consume su población-. El cambio en las relaciones comerciales de la isla con la URSS, de donde proceden un 75% de las importaciones cubanas ha llevado a las drásticas reducciones de esta semana.Como ejemplo de los productos de los que tendrán que prescindir los pocos cubanos que tenían acceso a ellos se pueden citar los ventiladores, que antes se entregaban como "estímulo laboral", las planchas eléctricas, que sólo podían ser compradas hasta ahora por los nuevos matrimonios, y las lavadoras automáticas, que pasan desde este momento "a la reserva para usos sociales".

La prensa, incluida

A partir del 1 de octubre desaparecen todos los periódicos diarios, excepto Granma, órgano oficial del Partido Comunista Cubano (PCC), son retiradas también de la circulación algunas revistas con tanta tradición como Bohemia.Pero la amenaza más grave para la economía y para el régimen cubano es la reducción de los envíos de petróleo soviético. Por el momento, Cuba ha dejado de recibir dos millones de toneladas de las cerca de catorce que importa anualmente de la Unión Soviética.

En previsión de que esta situación se agrave, el Gobierno de Fidel Castro redujo el pasado 29 de agosto en un 50% la cantidad de gasolina que se entrega a los vehículos oficiales y en un 30% la destinada a los automóviles privados, que antes tenían derecho a un consumo de 150 litros mensuales.

Pero no basta con esa reducción. Las autoridades cubanas, en esta situación de emergencia, exploran otras vías más audaces, como la sustitución de los tractores por 400.000 bueyes y la compra y fabricación de cientos de miles de bicicletas para reemplazar a los coches, no pocos matriculados antes de 1959 y muchos, de fabricación soviética.

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Los bueyes estaban destinados hasta ahora al mercado de carne y tendrán que ser sustituidos por pollos para alimentar a la población. Las bicicletas tendrán un papel destacado. Deberán ser utilizadas obligatoriamente por todos los funcionarios que viven a menos de dos kilómetros de distancia de su trabajo y, alternándolas con el transporte público, por aquellos empleados que tengan su residencia a menos de diez kilómetros del centro laboral. Se espera que casi medio millón de habitantes de La Habana se desplacen en bicicleta en el primer trimestre del año próximo.

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