Selección alicantina
En su segunda actuación y para celebrar el quinto centenario de la ciudad, el festival, la Orquesta Nacional y el director José Luis Temes, rindieron homenaje a los músicos alicantinos, lo que no constituye problema alguno de investigación, sino de selección. La tierra alicantina cuenta con muchos nombres musicales que se alzan sobre una verdadera multitud de profesionales. Recordemos, a modo de divisa, los de Chapí, Esplá, Rodríguez Albert, Palacio, Blanes, Blanquer, Enrique Llacer, Bertomeu o Darias.
El poema El sueño de Eros, de 1911, representó a un Esplá lejano: el de sus primeros éxitos y premios internacionales, pronto clasificado por la crítica entre los seguidores españoles del posrromanticismo alemán, etiqueta injustificable y desorientadora. Si hubo alguna dosis franckiana en la Sonata para violín y una declarada y persistente estimación por Saint Saens, la verdad es que los pentagramas de don Óscar no se afiliaron nunca ni a esos ni a otros modelos.
Hay en El sueño de Eros, sencillo y claro de textura y continuadamente melódico, dos rasgos característicos del maestro: naturaleza lírica, siempre espontánea en Esplá y conato de modalismo alicantino.
Percusionista
Enrique Llacer es un percusionista de primera categoría: musical, seguro y entregado. De esa rara condición de intérprete unida a su preparación general, surgió el compositor en una fusión que como tantas veces en la historia musical da resultados brillantísimos. Lo que sucedió en el Concierto número 2, estrenado hace cuatro años, y sustentado principalmente sobre valores rítmicos.Configuraciones sinfónicas, es la más reciente composición de Agustín Bertomeu, músico tan dotado como sólido en su preparación. Pocos españoles de su generación (que es la de Cristóbal Halffter y Luis de Pablo) trabajan la forma desde un concepto tan estrechamente integrador de todos los parámetros musicales. Y pocos, como él, hacen de una obra planificada hasta el detalle, una prieta comunicación afectiva tan distante de la secuacidad progresista como de la menor tentación conservadora.
Con Javier Darias (Alcoy, 1946), estamos ya en la generación siguiente que representa a título personal desde su condición unificadora de lo científico y lo imaginativo. En la música de este creador alcoyano nos parece estar ante cuerpos sonoros vivientes en el interior de sus mil reflejos y errantes en el espacio.
Para El laberinto de Loma, la más reciente invención de Darias, parte de algunos supuestos estéticos, ideológicos y formales de Marcel Duchamp; pero el resultado no sólo es meramente musical, sino decididamente personal. Incluso el término laberinto se desdice del buen orden conceptual y organizativo de una larga serie de sensaciones sugeridas a través de procesos de gran flexibilidad. Claro que los puntos de partida de Darias conllevan un minucioso detallismo de matices que en buena parte se perdió en la audición al aire libre del castillo de Santa Bárbara.
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