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El ángel de la guarda se llama Calderón

Julia/Bejarano, Niño de Leganés, Romero

Cinco novillos de Antonia Julia de Marca, con trapío y genio; 4º, sobrero de José Samuel Lupi, bien presentado y encastado, en sustitución de un inválido del hierro titular. Vicente Bejarano: estocada corta descaradamente baja (palmas y también pitos cuando sale al tercio); pinchazo y estocada caída (silencio). Niño de Leganés: pinchazo y estocada corta (silencio); estocada corta atravesada (silencio). Jesús Romero, de Madrid, nuevo en esta plaza: estocada corta baja (palmas y también protestas cuando saluda); pinchazo, otro hondo tendido trasero y estocada corta caída (palmas). Plaza de Las Ventas, 16 de septiembre. Media entrada.

El banderillero José Fernández -le llaman Alcalareño- no se atrevía a banderillear al sobrero. Las primeras veces inició el cuarteo (sólo las primeras; luego, ni eso), llegó cerca del novillo y no fue capaz de meter los brazos, sino que apretó a correr, perseguido por el funo. No pasó nada grave. Ni podía pasar, pues allí estaba el ángel de la guarda de los banderilleros cuando van a Las Ventas, que metió oportuno el capote. El ángel de la guarda de Las Ventas hace quites a todos los banderilleros, incluso los que no se atreven a banderillear, y si editaran catálogo de cuantos quites lleva obrados en la última década, harían falta varios tomos. Llevarían por título general Florilegio de quites y otros prodigios del Angel de la Guarda de Las Ventas, Joselito Calderón (que así se llama el quitador), y com o sería el Cossío de los quites, a este florilegio le llamarían el Calderón, obra de esparcimiento y consulta, que también semendería a plazos.

O sea que, las primeras veces -decíamos-, Alcalareño corría con el toro buscándole el fondillo y se le aparecía Joselito Calderón, cori su capote y su quite. Otras veces, escapaba por la tangente sin el menor disimulo. Las siguientes, ni salía, y pedía a su compañero Luis Taviel que le sustituyera. Luis Taviel le sustituyó sin hacerse rogar, ejecutó la suerte con gran decisión, y cuando el novillo, harto ya de banderilleros, le perseguía para tirarle un cuerno, se cruzó Joselito Calderón, que metió el capote y en el señuelo de sus bambas se llevó prendidos pies, cuernos, ira del novillo que estaba de banderilleros hasta el hocico.

Fueron lances de emoción, y también de sorpresa, pues no suele acontecer que un banderillero se inhiba de la tarea banderillera tan a las claras. La afición protestó con severidad mientras los turistas se reían mucho, lo cual es revelador de cuán opinable puede resultar la fiesta. Particularmente en esta novillada, hubo opiniones para todos los gustos. Afición y turistas sometían a debate las capacidades de los toreros. La cuestión no estaba clara. Si el toro tiene genio y es dificil sacarle pases, siempre hay quienes creen que los toreros no saben o no quiene torear.

Y en esas estábamos cuando cayó el chaparrón. Primero fueron nubes renegridas que,venían de Toledo y entoldaron el coso; luego un ventarrón arremolinó papelotes y flameó banderolas; después retumbó la tronada. El gentío abrió paraguas, cifió impermeables, corrió por los tendidos, mas nadie se quería ir y nadie se fue. Los novillos salían difíciles, los novilleros estaban valientes y, en fin, ese era una versión de la fiesta verdadera, que a todos conmueve y a todos interesa, sean de acá o de allá.

Los mejores momentos estuvieron a cargo de Vicente Bejarano, sobre todo con el capote y especialmente en sus lances al delantal. Con la muleta ejecutaba bien el pase aunque, al rematar, corría a otro terreno, según la moda. Niño de Leganés aliñó un novillobronco y porfió inutilmente otro aplomado. Jesús Romero, a quien también correspondió mal lote, aguantó valentón sus derrotes e intentó el buen toreo. Los tres espadas merecen nueva comparecencia en Las Ventas y sin duda contarán con el beneplácito de la cátedra, que valora mucho la vergúenza torera de los diestros. Sus respectivas cuadrillas contarán, asimismo, con los quites providenciales del ángel de la guarda, pero no haría falta ni decirlo. Mientras Calderón siga vistiéndose de luces, eso está hecho.

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