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WALTER BENJAMIN, ESTACIONES DE UNA VIDA

El manuscrito que y pasó los Pirineos

"Gnädige Frau [muy digna señora], discúlpeme usted, por favor, la impertinente molestia". El mundo está descoyuntándose -pensé yo- pero la politesse de Benjamin sigue. "Ihr Herr Gemahl [su señor marido] me ha dicho cómo encontrarla. Y que usted me podía pasar a España". Así describe Lisa Fittko 40 años después, en 1980, su reencuentro con "el viejo Benjamin" en un cuartucho de Port Vendres.Cerrado el viejo camino por Cerbere, Fittko le explica que no posee más que un boceto en el que está garrapateada una ruta de montaña -la route Lister-, según la recordaba de memoria el alcalde de Banyols-sur-Mer, el señor Azéme, viejo socialista que había ayudado a los republicanos españoles, y están además los Pirineos. Fittko a Benjamin: "¿Está usted dispuesto a correr el riesgo?". Benjamin: "Tengo problemas de corazón y tendré que ir lentamente", pero "no ir sería el verdadero riesgo". Con Benjamin harían el viaje la señora Henny Gurland y su hijo Joseph, de 17 años. Azéme propone que suban por la tarde hasta un claro del monte y vean si reconocen las indicaciones.En la excursión va todavía otro pasajero: la "gran cartera negra" de Benjaiñin, "enormemente pesada". Benjamin explica que lleva en ella su nuevo manuscrito. Fittko: "¿Pero por qué la ha traído usted?". Benjamin: "Esta cartera es lo más importante para mí. No puedo arriesgarme a perderla. El manuscrito tiene que ser salvado". Al llegar al claro previsto, Benjamin se tumba agotado sobre la hierba. Fittko: "¿Está usted bien?". Benjamin: "Me encuentro bien, váyanse. Yo me quedo. Pasaré aquí la noche y mañana me recogen ustedes de nuevo". Fittko razona que hay toros y contrabandistas, no tiene manta ni provisiones. Su meta, contraargumenta Walter Benjamin, consiste en pasar la frontera y que él y su manuscrito no caigan en manos de la Gestapo. Un tercio del propósito está ya conseguido. O sea, que se queda. Fittko: "Entonces me quedo yo también". Benjamin, sonriente: "¿Quiere usted librarme, gnádige Frau, de sus toros salvajes?".

En la madrugada del día siguiente, Fittko y los Gurland arrancan de nuevo de Banyols con sólo una musette. Suben otra vez la montaña, con la incertidumbre de si Benjamin estará aún vivo. Tras recoger a Benjamin continúan la subida, que se va volviendo más dura. Benjamin camina lenta pero regularmente. Cada 10 minutos, aproximadamente, descansa uno. Luego sigue con la misma regularidad y autodisciplina. "Partiendo así el tiempo llegaré hasta el final".Poco a poco va perdiendo, sin embargo, fuerzas. En una difícil subida, Joseph y Fittko tienen que ponerlo sobre sus hombros y arrastrarlo, a él y a la cartera, montaña arriba. A la hora de la comida, Benjamin ha recuperado ya su conocida cortesía china. Benjamín camina cada vez más lento y hace pausas cada vez más largas. En la subida confiesa a Fittko que si ocurriese algo tiene otra solución: una dosis de morfina. En la bajada pasan junto a un charco de agua sucia y maloliente. Fittko: "No puede usted beber, el agua está sucia e infecta". Benjamin: "Si no bebo aquí, quizá no pueda aguantar hasta el final". Fittko: "Espere un momento... Va a coger el tifus". Benjamin: "Quizá. Pero la Gestapo ya no podrá cogerme y el manuscrito estará a salvo". Fittko, que no dispone de papeles, debe regresar.Los últimos momentosLo ocurrido después lo conoce mos por la compañera de viaje de Benjamin, Henny Gurland, que cuenta en carta a una parien te los últimos momentos de vida de Benjamin. Llegan al atardecer a Portbou y van a la policía. Una nueva normativa impone la de volución a la frontera de todos aquellos apátridas que carezcan de visado de salida en Francia. Benjamin posee un visado de entrada en Estados Unidos, pero no uno de salida de Francia. Generosamente les permiten pasar la noche en un hotel -la fonda França, posteriormente hotel Internacional-. Al día siguiente, los tres policías los devolverán a la frontera. Para Joseph y Benja min eso equivalía a la Gestapo. A las siete de la mañana del día siguiente, la señora Lippinan advierte a Henny Gurland que Benjamin la llama. Éste le comunica que hacia las. diez de la noche anterior ha tomado una fuerte dosis de morfina, que intente presentar la muerte como una enfermedad, y le entrega una carta dirigida a ella y a Adorno. Al poco tiempo pierde el conocimiento. El día es unir y venir de juez, cura y médico. Éste determina una hemorragia cerebral. La policía se queda con todos los papeles. Gurland reza con el "curé" (sic) una hora de rodillas. Piadosamente, compra además una tumba para cinco años. Sobre la carta, resume: "La situación era de tal forma que la carta para Adorno y para mí tuve que destruirla tras leerla. Constaba de cinco líneas que decían que él, Benjamin, no podía seguir, que no veía salida alguna y que él [Adorno] podía preguntarme a mí, y también su hijo".

Esa muerte logra que ninguno sea devuelto a la frontera. Pasados los cinco años, la tumba se vacía y los huesos fueron a parar a una fosa más o menos común. La carta destruida por Gurland aparecerá después entre los papeles de Adorno con una letra desconocida. Tiedemann, el editor, la identifica como la de Henny Gurland. Y conjetura que ésta y Adorno se encontraron en EE UU, donde Gurland reconstruiría las úlimas líneas de Benjamin.

El manuscrito no aparecería nunca. Final de un viaje que "le arrancó a la filosofía lo mejor que ella podría haber esperado" (Adorno). Y que para nosotros despierta siempre recuerdos machadianos: casi los mismos lugares, casi la misma época, casi el mismo destino: un hotel y la muerte, casi el mismo y ligero equipaje: una, más o menos pesada, cartera. En la tesis novena de Sobre la historia -precisamente el manuscrito que pudiera arrastrar Benjamin en la cartera-, el "ángel de la historia" quizá explique la razón de ese final al viaje: "...Perdido en este mundo despreciable, repudiado por las masas, soy un extenuado, cuya mirada vuelta atrás descubre en la fuga de los años sólo abuso y desengaño y que ante sí tiene únicamente una tempestad que no trae nada nuevo...".

Poema de Alfred Andersch

"Respecto a la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica se equivocó usted Benjamin los originales se mantienen secretos auráticamente for ever como la duquesa de Guermantes en su traducción su diminuta y enigmática letra sólo puede leerla ahora Gretel Adorno se dice Brecht no estuvo del todo a la altura de su afecto le tomó a usted meramente por un especialmente inteligente analítico en la frontera española se dio cuenta usted de que su tiempo se había terminado más allá del mar quedaba sólo todavía el instituto los textos censurados las tesis doctorales rechazadas como entonces en Francfort ésa no era una meta para usted Benjamin A usted le hubiera gustado quedarse en París en las calles azulgrisáceas junto con Baudelaire un blando judío burgués berlinés esperando a Lenin y al Espíritu Santo".

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