Gran musical
Aquellos cruzados de la Edad Media serían tal vez unos caballeros, pero en sus correrías por el Oriente sólo buscaban especias para hacer embutidos. El alma del cristianismo en aquel tiempo era la canela, el clavo, la. pimienta y el azafrán, drogas que permitían conservar los derivados del cerdo después de la matanza durante todo el invierno. Las especias se cultivaban en jardines al sur de Jerusalén y para asegurar militarmente esa ruta por donde los mercaderes acarreaban nuestra alma allá se fue cargado de hierros Godofredo de Bullón, esforzado mayorista de salchichas, si bien al obispo le dijo que iba a rescatar la tumba de Cristo de manos del infiel. El alma de Occidente hoy es el carburante. Los Santos Lugares son ahora los profundos sarcófagos llenos de petróleo que forman las entrañas de Arabla y estando nuestra alma allí sepultada bajo el control de un nuevo Saladino hacia ese sepulcro para liberarla ha mandado Bush a un gran conjunto musical. Este cruzado está preparando la guerra como si se tratara de un fastuoso concierto de los Rolling Stones sobre la arena del desierto. El equipo de sonido ha llegado ya: millones de decibelios puede sacar de la tripa cada F-16. No existe en el mercado un bafle mejor que ése. La luminotecnia acaba de arribar por barco metida en pepinos de acero y los técnicos están montando un escenario de tubos adornado con huríes hinchables, cada una de ellas con el nombre estampado de la multinacional que patrocina esta velada del golfo Pérsico. Cuando los instrumentos de percusión comiencen a sonar, una luz fulminante va a iluminar un instante la noche de Arabia y dentro de ese relámpago se verá a las huríes abrazadas a los perros de la guerra en un cielo de fósforo y abajo en la arena estará Sadam Husein sentado sellando con sus posaderas la fosa de petróleo donde el alma del cristianismo se halla sepultada. Esta es una victoria imposible. Para matar a Saladino habría que bombardear el sarcófago de Cristo, lleno de canela de la cual nacen los mejores embutidos.
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