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LA CRISIS DEL GOLFO

Arabia Saudí suprime la mayoría de los derechos de los extranjeros

Algunos derechos otorgados a extranjeros residentes en Arabia Saudí fueron prácticamente abolidos ayer por el Ministerio del Interior, que, por medio de un decreto tan duro como ambiguo, amenaza con deportar a cuantos no regularicen su situación en el plazo máximo de un mes

ENVIADO ESPECIAl..Lo más llamativo de este decreto es que en ningún momento hace mención de sus destinatarios concretos. Cabe pensar que se trata de todos o tal ve¡ de nadie al mismo tiempo. El ministerio cita "ciertas nacionalidades como las posiblemente afectadas por esta normativa".

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Fuentes diplomáticas consultadas por EL PAIS dijeron que este decreto va dirigido en primer lugar a los inmigrantes procedentes de Yemen y, también, a sudaneses, jordanos y palestinos. Como es habitual, ningún portavoz saudí -especie huidiza de funcionario-, ha sabido clarificar los puntos notoriamente oscuros de esta ley que, como todas las de esta monarquía - teocrática, no requieren consulta popular ni debate parlamentario. En Arabia Saudí están prohibidos los partidos políticos y no existen las Cámaras.

La suerte de los yemeníes

Desde hacía un año los súbdi-tos yemeníes gozaban de un trato de favor por parte de la inmigración saudí que les facilitaba visados en la misma frontera. Según el Ministerio del Interior, esto se ha. acabado. Ahora tendrán que solicitar el visado en las embajadas de sus propios países.

La disposición ministerial hace mención a "las circunstancias en las que el reino otorgaba esos privilegios", y agrega que estas circunstancias han cambiado. También invoca el interés general.

Los súbditos extranjeros que hubieran entrado de aquella forma deberán presentarse ahora a las autoridades en el plazo máximo de un mes. Éstas les concederán o no el permiso de residencia y eventualmente el de trabajo. Un requisito indispensable será el disponer de un garante saudí que se responsabilice del súbdito extranjero.'

De ahora en adelante nadie podrá trabajar, comerciar, invertir capital o compartir negocios con socios saudíes que puedan considerarse hombres de paja. Quienes se encuentren en esta situación disponen de tres meses para actualizar sus licencias comerciales. La deportación será la medida aplicable si no acatan el decreto.

En Arabia Saudí, nación invadida por ordenadores y otras máquinas pero moderna sólo cosméticamente, no existe censo de población.

Las cifras bailan todo lo que los ciudadanos no están en condiciones de hacer. Se estima que los inmigrantes yemeníes pueden llegar a ser un millón y medio. En su mayoría desarrollan la actividad de pequeños comerciantes. Los sudaneses suponen otro millón y los palestinos y jordanos no exceden los 200.000.

El total de mano de obra extranjera puede cifrarse en cuatro millones, al servicio de una población nativa que ronda entre los 8 y 10 millones de habitantes.

Sin duda son los extranjeros los que en todas sus distintas categorías constituyen la auténtica fuerza laboral sin la qué este reino podría hundirse. Son muchos los chistes que circulan sobre la resistencia congénita de los saudíes al trabajo, que confían a los extranjeros.

La única esperanza que les puede quedar a los afectados por la norma del Ministerio del Interior es confiar en la escasez de medios y de agilidad de que disponen para aplicarla. A menos que contraten a empresas extranjeras para hacer la labor, el Gobierno carece de la infraestructura administrativa necesaria, indispensable para detectar y deportar a los transgresores.

La actitud del Gobierno de Yemen en el conflicto de Oriente Próximo habría sido, según los observadores, la razón principal de este decretorepresalia.

El temor a que se infiltren terroristas o agentes pagados por Irak en Arabia Saudí ha puesto en alerta no sólo a los servicios de, inteligencia del Estado sino también a la máquina legislativa.

Valor intimidatorio

Para muchos, esta norma tiene un valor primordialmente intimidatorio, ya que es tan imprecisa y amplia que permite a las autoridades expulsar a cuantos yemeníes les convenga, llenando los huecos con otros inmigrantes -por ejemplo, egipcios- que ahora inspiran más confianza.

Esta modalidad de saudización no es nueva. Con anterioridad, al conflicto hubo una campaña dirigida a estimular a la población nativa cualificada para que vaya ganando el control de los grandes negocios, por ejemplo hoteles, en su mayoría en manos de extranjeros.

La campaña fracasó. Los grandes negocios funcionan bien porque quienes los dirigen (europeos casi todos) lo hacen con criterios de eficacia y competitividad occidentales. Se sirven, eso sí, de plantillas de indios, paquistaníes, filipinos y otras nacionalidades, contratados como mano de obra barata. Es la nueva esclavitud. Entretanto, los saudíes se permiten vivir de las rentas, pasear en lujosos automóviles, visitar la Costa del Sol y rezar cinco veces al día, todos los días.

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