Muere en Roma Alberto Moravia, uno de los patriarcas de la literatura europea
El escritor, de 83 años, sufrió un derrame cerebral días antes de la aparición de sus memorias
Conl la desaparición de Moravia, que era el seudónimo de Pincherle, usado por el novelista para escapar a la persecución nazi, y tras la muerte de Italo Calvino y de Leonardo Sciascia, se ha apagado una generación de novelistas de raza que no tuvo la gloria del Nobel, pero que no por eso han sido menos leídos y amados, y que han dejado una profunda huella en la literatura de este siglo, literatura de la que Moravia acababa de decir que había sido para él "la única razón de su existencia".Se puede decir que Moravia ha muerto sano. Había estado cenando la noche anterior en casa de una vieja amiga suya. Dos días antes le habían hecho un electrocardiograma que dio un resultado positivo. Su médico de toda la vida dijo ayer que Moravia estaba en plena forma la víspera de morir. Falleció de repente, a causa de un derrame cerebral, mientras se estaba aseando en el baño, a las nueve de la mañana. Único testigo de su muerte fue su camarera polaca, ya que su esposa, la española Carmen Llera, se encontraba en Marruecos.
El autor de Los indiferentes, su primera novela, boicoteada por el fascismo y que publicó, pagándola de su bolsillo, a los 21 años, en 1927, y que se haría famoso más tarde en todo el mundo con sus 50 novelas -La Romana, La Sciociara, El aburrimiento, San Agustín, Las ambidones equivocadas, El amor conyugal, El inéonformista, etcéteta-, ha sido siempre un solitario, un tímido que, como ha dicho él mismo, ha escrito mucho de sexo pero lo ha practicado poco. "Porque he sido muy selectivo"', explicaba.
Había convivido con tres mujeres: las italianas Elsa,Morante y Dacia Mariani y la española Carmen Llera, 47 años más joven que él y con la que se había casado hace poco en Roma, pero de la mujer buscaba sobre todo la belleza, la irracionalidad y "ser comprendido y estimado" por ella.
Su infancia fue infeliz, porque enfermó de tubercolosis ósea a los nueve años y pasó la adolescencia en los sanatorios. Se quedó cojo desde entonces. Aquella soledad le condiciono toda la vida.
Fue antifascista; tuvo simpatías por el marxismo, Pero odió todas las formas de totalitarismo. El Santo Oficio condenó todas sus obras como "obscenas".
Sin duda el sexo fue la obsesión de su literatura. Pero se ha tratado siempre de un sexo amargo, y es que desde muy joven había descubierto que la vida de los adolescentes estaba amasada con impureza, mal, egoísmo, mentira, traición, como frutos negativos de la desesperada busca del eros nunca completamente realizado.
Hay quien ha escrito que en Moravia, detrás de cada escena erótica, yace un temblor de muerte.
Y junto con su santa obsesión por el sexo, en el que llegó al máximo del escándalo con sus ideas liberales acerca del incesto, la característica del gran escritor desaparecido fue su curiosidad por todo y hacia todos. De ahí su pasión por los viajes.
Su otra pasión
Y junto con la literatura, el cine fue su gran pasión. Se puede decir que ni una sola noche dejó de acudir a una sala cinematográfica. Era crítico de cine del semanal L'Espresso, donde analizó más de 2.000 películas.,
Moravia fue siempre polifacético. Su curiosidad innata le llevó a probarlo todo: la novela, el teatro, el periodismo, la televisión, el cine y hasta la política, en la que ingresó como diputado europeo para presentar batalla contra el armamento nuclear, pero que abandonó pronto, afirmando que la política era para él un ciclón de aburrimiento".
Últimamente, sobre todo tras haber cumplido los 80 años, los temas que aparecían siempre en las. conversaciones con Moravia eran el de la vejez y el de la fe. Respecto a sus sentimientos religiosos, en una de sus últimas declaraciones había dicho: "Pienso que la mezcla de la política y la religión es detestable. De acuerdo, yo no soy religioso porque no creo en Dios. Pero la sensación de que pueda existir un gran misterio, ésa sí la poseo. Y este misterio me sienta bien y no necesito ni científicos -ni curas que me lo expliquen". Cuando hace sólo unos días alguien le preguntó si con el avanzar de los años se le habían aclarado un poco más los misterios, respondió: "Al revés, siento que el misterio es cada vez más impenetrable e inexplicable". La desaparición de Moravia ha dejado en Italia un gran vacío. A pesar de que había sido un personaje más bien inconformista, discutido, poco amigo de protagonismos, aparentemente de mal genio -aunque en el fondo era tierno como un niño y siempre en busca perenne de afecto-, los italianos se sentían ayer como huérfanos de un padre que ha dado prestigio a su país.
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