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La madre de un soldado muerto dice que le obligaban a pescar para los oficiales

Los padres del soldado de marina cántabro José Basillo Alonso Villegas, de 19 años, muerto ahogado en Ferrol el 8 de junio de 1989, cuando realizaba una inmersión submarina, reclamarán daños y perjuicios al Ministerio de Defensa utilizando la vía civil. Julia Villegas, la madre, sostiene además que los submarinistas de la Armada eran obligados a pescar por sus jefes, y éstos se aprovechaban de ello vendiendo el marisco en restaurantes y bares.

Los Alonso, que poseen una línea de autobuses en la región, aseguran que el Ministerio de Defensa nunca se responsabilizó de la muerte de su hijo y en la unidad en la que estaba enrolado el caso fue archivado. Jamás, se quejan, tuvieron una información convincente de lo ocurrido.La prensa regional, que en su día se hizo eco del suceso, informó que el óbito había sobrevenido en el curso de un entrenamiento rutinario; según aquella versión, varios submarinistas realizaban una inmersión el 8 de junio en aguas de La Graña (Ferrol) y la alarma surgió Cuando José Basilio no apareció en la superficie con el resto de sus compañeros. Aquéllos comenzaron en seguida el rastreo de la zona, que se prolongó durante ocho horas hasta encontrar el cadáver.

"Yo vi a mi hijo en el depósito del hospital de Ferrol, adonde nos desplazamos en cuanto supimos la noticia. Me contaron que Pepín se había desprendido del respirador y del cinturón de plomo. Su semblante", manifiesta Julia Villegas, "no reflejaba ningún sufrimiento, sino una absoluta serenidad, y según supimos los pulmones estaban vacíos de agua. Tuvimos siempre la impresión de que pudo ocurrirle algo antes de morir. Pero, ¿qué pudo pasar a sólo cuatro metros de profundidad? Creemos que algo debió fallar en las botellas de oxígeno. Nunca recibimos una información oficial fiable que aclarara las dudas".

Experto submarinista

José Basilio era un experto submarinista que llevaba año y medio enrolado en la Marina cuando perdió la vida. Con 1,80 metros de altura y fuerte complexión atlética, era el más experto de los soldados que buceaban en La Graña. A los 15 años era ya miembro de Protección Civil y había participado en numerosos servicios de día y noche en Cantabria."Que los submarinistas de la Armada se dedican a pescar lo sabe todo el mundo en Ferrol. Siempre que mi hijo venía a casa por vacaciones solía traerle un saquito con nécoras o almejas a su padre", recuerda Julia, quien ha relatado a los periodistas que su hijo, como los demás soldados de Marina de su unidad, era obligado a bucear por sus superiores para que pescara en su provecho. "Mire", añade, "hay un oficial destinado allí, a quien los chicos llamaban El Nécora, cuyo verdadero nombre no puedo precisar, que se encargaba de hacer desaparecer y comercializar los saquitos conteniendo marisco que los buceadores sacaban a la superficie".

La versión oficial difundida por la Unidad de Buceo de La Grafia, a la que pertenecía el joven submarinista cántabro, negó siempre que el mando les obligara a introducirse en el agua para pescar, y mucho menos con fines de lucro para los superiores.

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Fue un compañero del desaparecido, Carlos Santomé, quien a raíz de un viaje hecho a Santander contó a los Alonso lo que ocurría en aquella unidad de la Armada.

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