El toro inválido y la alcaldada
El sexto toro estaba inválido y el público armó un escándalo porque el presidente no lo devolvió al corral. Al presidente -que lo es, a su vez, de Las Ventas y se llama el señor Moronta-, no le han cesado de su cargo por ese motivo. A los presidentes les cesan en su cargo, al parecer, por no dar orejas. Ayer mismo -informa Efe-, el alcalde de San Sebastián de los Reyes cesó al presidente de dicho coso, Carlos Cortés, por no conceder todas las orejas que pide el público, y este es otro escándalo. Jamás -que uno recuerde- se había dado un caso semejante: que los presidentes sean cesados por poner algo de mesura en la concesión de trofeos e intentar contener el triunfalismo, frecuentemente desaforado, del público.Es decir que, cuando los males reales de la fiesta son el fraude, la invalidez de los toros, las presidencias que hacen caso omiso de las justas protestas del público -como ayer en Colmenar-, el monopuyazo, el antitoreo-, los bajonazos, la inflación de trofeos, va un alcalde y cesa al presidente de la corrida por ser parco en la concesión de orejas.
Toril / Vázquez, Lozano, Camino
Cinco toros de El Toril, bien presentados, con casta, que en general dieron juego; 6º de Campos Peña, inválido, pastueño. Curro Vázquez: estocada y rueda de peones (oreja con algunas protestas); cuatro pinchazos bajos y media atravesada (pitos). Fernando Lozano: estocada trasera baja (oreja con protestas); ,estocada trasera caída (silencio). Rafi Camino: estocada baja (oreja); pinchazo y estocada (oreja); salió a hombros. Plaza de Colmenar Viejo, 29 de agosto. Quinta corrida de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.
Esta alcaldada impresentable recuerda el caso de Bilbao, donde toda aberración taurina tiene su acomodo porque ponen en el palco un presidente que está a la orden, y después de una feria triunfalista hasta llegar al ridículo, después de que estuviesen saliendo por chiqueros continuas procesiones de inválidos como si hubiera epidemia, después de ver a numerosos matadores y sus cuadrillas arbitrariamente descolocados durante la suerte de varas, un buen día llega a la Redacción un fax del Gobierno Vasco en el que comunica, con la solemnidad propia de los lenguajes administrativos, la multa impuesta a un picador por rebasar el círculo que limita su terreno.
El sarcasmo de estas incongruencias y la manga ancha con que la autoridad contempla esas tropelías generalizadas, tienen toda la pinta de ser simples precedentes del nuevo reglamento. Un reglamento que se presenta sospechoso, pues con la coartada de que el actual debe ser reformado para acomodarlo a la realidad, podría estar redactado de tal manera que orille o acaso bendiga los males apuntados y algunos más. Los redactores del nuevo reglamento no cabe duda de que se habrán asesorado convenientemente, pero los ministros a quienes más directamente incumbe la responsabilidad de su aprobación manifiestan unos fervores toreros, unos gustos taurinos y unos criterios sobre el toro y su lidia, absolutamente contrarios a cuanto defiende cualquier aficionado verdadero, y esto también da que pensar...
Bueno, el señor Moronta no será cesado, porque se adhirió al triunfalismo que propugna la Administración (local, de momento): no hizo caso al público cuando pedía.que devolviera el toro inválido al corral y, en cambio, sí le hizo caso cuando pidió la oreja. O sea, que viva la Pepa. Rafi Camino toreó al inválido con parsimonia y majeza, mientras al no inválido le hizo una faena tremendista que no cuadra ni con ni su personalidad ni con su escuela. Lo cual nada tienen que ver con el fervor popular, naturalmente, y en cuanto obtuvo la oreja, una nube de jovencitas saltó al ruedo para besarle, estrujarle y acompañarle en el triunfo.
Fernando Lozano es un buen torero que torea mal. Quiere decírse que posee valor, vocación, conocimientos técnicos y, sin embargo, interpreta el toreo sin gusto y sin ritmo. Así toreó a su primero y le desbordó el quinto, un precioso castaño listón albardado de pujante casta, al que quizá no castigaron suficientemente en varas.
En las antípodas de Lozano está Curro Vázquez que, con cuatro detallitos de nada, convierte el toreo en delicia. Quizá sea mal torero, pues se le van sin dominar muchos toros, y en cambio torea como los ángeles. Cuando el toreo se hace a la manera de este Curro (o el otro), las orejas son casquería. Ayer unos ayudados y unos redondos de Curro Vázquez al primer toro se corearon con los olés profundos que provoca el toreo puro. Sólo esos ayudados y esos redondos, pero la verdad es que supieron a gloria.
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