Vigilante Gorbachov
A FIN de hacer frente al deterioro económico y a la grave crisis política interior, el Sóviet Supremo de la URSS ha otorgado a Gorbachov poderes extraordinarios que le permitirán gobernar por decreto. Ello no garantiza, sin embargo, que vayan a abordarse las medidas capaces de detener ese doble deterioro. A comienzos de julio, Gorbachov y el presidente de la República de Rusia, Borís Yeltsin, se pusieron de acuerdo para crear una comisión encargada de elaborar un plan de transición a una economía de mercado. Tal acuerdo era decisivo, no sólo por el peso que tiene Rusia en el conjunto de la URS S, sino porque suponía un pacto político entre Gorbachov y los sectores reformistas radicales, triunfadores en las últimas elecciones, como el propio Yeltsin o los alcaldes de Moscú, Popov, y de Leningrado, Sobchak.El plan elaborado por la comisión se inclinó en favor de las tesis radicales por una razón fundamental: el viejo aparato soviético ha llegado a tal nivel de desintegración, que la única esperanza de recuperación pasa por una rápida liberalización y privatización en lo económico y una descentralización en lo político, junto con una mayor apertura al exterior. Tal solución fue, encabezada por Shatalin, miembro del Consejo Presidencial, y apoyada por importantes asesores del presidente de la URSS. Gorbachov mismo dio su aprobación al Plan Shatalin. Sin embargo, frente a esta propuesta, se levantó la oposición tajante del jefe del Gobierno, Rizhkov, que propugna una alternativa basada en conservar gran parte del actual sistema burocrático, con un poder central fuerte.Se creó así una situación en la que la aprobación por el Sóviet Supremo de la URSS del Plan Shatalin implicaba la dimisión de Rizhkov y la elección de un nuevo jefe de Gobierno. El nombre de Sobchak, alcalde de Leningrado, empezó a circular como posible candidato al cargo. En ese momento intervino Gorbachov con una rotunda defensa de Rizhkov. Una vez más surge la debilidad esencial de Gorbachov y su perestroika: el temor a aliarse con los radicales y a separarse de los sectores ligados al pasado. Y, en consecuencia, la vacilación a la hora de realizar los cambios económicos fundamentales. La fórmula propuesta al Sóviet Supremo, y aprobada por mayoría, consiste en dar plenos poderes a Gorbachov y, a la vez, encargarle que elabore un nuevo plan económico, inspirado en el de Shatalin, con ciertas correcciones.
El riesgo de la decisión es que se propone un nuevo aplazamiento en la imprescindible reforma económica a un país ya impaciente ante la incapacidad del Gobierno -y en el que corren rumores de tentaciones golpistas en el Ejército- Los poderes extraordinarios atribuidos a Gorbachov son un arma de doble filo cuando el líder de la perestroika ni siquiera ha hecho uso de algunos de los poderes ordinarios que la Constitución le otorga. Ahora su responsabilidad se agranda y está abocado a una opción peligrosa: recurrir a métodos coactivos o dejar que se erosione un poder que no se ejerce.
Sin embargo, la consecuencia más grave de la no aprobación del Plan Shatalin es que puede llevar a nuevas rupturas, en vez de lograr ese amplio consenso indispensable para una obra tan trascendental como es el paso a la economía de mercado. Ruptura entre Gorbachov y los reformistas, a causa de la decepción producida por el viraje en favor de Rizhkov. Y enfrentamiento entre el Gobierno de la URSS y el de Rusia, que ya ha empezado a aplicar el Plan Shatalin. En un ámbito más general, cabe temer que las relaciones de Moscú con las principales repúblicas se hagan aún más difíciles después de los pasos dados por Gorbachov en el sentido de reforzar los poderes centrales y favorecer a los sectores conservadores.
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