Tiempo de cruzadas
Preparémonos, los prolegómenos de la cruzada nos lo anuncian bien claro: la droga mata.Carlitos Segarra tiene, según él, perfecto derecho a clamar contra la heroína (con la mescalina, sin embargo, es feliz); Mario nos dice que la generación del poder es incompatible con la droga (¿qué poder?, ¿qué droga?); el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publica una encuesta en la que el 67% de la población es partidario de penalizar el consumo de drogas ¡legales (nada dice, en cambio, acerca del conocimiento que tiene la población española del problema de las toxicomanías).
Sí, señores, la droga es mala, muy mala; por tanto, el Gobierno va a penalizar su consumo en público. La libertad individual, se supone que garantizada en la Constitución, es lo de menos; lo que importa es acabar con esta lacra de la sociedad. De cómo esta penalización (incapaz de detener el consumo en unos recintos cerrados y ultravigilados llamados cárceles) va a ser efectiva, nada se dice; la cuestión esencial estriba en sancionar a los mataos que se fuman canutos en ciertos bares (una proporción indeterminada de 1.500.000 consumidores reconocidos por el CIS) y, por supuesto, a los dueños de dichos antros, por tolerar, en locales de su propiedad, semejante atentado contra la salud pública (?). Mientras tanto, los yuppies seguirán esnifando en privado, y los yonquis continuarán buscándose la vida para poder chutarse donde puedan (generalmente, a salvo de los teleobjetivos de TVE), es decir: tendremos el mismo -o agravado- problema adobado con una reducción de libertad. Porque, entre toda esta oleada de alegatos antidroga que nos invade últimamente, ¿alguien ha oído algo de planes de prevención y tratamiento de toxícomanías?-
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