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Aparicio, ¡qué toreo!

Domecq / Domínguez, Espartaco, Aparicio

Cinco toros de Juan Pedro Domecq, terciados, cómodos de cabeza y mansos, y 12 de Mari Carmen Camacho, inválido, en sustitución de uno del hierro titular, devuelto por su impresentable cornamenta. Roberto Domínguez: bajonazo y rueda de peones (aplausos); pinchazo y descabello (oreja). Espartaco: estocada corta atravesada y estocada (oreja); estocada desprendida (dos orejas). Julio Aparicio: estocada desprendida (dos orejas); estocada baja (oreja). Espartaco y Aparicio salieron a hombros por la Puerta del Toro. Plaza de La Glorieta, 19 de septiembre. Octava corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

Supongo que ya tendrá constituida Julio Aparicio esa cofradía mágica que agrupa a cuantos se estremecen con el pellizco en el toreo. Si no la tiene, estará al caer. Es tan claro su toreo, tan naturales sus maneras, tan gracioso su quehacer, que forzosamente llega a todo el mundo esa peculiar manera de entender el toreo que es capaz de borrar otras muchas manifestaciones del oficio.Es el heredero más claro que pueden tener Rafael de Paula o Curro Romero, o los dos en una sola pieza, que esta criatura es capaz de bordarlo a crujíos y poner en cada lance o en cada muletazo ese duende enloquecedor que atormenta el toreo en ocasiones y, convertido en ángel de improviso, le ilumina con la pinturería más lograda. Aparicio, ¡qué toreo!, arrancó esos olés cortos y roncos que subrayan las faenas de su corte.

En su primero, noble, bordó el toreo y en el sexto, al que meció con el capote como puede mecerse un trono en Semana Santa, dejó las pinceladas sueltas que el toro le permitía. El animal perdió las manos, arrodillándose, con frecuencia ante Aparicio, cosa por lo demás absolutamente lógica.

Versión ortopédica

Roberto Domínguez vio cómo se le descuajeringaba el toro apenas tomó la muleta y decidió que ésta, por sentido común, debía adoptar la versión ortopédica que tiene en una de sus acepciones; el toro lo precisaba. En el cuarto, al que recibió con una larga de rodillas y hermosos lances en pie, anduvo con ganas pero el toro se le llegó a parar. Con un pinchazo, cuando debería haber entrado nuevamente a matar, usó de su descabello, acertó y no vean cómo se puso la gente.

Espartaco, toreando con el pico, despegadísimo, con la facilidad que le caracteriza y sosteniendo con su banderillero Ecijano ese numerito que ya aburre a la hora de coger la espada de acero, puso en pantalla el Espartaquismo II porque son. dos las veces que actúa en esta feria, que si no habría más ediciones.

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